Cuando me aburro mucho me da por seguir las comparecencias de nuestros políticos en momentos tan difíciles como los que estamos viviendo; gracias a esta manía les escucho hablar de cosas que a veces interesan a todo quisque y otras solo a ellos. Por eso me enganché a la última rueda de prensa ofrecida por el vicepresidente del Gobierno regional hablando de temas generales y, sobre todo, alejados de las mociones de censura que siguen ocupando demasiadas páginas y espacios informativos. De todo lo que estuvo contando el señor Igea durante una hora larga me llamó la atención un asunto pequeño pero profundamente humano: la llegada a esta comunidad de menores tutelados y la acogida que les dispensan las administraciones públicas.

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Hablo de esos críos que sus mayores empujan al cayuco para que se busquen una vida mejor en otras tierras. A pesar de los años que llevo en este negocio del periodismo se me parte el alma cuando los veo desembarcar en cualquier puerto abrigados con una manta de Cruz Roja, y me pregunto qué será de ellos desde que llegan a España y dónde acabará su aventura. Ayer supe que la Junta protege y tutela a más de mil quinientos menores migrantes no acompañados, que ignoro si son muchos o pocos pero me tranquiliza saber que alguien se ocupa de ellos aunque me gustaría trasladar a los que mandan esta pregunta sencilla: ¿podemos traer a más o ya no hay sitio para ninguno?

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