Sid Watkins, (1928-2012) al que muchos llamaban simplemente 'Prof' sería nombrado caballero por su contribución al automovilismo.
Historias de la F1

Un ángel de la guarda en los grandes premios

Neurocirujano de prestigio, transformó la asistencia médica en los grandes premios de Fórmula 1 y, con sus propias manos, salvó la vida de varios pilotos

Santiago de Garnica

Viernes, 15 de septiembre 2023, 12:31

Martin Donnelly, fuera de su destrozado Lotus y hecho un guiñapo sobre la pista de Jerez en 1990, Gerhard Berger en la hoguera de su Ferrari en Imola 89 o Mikka Häkkinen en Adelaida 95, son algunos de los pilotos que sobrevivieron gracias a la ... rápida intervención de Sid Watkins. En efecto, durante 424 grandes premios, desde 1978, trabajó para que el Mundial fuera más seguro y que los pilotos estuvieran protegidos, algo que antes no era así, ni mucho menos.

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Watkins era hijo de un antiguo corredor de bicicletas, dueño de un taller en Liverpool que quería que su hijo siguiera su trabajo. Pero el joven siempre tendría muy claro su vocación de médico. Brillante estudiante, logra una beca para la Universidad de Liverpool, donde se doctora en medicina en 1956, formándose a continuación como neurocirujano en Oxford. Pronto destaca por su valía profesional y es contratado como profesor de neurocirugía de la Universidad estatal de Nueva York entre 1962 y 1970.

Allí, en los Estados Unidos entra en contacto con el automovilismo, su gran pasión, formando parte del equipo médico del Gran Premio de los Estados Unidos en el circuito de Watkins Glen. De regreso a Gran Bretaña, como profesor de la Universidad de Londres, es contactado por Bernie Ecclestone, poco antes de la muerte de Peterson en 1978, en Monza.

La seguridad en aquellos años aún es precaria. Watkins se encuentra con casos como el Gran Premio de Alemania, donde el centro médico era un viejo autobús, sin anestesista, y que en caso de accidente había que llamar al helicóptero de la patrulla de carreteras. O los organizadores británicos del Gran Premio de F1 que consideraban que los accidentes graves se producían entre los pilotos de las carreras de club, no de F1.

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Tras el accidente de Peterson en Monza, Watkins organizó todo para que él mismo y un anestesista fueran en un coche siguiendo la carrera en la primera vuelta y así poder hacer una asistencia rápida en el momento más crítico. Le asignaron un coche y un conductor que se puso nervioso y casi les estrella. Después ya contaría con antiguos pilotos al volante...

Incluso, la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) inicialmente le veía con malos ojos pues estaba contratado por la FOCA, la asociación de constructores de F1. Claro que esto cambió cuando en un gran premio, el presidente de la FIA, Balestre, se atraganta con un pollo en una comida y una persona le rompe una costilla intentando ayudarle. Los fuertes dolores que sufre por la noche hacen que la esposa de Balestre acuda a la habitación de Watkins para pedir ayuda. Al día siguiente, Sid descubre con sorpresa que le han pagado la habitación: hasta ese día, Ecclestone le pagaba una cantidad fija y el neurocirujano corría con la organización y todos los gastos de sus viajes...

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Participará en las comisiones de seguridad, en el desarrollo de coches que protegían mejor a los pilotos, en mejorar la seguridad de los circuitos, con un carácter jovial pero una determinación implacable. Llegará a ser el primer presidente del Instituto FIA para la Seguridad.

A su muerte en 2012, Ron Dennis, el famoso patrón de Mclaren, dijo: «No, no era piloto, ni ingeniero, ni diseñador. Era médico y es justo decir que posiblemente hizo durante años más que nadie para que la F1 sea tan segura como es hoy día».

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