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Ahora que se ha instalado el buen tiempo o al menos eso parece, y la inminente llegada del verano está al caer, mal que le pese al magnífico José Peláez hay un tema que me preocupa, y bastante. Y no es otro que el relacionado ... con la vestimenta del personal, concretamente el referente al complemento que más daño han hecho al ser humano, las llamadas: chanclas.
Seguramente habrá quien piense que mucho más daño ha hecho los pantalones pirata cuando tienes una edad avanzada o la típica camiseta sin mangas que corre entre el personal como la pólvora.
Yo soy un clásico, ya me van conociendo, y soy de los pocos que aun aguanta sin ponerse las zapatillas de deporte con pantalón y americana. Cuando era más joven y fumaba Lucky y bebía Cutty Shark, a los que iban con pantalones chinos y zapatillas de deporte no se les tenía muy en cuenta, algo parecido a los del chándal y castellanos, y ya en otro escalón podríamos clasificar a los que mezclaban el chándal y la camisa de cuadros, que también los hubo, los hay y no dudo que los habrá.
Desde que empecé a trabajar siempre he tenido unos zapatos negros, por supuesto de los de sacar brillo con Búfalo, como el maestro Juncal, unos náuticos, además de las clásicas tenis para ir de casual o las llamadas 'playeras' para hacer deporte.
El zapato dice mucho del personal y un zapato zorruno es la presentación de alguien con poca clase.
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Tendemos a ir a la moda, uniformados por vergüenza y por el qué dirán, y eso como en todo, resta ingenio y libertad.
Ahora que se han puesto de modas ciertas zapatillas, no es raro cruzarte por la calle con cientos de personas con las mismas deportivas que llevaba Freddie Mercury en Wembley. Eso sí, con los pantalones remangados un par de vueltas.
Pero bueno, aún eso tiene un pase, podríamos discutirlo, porque al menos los dedos del pie van tapados. Pero lo que no se puede concebir ni consentir es que las chanclas usadas fuera de la piscina se hayan convertido en una prenda acepada y tolerada por la sociedad.
Hace unos días fui al médico con mi hijo mayor porque tuvo un percance haciendo la ruleta de Zidane en el pasillo de casa. Y allí, en urgencias, junto con un ciclista completamente magullado y con el hombro desencajado quien nos contaba que se cayó mientras disputaba el sprint con muchas opciones de victoria, se presentó un individuo en chanclas y pantalón corto y ya les digo que no venía de disputar los 100 metros mariposa en piscina cubierta. Menos mal que no soy médico, porque les puedo asegurar que le mandaría a casa a ponerse un pantalón largo y unos zapatos antes de sacar el fonendo.
A través de El País, he leído que volvían a ponerse de moda las llamadas Speedcat Sparco. Las famosas Puma de color rojo o azul que llevaban los pilotos de Fórmula Uno a principios de siglo. La gente solía combinarlas con el típico vaquero y el polo con el cuello subido, a los que mi primo David bautizó agudamente en su día como los esclavos de la moda.
Vuelven porque las tendencias de las 'dosmileras' aprietan fuerte y por la creciente afición a los deportes de motor.
Seguramente triunfen y desbanquen a las Samba o a las Veja, y seguro que valdrán una pasta. Ojalá no solo vuelvan esas zapatillas (que yo nunca tuve), ojalá vuelvan todas las buenas cosas de hace veinte años, donde como decía mi director de emisora en Granada, mi querido Manolo Prado, el pantalón corto solo estaba permitido si te invitaban a un yate.
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