El lucernario
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Las matemáticas nunca han sido mi fuerte, tampoco lo es la numerología, pero si tengo que quedarme con alguno, me quedo con el uno uno, con el once. Le he concedido el poder de insuflarme combustible en vena, directo al corazón. Ya sea cuando dan ... las 11:11 o porque cada 11 del 11 se celebra un sorteo extraordinario que me toca cada año sin llenarme el bolsillo. Con independencia de cuál sea su número fetiche, hay dos dígitos que todos apreciamos de forma inconsciente. Ocurre siempre por estas fechas. Y es el doce.
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Nos situamos en el mes doce, a punto de despedirlo. Pero hay que ser paciente y esperar a la medianoche, serán las doce. Echaremos mano de las doce uvas de la suerte con la esperanza de que nos concedan el empuje que no hemos tenido. Y como somos unos perfectos imperfectos, vamos a intentarlo otra vez. Vamos a probar qué tal se portan los nuevos doce. Empecemos de cero, pero no fiemos todo al azar. Pongamos empeño, compromiso, humildad, generosidad, prudencia, paciencia, honradez, lealtad, entusiasmo, ganas, humor y amor. Un poco de cada o un mucho de alguno, pero que no falten las ganas.
Dicen del doce que es un número sublime. Son los mandamientos, los apóstoles, los meses... y, estarán conmigo en que siempre será mejor tener una docena de huevos en la nevera que media. Porque a la vida hay que echarle proteína y si uno es alérgico al huevo, le echa coraje que, a fin de cuentas, es prácticamente lo mismo.
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