Una joven sostiene en brazos a un perro tras un ataque con misiles en Kiev, Ucrania. Efe

Una dana mundial de incertidumbre

De aquellas aspiraciones vividas por el disfrute de una paz en democracia hemos pasado, sutilmente, a vivir un cierto grado de inquietud social, que está demandando otras fórmulas de gobierno más estrictas o exigentes

Baltasar Rodero

Valladolid

Lunes, 30 de diciembre 2024, 12:48

En este momento, están en activo más guerras a escala mundial que en cualquier otro momento de nuestra historia, circunstancia que hace evidente la confluencia de diferentes factores, entre los que se pueden destacar los desencuentros entre los diferentes gobiernos por la disputa de intereses ... económicos, de poder o dominio; la falta de diálogo entre los pueblos que permita contrastar criterios y llegar a acuerdos de entendimiento y colaboración; el afán de poder, poseer y dominar de algunos líderes mundiales, que se eternizan en el cargo por la fuerza; las soberbias, los egos, el afán de expansión, el ansia de dominio o de ampliar fronteras; la necesidad de supervivencia cuando se vive en precario, por el hambre o graves limitaciones; las incompatibilidades doctrinales de carácter, religioso, de raza, cultura… y el deseo de imposición de las mismas; la abundancia de autocracias, en cuyos regímenes se cercenan los derecho de los ciudadanos, siendo sometidos; los múltiples abusos del poder, propios de pueblos inconformistas con deseos de expansión y de aniquilación de otros; la proliferación de armas y su, cada día, mayor sofisticación, apostandoúltimamente por la utilización de la energía atómica… Son todos factores que en ocasiones sutilmente, y en otras de forma ostensible, vienen protagonizando nuestra convivencia, haciéndola cada día más oscura e irrespirable.

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La forma de gobierno, tan deseada y preconizada por la mayoría de los pueblos, la democracia, parece que ha entrado en crisis; así se puede deducir de una encuesta realizada en treinta y cinco naciones con regímenes democráticos, en los que el 85% de los ciudadanos votaron a favor de los regímenes democráticos y el 42%, de los comprendidos dentro de la franja de los 18 y 35 años votó dictadura, y si esta es militar mejor. Aunque el 71% de los encuestados mayores de 35 años se decanta por una democracia, los jóvenes no lo ven así. Ante esta realidad, hay que pensar que algo está pasando, de aquellas aspiraciones vividas por el disfrute de una paz en democracia hemos pasado sutilmente a vivir un cierto grado de inquietud social, que está demandando otras fórmulas de gobierno más estrictas o exigentes.

Parece que el individualismo, fruto, además de la competitividad, del auge de las redes sociales, que a la vez de acercar nuestros contactos nos alejan como personas que conviven, son el verdadero protagonismo, y que desde las sensaciones de soledad que generan, vamos necesitando cada día con más fuerza un grupo de referencia o de identidad que nos cohesione y fortalezca. Esta es la aspiración que va penetrando en nuestra sociedad, en la que aquel aspirante a gestionar este déficit, generalmente atrevido, impulsivo, insatisfecho, lleno de fantasías de poder, de control y de orden, sea más o menos inteligente, puede aspirar a apropiarse de este estado general, vendiendo respuestas baratas para problemas complejos, en el fondo, a salir de la neblina que a todos nos ciega, siendo tan atractiva que no pocos individuos se suman a estos movimientos, surgiendo cada día más partidos y con más poder, hasta en la mayoría de naciones democráticas clásicas: Alemania, Francia, Holanda, Bélgica, Polonia, Rumania, Austria… La filosofa Hannah Arendt, habla de la sensación de pérdida de control social por el caos en el que estamos instalados, con tantos acontecimientos fuera de control, como el cambio climático, las desigualdades e injusticias cada día más notorias, el hambre, la violencia generalizada, las matanzas en masa..., como fruto de la soberbia de los pueblos más fuertes, sin que asistamos a una respuesta concreta correctora.

«La forma de gobierno tan deseada y preconizada por la mayoría de los pueblos, la democracia, parece que ha entrado en crisis»

En este lodazal, los populistas del momento que, por una parte, agitan las diversas inquietudes y enfrentamientos con el orden establecido, a la vez que jalean la violencia provocada por las limitaciones sociales y, por otra, transmiten una sensación de miedo a esta situación, casi de pánico, preconizan un camino fácil y sencillo, para cuestionar, discutir e intentar destruir ese orden constitucional, seduciendo así a los huérfanos de criterios bien estructurados, para aceptar esta doctrina, y con ello conseguir ser uno más de su grupo, que implica la solidaridad de los suyos y, como consecuencia, salir de su anonimato siempre aterrador. De esta forma Hitler, desde el desorden social, la anarquía y las dificultades económicas… propuso aquello que todos esperaban, orden y trabajo, buscando la cohesión del grupo frente a sus enemigos y culpables, los judíos, que había que exterminar.

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De tal forma que en pocos años, y desde una paranoia controlada, impuso por la fuerza a los suyos el orden con total pérdida de libertades para todos, y todos como uno, desde una pétrea cohesión, asesinaron a millones de judíos, gitanos y discapacitados.

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