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Jornada histórica en las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de la 'Residencia San José' y jornada histórica para toda la provincia de León. La ciencia ya mira de frente a la covid-19 y la lucha por erradicar esta enfermedad se ha hecho patente este miércoles desde el brazo de cientos de ancianos que recibían su primera dosis.
Entre aplausos recibían a Azucena tras recibir la vacuna de Pfizer en este centro sociosanitario de la capital leonesa. Esta mujer, de 90 años, fue la primera en postrar su brazo, remangarse y someterse a un picotazo lleno de esperanza y carente de miedos.
Más sobre la vacunación
La anciana dejó su bolso en la estantería, entregó su cartilla de vacunación y se sorprendía de la rapidez en la ejecución de la prueba. Su deltoides del brazo izquierdo fue el encargado de recoger la punción y, tras ello, Azucena reconocía encontrarse «estupendamente bien y muy contenta». Tampoco tuvo miedo a la inyección y es que, afirmaba, «yo no soy miedosa, que 90 años ya dan para... No pensaba llegar a esta edad porque ya son muchos, pero aquí pienso llegar adonde haga falta porque nos cuidan tantísimo...». De hecho, la primera paciente mostraba su valentía y cómo mira de frente a la vida al pensar en qué hará cuando esté inmunizada: «No lo he pensado, pero igual hago algún disparate, no sé», espetó levantando las risas de los sanitarios.
Para esa inmunidad tendrá que esperar aún un mes -recibir otra dosis en 21 días y esperar una semana más para que haga efecto-. Al igual que ella, una de las primeras en recibir la vacuna fue la cocinera de la residencia. María Ángeles se había apuntado «la primera» para recepcionar la dosis. «Tenía muchas ganas de vacunarme y sin miedo». Y es que a esta trabajadora le pueden las ganas de «abrazar a mi familia y a mis hijos», aunque, apunta, «sin bajar la guardia». Ángeles pedía a todos los leoneses que se vacunaran de forma masiva y que no tuvieran miedo, como había hecho ella.
La jornada histórica que se ha vivido en las Hermanitas de los Ancianos Desamaparados se iniciaba a primera hora de la mañana, cuando los facultativos accedían a la residencia. Allí, tras vestirse con los epis, procedían a preparar los viales con la vucuna para administrar a 139 usuarios y 49 trabajadores de la residencia.
En un gesto de apenas unos segundos, iban encapsulados los recuerdos de diez meses de pandemia y todo el rastro de sufrimiento que ha causado una enfermedad a la que la ciencia ya tiene en su punto de mira.
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