El viaducto se viste de seda
«No hay riesgo a pesar de los desconchones, los hierros sueltos y el hecho de que en toda España estén como locos por tirar estas cosas»
A la derecha pueden ustedes observar que Julia, la señora del segundo efe, ha puesto visillos nuevos, con un gusto dudoso, por cierto, y que ... el adolescente del tercero, en vez de preparar la selectividad, está tiquitaca con el móvil, el muy irresponsable. Y esto lo pueden ver ustedes gracias a este fantástico viaducto recién asfaltado, pintado y ensanchado, con unas biondas modernas que garantizan la seguridad de los vehículos. Aquí –cruzo los dedos y toco viga de madera– no se cae ni Rita. A la izquierda, abajo, podrán observar la mano de chapa y pintura de cinco milloncejos que le estamos dando, bienaventurada la Junta, al mamotreto llamado «estación de autobuses». Una obra que nos va a permitir, en el futuro, ahorrarnos los 28 kilos que la sociedad Valladolid Alta Velocidad se iba a gastar en construir una estación de buses de verdad al otro lado de las vías, conectada con la nueva estación de trenes. Es verdad que esta queda así como a trasmano, pero el paseíto maleta en mano te sirve para contabilizar trescientos pasos por lo menos, que hay que cuidarse.
Esta pequeña obra, además, ha permitido reducir de dos carriles a uno la incorporación lateral hacia el Campo Grande, construir allí una acera que no puede utilizarse, subir los bordillos entre los pilares para que los vehículos dejen de aparcar debajo del viaducto, no sea que se desprenda un cascote, y mover la parada del autobús unos metros por lo mismo.
Que está todo bien, ojo. No hay riesgo a pesar de los desconchones, los alambres sueltos y el hecho de que en toda España están como locos por tirar estas joyas de la ingeniería. Aquí no. ¿Daniel del Olmo? Con tres millones lo dejamos como este. Vestido de seda.
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