Secciones
Servicios
Destacamos
No hay depresión que no tenga tras de sí un duelo y una pérdida. Si la depresión es el bloqueo o el colapso de deseo, no está de más echar una miradita por dentro para ver dónde está el obstáculo que la despierta, que será ... siempre algo perdido que no hemos podido recuperar a tiempo: un amor, un amigo, un trabajo, un ideal, una decepción de cualquier tipo, la salud, la tranquilidad. Cualquier cosa, en definitiva. Todo puede repercutir en la vida como un extravío que nos entristece y que si se prologa o intensifica nos melancoliza.
Los hechos se complican cuando comprobamos que los duelos y las pérdidas, además de responder a un tropiezo del deseo, también son beneficiosos y colaboran para que otros deseos fructifiquen. Para desear hay que echar algo de menos, y no hay nada como los duelos para cargarnos de faltas y ausencias. La vida, en realidad, es una historia de duelos de pies a cabeza, una crónica de pérdidas que estimulan el flujo de deseo para intentar recuperarlas o para sustituirlas. Así que, cuando pierdes algo te entristeces y a veces lo haces tanto que te deprimes, pero si no pasas por esa experiencia ingrata, se agota el manantial que te provee de afanes y ganas y pronto te hundes. Este vaivén del deseo frente al duelo, que unas veces te salva y otras te condena, es el responsable de que cueste tanto encontrar el término medio, ese lugar estratégico tan ponderado por la ética clásica y que hoy echamos mucho de menos, en tanto que representa la garantía interior de firmeza de carácter y de un centro de gravedad competente. El hábitat humano siempre se afinca entre Escila y Caribdis, 'entre matamala y matapeor', pero un mundo tan complejo y multiforme como el actual agobia y estrecha ese punto medio por lo que recurrimos bien dispuestos a los binarismos y la polarización. En vez de mantenernos en la verdad anfibia y a medias, que es más higiénica y condición necesaria de libertad y entereza, nos refugiamos a la chita callando en una fe que nos reconforte o en un bulo que nos proteja.
Hay un duelo original que todos debemos remontar en su momento si queremos disfrutar del deseo y superar las zancadillas que nos amenazan. Dicen que sucede hacia los dos años a más tardar. En ese periodo tan precoz caemos en la cuenta de que no somos omnipotentes, que la madre es buena y mala a la vez y que no disfruta tanto de nosotros como para olvidarse de los demás. Nuestro destino se forja bajo ese sufrimiento y la presumible soledad que augura. Si tras el desengaño, la envidia y el odio que despierta el infausto descubrimiento, salimos adelante con suficiente gratitud y ganas de reparar y ayudar a los demás, vamos por buen camino y aseguramos de paso nuestra madurez mental. El deseo en lo sucesivo circulará ágil y bien dirigido, solo entorpecido por los enredos neuróticos de unos deseos con otros.
Noticias relacionadas
Sin embargo, entrar en la senda del buen ánimo y el equilibrio no es una garantía definitiva de tranquilidad. Cualquier infortunio o daño irreparable puede dar al traste con una existencia serena y saludable. La vida es una mezcla de destino y azar, por lo que nadie está libre de un accidente fortuito o de una fatalidad que le deprima. Ahora bien, cuando el sujeto se sostiene firme sobre su belleza interior, los bloqueos posibles del deseo no provienen de debilidades íntimas repetitivas sino de circunstancias externas inevitables: accidentes, muertes, desdichas, adversidades.
Hay, en cambio, otras depresiones espontáneas que tienen una causa más profunda. En este caso son depresiones más intensas y melancólicas. Surgen de la noche a la mañana. Las sufren quienes no han recibido o no han podido asimilar las ayudas imprescindibles de los padres para encauzar aquel duelo original del que hablaba. Por ese motivo quedan señalados y en penuria libidinal. Su identidad queda agujereada, llena de parches y el depósito del deseo tiene pérdidas automáticas y se desangra. En estas condiciones, uno no se deprime por un bloqueo del deseo sino porque, falto de nutrientes, colapsa.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.