

Secciones
Servicios
Destacamos
Hay paquetes de aire que son secos y otros húmedos; unos que son muy fríos, otros sólo fríos y otros cálidos. Cuando una de esas ... masas de aire se encuentra con otra muy diferente, empiezan los problemas. El choque, raras veces es pacífico. Es tan violento, de hecho, que allá donde se encuentran se genera un frente, como en las guerras. La elección del vocablo no es casual: se usa esa palabra porque en la época en que el científico sueco Vilhelm Bjerkness (léase el apellido como 'vierknes') se dio cuenta de esto Europa se encontraba entonces en otra de sus guerras, como siempre, y a Bjerkness le pareció un buen símil.
Las masas de aire frío suelen estar al norte, y las cálidas al sur. En los tiempos de paz atmosférica, discurren en paralelo. Pero la franja que las separa es una frontera inestable, en la que siempre pasa algo. Basta con que una masa se adelante un poco respecto a la otra para que se empiecen a producir distorsiones en su flujo. Enseguida, se producen los primeros roces, que se traducen en que las masas se enganchan y se curvan, como cuando un luchador de sumo se agacha, agarra al otro por abajo, por el mawashi y empieza a girar para intentar desestabilizarle y sacarle del círculo.
Si una masa de aire frío entra por abajo contra una masa de aire cálido lo que sucede es que la levanta. Suele entrar como una cuña, de manera que el aire cálido se eleva, progresivamente. El aire cálido lleva más humedad que el frío, más seco, y la baja atmósfera (contra toda intuición) es más fría según ascendemos, así que, al elevarse esa masa de aire cálido parte de su humedad (que aún es invisible al ojo humano) se condensa. Se forman entonces las nubes.
Lo que vemos desde el suelo es lo siguiente. Al principio, empiezan a llegar nubes altas. Luego llegan nubes medias, y al final nubes que han ido evolucionando, pasando de estar formadas por gotitas de nube a gotas de agua, o cristales de hielo. Esas nubes son espesas, se extienden en toda la troposfera y vienen cargadas de lluvia. Llueve entonces bastante y tras un periodo de tiempo variable, llega una ligera calma y aumentan un poco las temperaturas, porque estamos sumidos en la masa de aire cálida.
Lo que nos llega después es el resultado de que esa masa de aire cálida ha rodeado a la fría por detrás y, adelantándola, empieza a cabalgar por encima de su retaguardia. Ocurre entonces que la masa cálida se eleva; no como antes, empujada en cuña por la fría, sino deslizándose ella sobre la fría. Al elevarse, el vapor de agua que contiene se condensa, pero de una forma diferente a la del principio. Ahora el ascenso es más suave, y las precipitaciones menos intensas y abundantes. Este es el resultado del paso de lo que se llama el frente cálido. El anterior era el frío.
Poco a poco ambas masas de aire se van mezclando y perdiendo sus caracteres singulares. La masa fría va perdiendo temperatura y la cálida su humedad, fundiéndose ambas de una manera suave en superficie y dejando sus diferencias para las partes más altas de la troposfera hasta que ambas se funden y equilibran sus propiedades.
Este proceso suele ocurrir en oleadas. Los trenes de borrascas que hemos sufrido en marzo son el resultado de la repetición de este proceso. Viene una borrasca, con su frente frío y su frente cálido, y luego otra, dirigidas desde lo alto de la atmósfera por el señor de las tormentas, el chorro polar. El mes pasado sucedió que un anticiclón muy potente se situó en Islandia, moviendo las borrascas hacia el sur. Por eso no ha llovido más de lo normal en Galicia y en el Cantábrico y aquí nos hemos hartado de recibir agua que, por otro lado, es más que bienvenida.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.