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Me ha parecido desolador que la muerte de una educadora social de 35 años en Badajoz, a manos de tres menores, haya pasado de puntillas ... por los medios de comunicación. Ningún ministro ha hecho declaraciones al respecto, porque supongo que hechos como este van en contra del relato político oficial, que sostiene que los menores son siempre víctimas a las que hay que amparar, hagan lo que hagan y caiga quien caiga.
A estos menores de Badajoz, que tienen entre catorce y diecisiete años, su crimen cobarde les saldrá gratis, como si lo hubieran perpetrado en un videojuego. El Sistema los envolverá en una burbuja protectora, mientras que a la mujer asesinada no le dieron para defenderse ni un aerosol de pimienta que cuesta 20 euros.
En Castilla y León, contamos con el Zambrana, que es un centro de internamiento para menores conflictivos. La Junta delega su gestión en una empresa, en lugar de asumirla directamente. Como siempre que se privatiza algo, lo prioritario pasa a ser el beneficio económico y ya después, en segundo plano, el servicio que prestas.
Frecuentemente, en el Zambrana se producen agresiones a los trabajadores, quejas por falta de medios y de personal, bajas por depresión y ansiedad. «Cuando vieron que no les podíamos castigar, se reían de nosotros», ha declarado un empleado del centro en este mismo periódico, porque ahora la tendencia es esa: negociarlo todo, dialogar, consentir, aunque los menores armen trifulcas tremendas, no sea que los pobrecillos se vayan a traumatizar.
Existen muchas razones por las que alguien puede tener comportamientos disruptivos (como se dice ahora): una familia desestructurada, una infancia dickensiana, adicciones varias… Todas ellas las entiendo, pero ninguna es una coartada para sobrepasar ciertas líneas. Y luego también hay gente mala, sin más. Para este panorama del siglo XXI nuestra legislación no está preparada.
En general, en nuestra sociedad, a los niños y adolescentes ya no se les pone límites, ya no se les enseña a estar en el mundo respetando a las otras personas con las que comparten el espacio. En casa, hacen lo que les da la gana, a los profesores de instituto se les ha arrebatado la autoridad, y la tele y las redes sociales no son precisamente una escuela de virtudes.
Habrán oído ustedes citar muchas veces eso de que la educación de un niño no sólo concierne a los padres, sino a la tribu entera; pero a muchos niños y adolescentes los está educando la mismísima selva, que es algo muy distinto. Y así nos va.
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