La alcaldesa de Burgos, la popular Cristina Ayala, ha decidido excluir de las subvenciones municipales a aquellas ONG que trabajen con inmigrantes. Como respuesta, Cáritas ha renunciado a las ayudas del Ayuntamiento de Burgos ya que, para los católicos, la ayuda ha de darse « ... por igual a todas las personas necesitadas», entre ellas a los inmigrantes, cuyo apoyo «contribuye a una sociedad más justa». Es el suyo un gesto de honor, de fortaleza y de liderazgo moral que se agradece. Supongo que, como consecuencia de todo esto, los burgaleses en general y los burgaleses creyentes en particular, sabrán excluir al PP de Burgos de sus opciones de voto y ya está, empate y todos contentos. Es tan sencillo como comprender que el votante de centro-derecha no es como el del PSOE, que no vale todo y que ese discurso sectario, fanático y nacionalista no es aceptable. No hace falta que sean católicos, desde luego, pero con más motivo si son católicos, que, si no teníamos suficiente con sufrir ataques a nuestros principios por parte de la izquierda y de Vox, vemos que ahora se une a la fiesta el PP.
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Y es bastante extraño porque no tengo claro a dónde los lleva esta decisión. Los que están de acuerdo con estas cacicadas trumpistas y de las JONS ya tienen a Vox. Y los que no lo están saben que, a partir de ahora, el PP de Burgos no es una opción. Tampoco sé si Mañueco tiene algo que decir a esta aberración o, por el contrario, su silencio es señal de aprobación. No olvidamos que él gobernó con Vox cuando lo necesitó, aunque reniegue de aquello. La mera sospecha de que iba a hacerlo le costó miles de votos. Y hasta que no deje claro que no volverá a incluir a Vox en un gobierno, no los recuperará. Lo mismo le pasó -y le pasa- a Feijóo, que pasó de una victoria segura a la imposibilidad para formar gobierno por culpa de los pactos con Vox de Mazón -que no parece el lápiz más afilado del estuche- y del resto de barones. España entendió que el PP se rendiría a Vox si le resultaba necesario, se imaginó a Buxadé dirigiendo la educación de sus hijos y aquello les costó el gobierno. Y volverá a suceder, si no aprenden por el camino.
Es bastante sencillo, pero parece que todavía no lo han comprendido. Y ahora, desde Burgos se dan alas, justificación y razones a las posturas políticas del nacional-populismo de Vox, algo extrañísimo especialmente en Cristina Ayala, de la que tengo la mejor opinión personal y política. Pero se ha equivocado. Si el PP abandona los principios de la Transición, de la Constitución, de la democracia liberal, de la derecha moderada y del humanismo cristiano no volverá a gobernar nunca y yo me alegro. En cualquier caso, según leo, en este caso no es una cuestión de principios sino de estabilidad. Ayala tiene un pacto con Vox y cree que tiene que tragarse algunos sapos si quiere gobernar. Lo que no sabe es que hay sapos venenosos y que si te los tragas tampoco gobiernas: discriminar en función del origen es igual que hacerlo en función del sexo y eso es algo intolerable si quieres gobernar, aunque sea tu comunidad de vecinos.
La respuesta a la decisión de Ayala no solo ha sido el rechazo de Cáritas sino una manifestación que el 'Diario de Burgos' cataloga como «masiva» y un toque por parte de los empresarios burgaleses, que la «exigen reconsiderar la retirada de las ayudas a las ONG». O sea, que ni la Iglesia, ni la gente ni el tejido empresarial. Solo están contentos los votantes de Vox, esos sí. Y los del PSOE, que ven que los errores del PP les acercan a recuperar el ayuntamiento. Un exitazo, vaya.
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Mientras tanto, en Valladolid, el PP ha asegurado que no admitirá injerencias en este tema y que incluirá ayudas a ONGs que trabajan con inmigrantes. La respuesta de Abascal está por ver. Porque de Irene Carvajal no esperamos mucho, ya sabemos que ella hará lo que le manden desde Madrid, aunque haya dejado claro con anterioridad que su grupo municipal no va a permitir en ningún caso que se destinen recursos municipales a cualquier caso que ellos consideren que fomenta la inmigración ilegal. Y, para ellos, la ayuda humanitaria es un efecto llamada, que es algo así como decir que las subvenciones para limpiar los montes son una golosina para los pirómanos.
Tiendo a pensar que, si el PP de Valladolid sigue en esa postura, Abascal romperá el gobierno, como rompió las comunidades. Y por el mismo motivo. En caso contrario queda claro que Cristina Ayala podría desdecirse sin coste político. Y como eso sería intolerable para Vox, la única manera de hacerse valer en el resto de los ayuntamientos es dejar claro al de Valladolid que este asunto es intocable e innegociable. Se agradece la valentía de Carnero y de Rodrigo Nieto. Aunque algunos intentarán convencernos de que lo que demuestra fortaleza es ser un cafre, las cosas funcionan exactamente al revés y solo hay alguien más débil que quien acepta un chantaje, y es quien le impone. Y más cuando los chantajes actúan, como en este caso, sobre los pilares esenciales de una sociedad democrática.
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En cualquier caso, Mañueco no puede ponerse de perfil. Si avala que los ayuntamientos gobernados por el partido que preside excluyan de sus ayudas a todo aquello que a Vox le parezca mal en cada momento, necesitamos saberlo cuanto antes. Y si no lo avala parece necesario algo de liderazgo y de firmeza en las convicciones. No todo es relativo y, desde luego, no se entienden actitudes atrabiliarias como esta, más propias de partidos marginales que de partidos de gobierno. En Castilla y León tenemos elecciones a la vuelta de la esquina. Si Mañueco cree que la mejor manera de ir a ellas es cediendo a chantajes ultras, empujando a Cáritas a no aceptar los recursos que necesita por ser incompatibles con los principios que representa y teniendo a la sociedad burgalesa y a sus empresarios de uñas, creo que se equivoca. Solo una postura que exprese nítidamente cuál es su relación con las políticas de Vox contra los inmigrantes le puede acercar a la mayoría que necesita para gobernar en solitario. En caso contrario ya sabe lo que le toca. Y no es bueno. Y puesto que es un hecho que Abascal va a romper los pactos municipales cuando a él le convenga y por el motivo que se le ocurra, no se me ocurre mejor idea que tomar la decisión por él, darle el trabajo hecho y ponerse de una vez -y sin miedo-, en el lado objetivo del bien.
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