M. Sáiz-Pardo / L. Pérez
Madrid
Domingo, 24 de noviembre 2024, 00:04
Todo comenzó donde se forja la vida cotidiana en este país: en un bar tomando un café. Un día en la segunda mitad de 2018, cuando Pedro Sánchez acababa de llegar a la Moncloa y había situado a su mano derecha en el PSOE, José ... Luis Ábalos, al frente del complejo pero también goloso Ministerio de Transportes, el destino de Víctor de Aldama se cruzó con el de Koldo García en un local hostelero próximo al edificio gubernamental en Madrid. Rubén, el hermano de Aldama, policía de profesión y escolta hasta el cambio de Gobierno del exministro del PP Íñigo de la Serna, le presentó al hombretón que hacía de todo para Ábalos y éste quedó en llamarlo. Lo hizo. Conectaron. «Lo tienes a huevo para hacer cosas», tradujo luego Rubén a su emprendedor hermano, al que ya no frecuenta, de aquel contacto inaugural con García.
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Pocos meses después, el 4 de febrero de 2019, Víctor se desplazó en visita «oficial» con el ministro a Oaxaca –él era agregado comercial allí con tratos con el todopoderoso PRI mexicano– para encauzar hacia España el contrato de la 'línea verde' de Riviera Maya. «El viaje, básicamente, lo organizo yo», se lo describió Aldama el jueves a Ismael Moreno, el juez del 'caso Ábalos-Koldo'. Y «fue un éxito», remató. La víspera de aquel vuelo, Koldo inmortalizó al empresario en la incómoda fotografía junto al presidente del Gobierno en un acto electoral en el teatro de La Latina. Teatro es, justamente, lo que atribuyen Sánchez y los suyos a «la inventada» del «nuevo 'pequeño Nicolás'».
Pero sin ni siquiera tener en cuenta el presunto cobro de mordidas que Víctor Gonzalo de Aldama Delgado (Madrid, 1978) habría canalizado a ministros y cargos del PSOE, tal y como declaró en la testifical voluntaria que ha inducido otro terremoto en la España política, lo destapado hasta ahora por la Guardia Civil dista de describir a un mero jovenzuelo fabulador con ínfulas y habilidades para el engaño. El relato –el suyo ante Moreno– de cómo se ganó a Koldo, reducido con el avance de las investigaciones casi a chico de los recados de la red de Aldama; de cómo se prevalió de las debilidades de Ábalos para supuestamente corromperlo; y de cómo llegó a fotografiarse con Sánchez en zona VIP aquilatan el perfil más robusto del hoy delincuente confeso. Mienta o no, el sumario evidencia ya que Aldama no operaba como otro 'pequeño Nicolás'.
Víctor de Aldama es el «nexo corruptor», señala la UCO, en el 'caso Ábalos' y de éste con el del fraude de más de 182 millones en el IVA de los hidrocarburos. Es el conseguidor total que galvanizó otros 53 hacia la empresa instrumental Soluciones de Gestión con la venta de mascarillas a administraciones socialistas en lo más crítico de la pandemia; que se mensajeaba con camaradería, como muestran los textos incautados, con la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez; y al que fichó Air Europa para su rescate. Es el delator al que el juez Santiago Pedraz, instructor de la estafa en las estaciones de servicio, mandó a prisión ante su muy elevado riesgo de fuga –la UCO cree que esconde 74 millones en el extranjero– y de que destruyera pruebas. Es el hombre, en definitiva, «muy nervioso» que acaba de sellar el 'negocio' final de su azarosa vida –este legal– con la Fiscalía Anticorrupción para eludir la cárcel a cambio de tirar de la manta. De su manta.
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Cuentan en su entorno que «perro», «pitbull», «búfalo» y «guau guau» –como se le motejaba en la trama– ha decidido cambiar de estrategia porque nada sugería que su situación procesal con Pedraz fuese a mejorar y porque está «obsesionado» con la suerte que pueda correr su ya exmujer, Patricia Ramos García, la madre de su hija de seis años y muñidora de la vía con la Fiscalía codo con codo con José Antonio Choclán, el prestigiado penalista que dirigió el testimonio de su defendido ante el magistrado Moreno.
Ella también lo tiene difícil, porque figura como administradora, socia única o apoderada en cuatro sociedades de Aldama –una de ellas, una inmobiliaria con el nombre de la niña– y porque está señalada por recibir 730.000 euros del pelotazo con las mascarillas con los que adquirió una vivienda, dos plazas de garaje y un Porsche. Su exmarido se paseaba en un rutilante Ferrari Portofino negro por Madrid y para darse empaque mientras compraba y presidía el Zamora de fútbol. Era la época en la que fue cónsul honorario de Georgia o empresario textil en Sudáfrica. El perejil de todas las salsas corrompidas, según confesión propia, es hoy la pesadilla que se cierne sobre el Gobierno y el PSOE.
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