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En días como estos, es corriente escuchar a dirigentes de formaciones políticas que han visto truncadas sus aspiraciones electorales escondiéndose detrás de todo tipo de causas y razones exógenas a sus actuaciones o decisiones. Bien porque han caído derrotados, bien porque han sido desalojados de ... sus gobiernos. En la cúspide de este mirar hacia otro lado sobresalen quienes culpan de sus males al electorado. Cuesta creerlo, pero los hay que creen que votamos mal.
Lo más difícil de todo, sin embargo, es encontrar a quienes, habiéndose presentado como cabeza en una candidatura libre y voluntariamente, sobre todo en una de alcance municipal, al final del recuento dictaminen que la responsabilidad muy principal de cualquier posible fracaso esté ligada a errores propios, no ajenos. En realidad, después de haber vivido bastantes noches electorales y de leer, escuchar y escribir muchos análisis previos y posteriores a dichas citas con las urnas, sostengo que, casi siempre, las claves de toda expresión democrática de la ciudadanía a través del voto son numerosas y muy complejas.
Es lo que ha sucedido este domingo en Valladolid. Junto a estas líneas se muestra un gráfico con la variación de los porcentajes de voto en cada barrio de la ciudad. Sirve para explicar el titular del artículo: por qué el soterramiento del tren no ha sido la causa del cambio de alcalde, aunque sí quepa señalarlo como un síntoma claro de la excesiva autosuficiencia, digámoslo así, con que el PSOE ha manejado la polémica.
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¿Por qué el soterramiento no ha sido el desencadenante principal de la caída de Puente? Porque en los cuatro barrios (Arco del Ladrillo, Canterac, Pajarillos y Pilarica) donde ha obtenido más votos la plataforma Contigo Avanzamos (CA), creada exclusivamente con ese punto en su programa, esta apenas ha logrado una media del 3,9% de los sufragios. De ellos, solo en Pajarillos el PSOE ha perdido porcentaje de apoyos, dos puntos. En los otros tres se ha quedado con el mismo que hace cuatro años y, en fin, en todos ellos ha logrado una mayoría aplastante: con una media del 43,5%.
Por tanto, no ha habido una movilización en favor del soterramiento ni el PP ha capitalizado ningún descontento generalizado en esos barrios ni parece que el líder de CA, Cecilio Vadillo, haya tenido en ningún momento la mínima posibilidad, con 2.700 votos, de alcanzar un solo concejal en la Casa Consistorial. Más aún, parece muy aventurado deducir que esos 2,700 votos han salido de la bolsa del PSOE o de VTLP. Dicho de otro modo, ¿puede demostrar alguien que esos 2.700 votos no hubiesen caído del lado del PP o Vox si CA no hubiese concurrido a las elecciones? Porque a lo mejor Vadillo ha sido no tanto quien ha causado el desalojo de Puente, sino quien ha impedido la victoria del PP.
Consecuencia de todo ello, el soterramiento no parece un tema crucial ni central para la ciudad. Ni siquiera, particularmente, para los vecinos de sus zonas más implicadas. Al menos desde un punto de vista electoral. Algo que ya sabíamos, por otra parte. Porque se trata de un proyecto antiguo, manoseado por todos y que, para una mayoría, quedará relegado durante mucho tiempo en el trastero de todo ese montón de cosas que los políticos prometen y no cumplen.
Ahora bien, el soterramiento sí ha podido ser determinante, y por la mínima, para los objetivos del PSOE como síntoma de una actitud y de cierta soberbia. Me explico. Hace poco más de un año, intenté explicar en el despacho de Alcaldía durante más de una hora, no sé si con éxito, por qué ni El Norte de Castilla ni un servidor nos estábamos posicionando a favor ni en contra de quienes defendían el soterramiento o el plan de integración. Para mí fue una conversación provechosa y clarificadora en la que aprendí bastantes cosas. Pero, al hilo de lo que tratamos en ella las cuatro personas presentes, mi empeño fue distinguir, primero, los proyectos de las personas que los defienden o denostan. Y después, a las personas de sus argumentos. Para la ciudad es claramente mejor el soterramiento que los túneles, pero luego hay muchas otras variables presupuestarias, burocráticas, de prioridades, temporales, administrativas o intereses políticos que hay que calibrar. Y junto a lo anterior, argumentos mejores y peores para proponer o rechazarlo.
En ese sentido, lo que siempre me ha parecido absurdo, por inútil, es la intención de zanjar políticamente determinados temas, de expulsarlos de la conversación pública. Más aún, concluir que algo, como en ese caso el soterramiento, no es deseable ni ilusionante para miles de vecinos. Aunque sea muy difícil. Incluso si es imposible de lograr. Ahí es donde creo que el PSOE, y Puente en gran medida, han cometido un error lo suficientemente sensible, que no es lo mismo que grave, como para haber costado el puñado de votos que le hubiesen sostenido en la alcaldía. El soterramiento será un tema, una pulsión, una esperanza, un sueño que todo alcalde o aspirante a serlo tendrá que manejar, gestionar y encauzar, nunca zanjar. La política es el arte de lo posible, pero sobre todo de lo imposible. Si finalmente, en unos meses, Feijóo es presidente del Gobierno, el país, la comunidad y la ciudad estarán bajo el mando del mismo partido, el PP. Y será un buen momento para comprobar hasta qué punto el soterramiento es practicable. Si no lo es, tendría que asumir todo tipo de críticas, pero dudo que el futuro alcalde, Jesús Julio Carnero, dejara que tal extremo lo convirtiese en un político anti soterramiento.
En definitiva, hay muchas otras causas, más relevantes, más profundas, para explicar lo sucedido el domingo, pero esta es una lección que no deberían olvidar sus protagonistas: a la ciudadanía, en democracia, hay que escucharla siempre, hasta cuando no tiene razón. Hay que empatizar con sus frustraciones. Y jamás de los jamases hay que decirle de lo que debe o no discutir ni pretender.
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