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Los políticos que nos gobiernan desconocen cómo lo hacen, se limitan a ordenar el mandato de la sinrazón, que es el núcleo de la inteligencia que gobierna el mundo. El poder es una certidumbre de prestidigitadores del fraude, la corrupción y la mentira, avezados en ... la desvergüenza, sin recato en la puesta en escena de sus trucos abyectos. Las naciones se desamparan, los pueblos se vacían a merced de los budas del poder, esa es la ley no escrita del futuro, todo lo demás sólo son apartados y epígrafes del dogma, de la teología de los pillos.
Sufrimos la espera de un liderazgo que no existe. Es desolador confiar en quien no lo merece con sus actos, pero más terrible es resignarse y aceptar esta situación. La hipocresía es mala consejera política, pero peor es la sumisión: una perversión característica del humano.
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El impetuoso escenario donde escondemos nuestros intereses más miserables es el de las políticas del poder, y cuando cae el telón, en un primer plano se amontonan las víctimas como fardos de paja, y al fondo se atisba un paisaje: el del tirano, el del poder como un plano fijo.
Desoír la voz del pueblo no es solo un gesto de soberbia y prepotencia del poder establecido, es algo mucho peor, se trata de un suicidio a medio plazo, pues en democracia el pueblo no perdona a quienes desprecian el sentido común de las gentes. El interés por las cosas del mundo es voluntario y libre, no es imperativo de ningún poder o fuerza impuestos.
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