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Castilla y León estrena curso político preelectoral. Es la única certeza con la que arranca el penúltimo periodo completo antes de las próximas elecciones autonómicas: si todo transcurre como debería hacerlo (que es mucho suponer, mucho), el próximo curso tendrá elecciones en Castilla y León, ... en 2026. Si, y solo si, todo transcurre como debería hacerlo...
Hay dos posturas ante el nuevo curso: la seria y la frívola. En esta segunda, la imagen de un cementerio por el que pasean dos personas es la mejor metáfora para definir a las Cortes de Castilla y León: el popular Alfonso Fernández Mañueco, que arranca el curso político gobernando solo en la Junta (¡Santiago Abascal, qué regalazo le hiciste!), y Luis Mariano Santos, de UPL, son los únicos dirigentes de los partidos representados en la Cámara que están vivos, muy vivos. Los demás, todos 'muertos': El secretario regional socialista, que no líder, Luis Tudanca... Pa' qué gastar espacio y palabras, que diría el castizo; los escándalos de algunos de sus procuradores, que les han llevado a las páginas de sucesos, le han dado la puntilla. El novísimo portavoz de Vox, exvicenada Juan García-Gallardo, bastante tiene con lamerse las heridas de haber perdido la Junta. ¿Y el resto? Ángel Ceña, de Soria Ya!... ¡pero si en 2023 quiso irse para Madrid! Pablo Fernández, de Podemos... Uff; Francisco Igea, ex de Ciudadanos... ¡Válgame el cielo! Pedro Pascual, de Por Ávila... ni fu ni fa.
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Antonio G. Encinas
Pero es necesario no caer en frivolidades. Ni se debe ni se puede. Las cosas en España están tan alborotadas y las políticas de Pedro Sánchez caminan a perjudicar tanto a Castilla y León que hace falta seriedad. La decisión del PSOE (ya no son las siglas de 'Partido Socialista Obrero Español' sino de 'Pedro Sánchez, oe, oe, oe') de pactar con ERC un 'concierto económico para Cataluña' implica que los castellanos y leoneses pasaremos a ser ciudadanos de tercera.Le guste o no a los socialistas escuchar esto, que ya les digo yo que no les gusta, esa es la única verdad: Sánchez pasa olímpicamente de Castilla y León (como del resto de comunidades que no seanPaís Vasco, Navarra y Cataluña). Ese es el quid con el que arranca el curso político: las políticas del Gobierno de España van a perjudicar aún más a Castilla y León. Y, ante esto... ¿qué?
Pues he ahí la clave esencial. La única clave. Ese abandono hacia Castilla y León por parte del presidente socialista y, por tanto, de su Gobierno, otorga una plataforma política (y electoral) del máximo a la Junta de Castilla y León, que vuelve a estar gobernada en solitario por el PP, gracias al impagable obsequio que Vox le hizo antes de verano al acordar romper los gobiernos autonómicos en los que estaban en coalición, entre ellos el de Castilla y León. Todo el campo para Mañueco. Se acabará estudiando la decisión de Abascal en las facultades de Políticas de todo el mundo. ¡Vaya error de bulto! El poder nunca se abandona 'motu proprio'; o te echan, como hizo Mañueco en 2022 con Ciudadanos, o no te muevas. Pero marcharse porque sí, con un argumento inexplicable como el de oponerse a la política de distribución en la península de menores no acompañados, es una metedura de tal calibre que Vox la pagará en las urnas. Sus votantes no lo entienden. Menos aún después de comprobar cómo algunos ya exdirigentes, con MarianoVeganzones y Gerardo Dueñas a la cabeza, mostraron que estaban en política si había coche oficial; se lo quitaron y se fueron del partido.
De cómo Mañueco y los suyos afronten la defensa de Castilla y León ante Sánchez dependerá que el PP regional suba en la intención de voto hacia una mayoría, si no absoluta sí suficiente para no volver a depender de Vox. No valen esas encuestas que algunas terminales informativas afines se apresuraron a decir que ya la tiene; Mañueco sabe que le va a costar sudar tinta acercarse siquiera a ella. Eso sí, tiene mimbres propios (este mes, por ejemplo, habrá firma de acuerdos del diálogo social, enterrando así la antipolítica de empleo de Vox) y mimbres ajenos (el pulso a codazos entre Garcia-Gallardo y Carlos Pollán por la primacía en Vox; o el desconcierto entre los socialistas, con un Tudanca que pide a gritos el relevo).
Tiempo va a haber para comprobar si Mañueco es capaz de afrontar con éxito esa clave esencial de la defensa de la región ante los planes de Sánchez para la financiación catalana. Pero la única pregunta cierta con la que arranca este curso es esta: ¿De verdad las elecciones de Castilla yLeón serán en 2026 o habrá adelanto? Si el proceso judicial sobre su esposa, Begoña Gómez, no es archivado, nadie garantiza que Sánchez no dé la espantada en 2025 y provoque elecciones generales. ¿Política ficción? Si se lo pensó cinco días en abril, ¿por qué no va a volver a hacerlo? Y si se adelantan las generales, fijo que se adelantarán las de Castilla y León.
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