Diálogo, pero menos
AUDIOCARTA DEL DIRECTOR ·
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AUDIOCARTA DEL DIRECTOR ·
«Estamos, como sociedad democrática, desorientados, bastante peor de lo que pensábamos»Lo más inquietante de lo dicho por la diputada de ultraderecha italiana Giorgia Meloni en un mitin de Vox celebrado hace unos días en Marbella, todo ello aplaudido por cientos de simpatizantes del partido, entre ellos su máximo dirigente, Santiago Abascal, y la candidata ... Macarena Olona, no fue lo de la «universalidad de la cruz», lo de la ideología de género, los lobbies LGBT, la familia natural, el abismo de la muerte, las fronteras seguras ni otras expresiones propias de sus postulados ideológicos. Lo más grave es que planteó, como anticipo y contexto de todas ellas, un modelo de convivencia excluyente y basado en dicotomías: «No hay mediaciones posibles. O se dice sí o se dice no».
Este discurso de máximos afilado contra los límites de lo razonable -que comparten las fuerzas políticas a un extremo y otro del arco ideológico- es lo que a mí de verdad me intranquiliza. Como, por otra parte, me intranquilizan las campañas de desprestigio con que se emplean los portavoces de Unidas Podemos contra la prensa o contra la justicia, básicos, a pesar de sus defectos, en la vertebración de toda democracia. Ahí tienen el cuajo de Mónica Oltra en Valencia, tras ser imputada, y de su presidente, Ximo Puig, mirando hacia otro lado.
Estos discursos, que son más viejos que una montaña, sabemos a dónde conducen. Desde luego, no nos llevan a espacios de encuentro, diálogo, cesión ni concordia, sino a terrenos de polarización, incomprensión y tensiones. En política, como en todo, puedes tomar fundamentalmente dos tipos de decisiones: las tácticas y las estratégicas. Las que, digamos, cambian las palabras y las que cambian el lenguaje. Las que mueven los muebles de sitio y las que desencadenan un cambio de vivienda.
Vox, en su impulso extremista, es más o menos impetuoso o rupturista cuando critica el modelo de la Unión Europea, propone eliminar las autonomías -decisión con la que se puede estar más o menos de acuerdo- o modificar todo tipo de leyes (fiscales, educativas, sociales...). De acuerdo, negociemos. Sin embargo, Vox es turbador cuando sus propuestas atacan los espacios esenciales de la democracia, como el Diálogo Social, y a los actores que lo protagonizan.
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Independientemente de que eso se haga con más o menos recursos económicos. Porque la democracia es precisamente eso, el modelo de las mediaciones, de la renuncia, de los matices y los grises, del puede que sí o puede que no, del a veces, del depende. Es decir, del debate, la negociación, el encuentro y el acuerdo. Por eso, y respecto del anuncio de recortes económicos a los agentes sociales conocido esta semana, en Vox deberían darle otra pensada. Una más. Si se trata de una cuestión meramente financiera, no fundada en el deseo de asfixiar e inutilizar algunas partes vitales del cuerpo social y de concertación de nuestra comunidad autónoma, como son los sindicatos y la patronal, tendrían que empezar por incluir otras muchas partidas de recorte de todo tipo. Y la primera de todas ellas sería la de los propios partidos políticos, cosa que no sucedió con el arranque de legislatura. Así que no resulta muy creíble el espíritu conciliador de quien propone este ajuste ni su defensa del Diálogo Social, más si el anuncio viene acompañado de apelativos a los destinatarios como 'apesebrados'. Lo promete Vox en su Agenda España, en el capítulo uno, titulado 'Igualdad entre españoles'. Y con esta medida concreta: «Suprimir todos los organismos ideológicos y subvenciones a partidos, sindicatos, patronales y otros entes políticos». Pero lo cierto es que la Constitución Española consagra en su título preliminar, artículos 6 y 7, el papel de los partidos y los agentes sociales, y además garantiza en el 37 «el derecho a la negociación colectiva laboral entre los representantes de los trabajadores y empresarios, así como la fuerza vinculante de los convenios».
O sea, no hablamos de chiringuitos ni de tinglados, de cosas menores, sino de pilares básicos de nuestro sistema de convivencia y nuestras reglas económicas.Que los representantes y cargos de Vox o sus simpatizantes y votantes -como, repito, también sucede en el otro extremo del arco ideológico- no tengan estudiadas (o sí) estas cuestiones puede acabar siendo un problema. Que el PP lo consienta o lo trivialice o que los agentes sociales se queden mudos varios días ante una medida de esta envergadura, es mucho más grave que un problema: es el síntoma de que estamos, como sociedad democrática, desorientados, bastante peor de lo que pensábamos. Hasta hace unos meses, el Diálogo Social de Castilla y León, un prestigioso foro de consenso basado en la confianza, la credibilidad, la representatividad y la interlocución, era intocable. Desde esta semana, y más si hay elecciones en Andalucía, parece que ya sabemos que cualquiera puede manosearlo como le parezca.
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