Es fácil, muy fácil, con los ojos de 2022 hablar del peso que tienen las mujeres en las redacciones de los medios de comunicación, en general, y de los periódicos en particular. Pero hay que ponerse mentalmente en los años 70 del pasado siglo para ... ver que si algo brillaba por su ausencia en una redacción y, por tanto, en la profesión periodística, era la presencia de mujeres. Y en estas llegó Maribel Rodicio a la Redacción de El Norte de Castilla, aquella de la primera planta del viejo edificio de Montero Calvo, en pleno corazón urbano de Valladolid. Y a partir de ahí comenzó a moldearse una figura del periodismo vallisoletano con un proceso tan pormenorizado como imparable, tan detallado como veloz y con tanta determinación que dio como resultado una periodista de su época que llevaba el periodismo en vena.
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Para calcular la dimensión de Maribel Rodicio en el mundo de la información, y justo en el tránsito de la linotipia al ordenador y el desarrollo informático, basta con repasar su obra y darse cuenta de que lo que hacía era sencilla y llanamente periodismo. Nada más, pero nada menos. Periodismo. Aunque tocó todos los estilos, fue una gigante de la crónica, de la entrevista y de la opinión. ¡Casi nada! Cualquier estudiante de Periodismo que quiera hoy moverse como entrevistador, como cronista o como analista tiene un magisterio único en la hemeroteca con la firma de Maribel Rodicio. Además, para hacer lo que debe hacer un periodista que se precie de tal: pensar en los lectores a los que se dirige y darles el fruto máximo de su trabajo.
En ese ir moldeando a diario la gran figura del periodismo que al final es Maribel Rodicio, cabe concluir que logró en su vida profesional lo máximo a lo que puede aspirar un periodista: que el lector se fíe de que lo que lee es verdad, entre otras cosas, por la firma de la noticia y la cabecera en la que publica. «Si lo dice Maribel Rodicio...» o «Lo ha dicho Maribel Rodicio» eran expresiones que más de uno de sus miles de lectores en El Norte de Castilla tuvieron en su mente o expresaron alguna vez a lo largo de sus vidas. Porque eso era Maribel en el Periodismo y, además, en el decano de la prensa diaria en España: garantía de autenticidad y de fiabilidad. Y de cercanía, tanto con las fuentes como con los lectores. Y de imparcialidad, tanto con las fuentes como con los lectores. Y de elegancia, porque su dominio de la lengua castellana y el empeño por su buen uso convirtieron sus crónicas, entrevistas y análisis en piezas para leer y releer. Por ejemplo, sus crónicas taurinas no envidiaron a ninguna de las de los grandes referentes en un mundo, el taurino, en el que pese a ser de hombres ella supo hacerse hueco en Valladolid. Y si Maribel decía que la faena había sido de oreja, ¡ay del presidente de la corrida si no la había concedido! Fue posiblemente como cronista taurina donde ella alcanzó el cénit del uso magistral del lenguaje, algo que extendió a la crónica social, de la que también fue referente en la última década y media del siglo XX. En esta consiguió que muchos lectores abriesen el periódico muchas mañanas buscando lo que firmaba y sí, si un acto social no contaba con una crónica de Maribel Rodicio en El Norte, directamente era considerado de inferior categoría, de serie B. Ejerció de vallisoletana por los cuatro costados, Y pese a su raíz palentina, que cultivó toda su vida: nadie diría que no hubiera nacido en Valladolid.
Como entrevistadora logró no solo marcar estilo propio, lo cual ya era un éxito, sino que el propio entrevistado supiese que si era Maribel quien iba a hacerle la entrevista para El Norte era porque el periódico consideraba del máximo interés para sus lectores lo que fuese a expresar. En las entrevistas, sin bajar la guardia en lo del cuidado del lenguaje, era capaz de mostrar al entrevistado más allá del personaje y ahí se expresó ella como la gran periodista que fue. Porque Maribel sabía sacar petróleo de una baldosa. Y cuanto más complicado se ponía el entrevistado, más se crecía la entrevistadora. Nunca hizo faenas de aliño ni dio por perdida una batalla, entendiendo por tal que si aquel o aquella a la que entrevistaba se cerraba en banda no hacía sino activar la maquinaria por medio de la cual lo que podía haber sido solo una entrevista a secas, se transformaba en una gran entrevista.
Y como analista... 'De ayer a hoy', la mítica sección local, tiene auténticas joyas del periodismo de Opinión que llevan su firma. No le dolían prendas si tenía que reconocer éxitos de alguien; lo destacaba, pero sin ensalzar, que Maribel tenía el frasco de los elogios como los de los perfumes caros: pequeños y para los días que inciensan. Pero si tenía que criticar, ¡ay del que fuera objetivo de su acerado comentario! El protagonista de lo primero, podía pasearse ufano por la cale Santiago el día que aparecía en El Norte algo relativo a él firmado por Maribel. El sujeto de lo segundo era carne de meterse en casa y estar varios días sin salir. Ahora que se aproxima la Semana Santa, imposible no acordarse de un 'De ayer a hoy' que en la década de los 90 tuvo como tema central una guía de Semana Santa de Valladolid que incluyó imágenes de la fachada del Ayuntamiento con el yugo y las flechas de la época franquista... ¡pese a que había transcurrido más de una década de la muerte del dictador! Temblaron los cimientos de la ciudad con aquel comentario y a más de un edil le recorrió por su cuerpo un sudor frío durante días...
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Su incursión en el mundo de los gabinetes de prensa -estuvo en el primero de las Cortes de Castilla y León, con el único presidente socialista que han tenido estas, entre 1983 y 1987- cabe concebirlo como una consecuencia de su enorme curiosidad, cualidad innata a un periodista que se precie de tal. Quiso saber lo que era eso de los gabinetes de prensa y pudo comprobarlo 'in situ'. Pero pudo más en ella el periodismo de redacción, de pisar la calle, de perseguir la noticia, de contar lo que pasa y, culminada la primera legislatura autonómica, volvió a El Norte de Castilla donde, sin ser consciente de ello, ejerció un magisterio profesional que hoy, 20 años después de que firmara su última crónica, adquiere su máxima dimensión.
Y, en el fondo de todo lo que hay en ella como la gran periodista que siempre se mostró, trasluce lo buena persona que fue. Quiso dar la razón a Ryszard Kapuscinski, quien sentenció que «las malas personas no pueden ser buenos periodistas». Es larga la lista de compañeros de redacción que pueden atestiguar, veinte años después de que un accidente de tráfico le impidiese seguir ejerciendo la profesión periodística, que tras la enorme periodista Maribel Rodicio había una buenísima persona, radicalmente independiente, pero extraordinariamente entrañable y solidaria. Si Maribel decía esto o lo otro y daba su palabra, iba a misa.
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Ni Maribel quedó en deuda con el periodismo, porque se entregó completamente a la profesión; ni el periodismo quedó en deuda con Maribel, porque este le dio todo a ella. Al final, tanto en la vida como en el periodismo, cuando se abrían las páginas de El Norte y se leía su firma, solo cabía pensar: «Si lo ha dicho Maribel...».
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