Las primeras imágenes, tras leer que un joven vallisoletano había muerto en Burgos a resultas de un puñetazo traidor, reflejaban las frecuentes peleas que distorsionaban la rutina estruendosa y etílica de las noches de fiesta de mi antaño. Variaban los motivos –un pisotón, una mala ... mirada, una afrenta remota, un 'me dijo tal', un 'no quitaba el ojo a mi chica'…– mucho más que los protagonistas, (casi) siempre la misma gente, siempre guarnecida en un grupo, siempre amparada tras una coartada. El impulso violento latía mucho antes de que la pelea se desencadenase; la excusa se elige después, acorde a las circunstancias, de entre las del repertorio dispuesto. El azar, entonces, se limita a presentar a la víctima propiciatoria.
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La noticia crece, añade información: el chaval asesinado se llama –duele escribir 'llamaba'– Sergio Delgado. El motivo aducido, la legitimación esgrimida previa al impacto mortal, 'ser de Valladolid'. No me sirve como foco. Entiendo, tal vez quiera creer, que centrar la mirada en ese aspecto distrae, que apuntar una causa otorga –por ridícula, patética o nefanda que nos resulte– una razón. Asirnos a la excusa como centro del debate aparta lo trascendente: la respuesta violenta.
Los humanos arrastramos pulsiones atávicas, con frecuencia malinterpretamos el sentido de pertenencia, lo alimentamos con listados de agravios reales o impostados. Es cierto que estos resortes instintivos son estirados en estas tierras insensatamente –asunto aún por abordar– por dirigentes que pretenden su favor recurriendo al aplauso fácil… Pero el puño funesto fue impulsado por una persona. Por ella y no más.
Coda 1. El fútbol no genera, nos refleja, nos muestra lo que como sociedad somos. Si no nos gusta lo que vemos, no le culpemos: se limita a denunciar nuestra realidad.
Coda 2. La pertenencia del acusado, leo, a un grupo 'de ultraizquierda', replica la dinámica apuntada arriba: pulsión agresiva, grupo que legitima y ampara, descarga violenta y coartada.
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Coda 3. Cuesta creer que hubiera intención de matar, pero la violencia, como el fuego, nos desborda, se va de las manos. Huelgan los 'yo no quería'.
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