Qué difícil es escribir algo con el estoque aún clavado en su sitio, cómo tu dirías con esa pluma fina que te definía. No sé ni cómo me atrevo a ponerme delante de un papel en blanco, con lo fácil que parecía al leerte cada ... día esos textos impecables que tu escribías para que de la forma más sencilla y elegante llegaran al numeroso público.
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Lectores de El Norte de Castilla, decano de la prensa, que cada día esperaban impacientes tus maravillosas crónicas de todo tipo, porque tocaste todo mucho y bien.
Tocaste el corazón de todo el que te conocía y rodeaba, allí donde ponías tu empeño en conseguir información dejabas un amigo.
¡Mira que es difícil dar información verídica y dejar contentos a todos! Pues tú lo conseguías con tu mano izquierda, que para eso eras única.
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Y si no, cuajabas la faena con un pase de pecho por todo lo alto, sacándote de la manga tu intuición y tu saber hasta conseguir la fuente más valiosa, la que nadie tenía, y si para eso hacia falta hacer una larga cambiada a quien fuera menester, como tu decías... lo hacías.
Qué privilegio ser tu compañera de faena, como me dijiste en francés al salir del coma en el hospital nada mas verme. «Henar, he soñado que tú y yo salíamos por la puerta grande de Nimes». Relacionándome rápidamente con tantas tardes de toros. Y tantos kilómetros por tierras castellanas. Contigo era como ir con un libro abierto en las manos, aprendiendo cada día sin hacer ningún esfuerzo.
María Padilla firmabas todas aquellas columnas que guardo y releo para refrescar la memoria política de esta comunidad que tanto querías, donde llamabas a las cosas por su nombre y si a alguien le sentaba mal, era su problema.
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Eso era ser valiente y periodista de raza. «Las cosas por su nombre», decías. Ya estarás intentando sacar información a los ángeles benditos para ver desde el mejor sitio todo lo que hacemos y decimos de ti, mira que eras curiosa. Y cuando te daba la pichicharra no te paraba ni San Pedro bendito.
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Comprobaste que te quiero mucho, que a lo largo de tu estancia fuera del periódico intenté devolverte todo lo que tú merecías, quise seguir siendo tu compañera y amiga fiel. Lo pasábamos bien hasta en los momentos difíciles, sacando a relucir el humor y la sorna, que tenías para regalar. Toreaste la vida y la muerte con valentía y coraje, como los buenos toreros, que hoy te recordarán... Al Hilo del Redondel nos contabas una crónica anunciada desde hacía mucho tiempo compañera del alma, pero esto... esto no me lo esperaba, Maribel. El cartel de ya no hay billetes para ir a verte me deja desolada. Mientras escribo esto, a las cinco de la tarde hora taurina, como no podía ser de otra manera, quiero ver en pie a la redacción entera de tu periódico, aplaudiéndote mientras sales por la puerta grande, como no podía ser de otra manera, como hiciste tantas veces, para demostrarnos lo que has sido y serás siempre.
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Maribel Rodicio. Hasta siempre
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