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David Fernández
Viernes, 6 de septiembre 2024, 16:52
A Marta Arce le gusta competir. Lo lleva en los genes. Solo así se explica una trayectoria de más de veinte años en los Juegos Paralímpicos. Adaptabilidad y capacidad para sobreponerse. Para volver a entrenar de manera profesional después de la maternidad, y volver todavía ... más fuerte. Que se lo digan a la turca Dondu Yeyilsurt, que ayer con todos los focos de los Juegos en el tatami del Champs de Mars, le duró «un periquete», bromeaban los fans de una deportista que tiene ese halo de figura que ha traspasado la frontera de su propio deporte para convertirse en modelo, formadora... del movimiento paralímpico.
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Si alguien merecía la medalla en París era la judoca de 47 años, que ponía la rúbrica a una trayectoria impoluta que comenzó cuando los Juegos Paralímpicos no eran los actuales Juegos Paralímpicos en cuanto a nivel deportivo, equiparación con los olímpicos y tenían a la propia Marta como representante institucional de ambas delegaciones españolas, además de abanderada en la capital parisina.
Este viernes, la vallisoletana logró su cuarta medalla en unos Juegos. Se la colgó de bronce en la categoría de -57 kilos. Lo hizo tras una intensa jornada en la que se enfrentó a tres duras rivales. «Creo que ha sido la competición en la que más lucidez he tenido. Desde el calentamiento de por la mañana he tenido muy buenas sensaciones, mucho mejores que en las competiciones internacionales previas a los Juegos», admitió Arce tras el combate final.
Su periplo comenzó en la jornada matutina cuando se enfrentó en cuartos de final a la turca Yesilyurt. Curiosamente, antes de viajar a París, Arce había valorado sus reticencias a enfrentarse a la otomana. Sin embargo, el duelo resultó más sencillo de lo esperado. En 39 segundos, la española ya había puntuado en una acción y, en la siguiente, los huesos de la turca fueron a parar contra el tatami después un ippon perfecto que hizo ondear la bandera entre los aficionados españoles en la grada.
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David Fernández
El combate de semifinales para colarse en la lucha por el oro «un sueño», fue contra la uzbeka Khodjaeva. Y fue otro cantar. Después de un inicio dominado por la vallisoletana, su rival impuso un alto ritmo de combate con continuas inmovilizaciones. En una de ellas, la centroasiática logró el punto que a la postre dejaría a Arce fuera de la lucha por ser campeona paralímpica, el título que le falta a tenor de las platas que cosechó en Atenas 2004 y Pekín 2008, a las que suma el bronce de Londres 2012.
Pese a la derrota, la veterana judoca se encontraba a gusto. «Ha sido duro, pero me he encontrado bien. A ver si mantengo este 'flow' hasta el combate por el bronce de por la tarde», bromeaba en una demostración de la experiencia y la serenidad que atesora la vallisoletana.
Y el 'flow' se prolongó. El combate que la enfrentaría a la brasileña Lúcia da Silva por el bronce se resolvió en un abrir y cerrar de ojos. La vallisoletana, de azul, forcejeó con la carioca lo justo para ganarle la posición y realizarle un ippon de libro que le daría una victoria histórica. Pese a que los jueces no lo señalaron como tal en un inicio, lo darían por válido tras la revisión de la acción ante el regocijo de los españoles presentes en el Dojo de Champs de Mars.
«Aunque estaba muy segura de mí misma, a última hora me entraron las dudas existenciales, y eso que a Lúcia siempre la había ganado..., pero ahí estaba mi técnico, Marina, para quitarme la tontería», destacó la judoca con discapacidad visual, que nació con albinismo óculo-cutáneo completo, lo que significa que padece una deficiencia visual grave y falta de pigmentación en la piel, pelo y ojos.
Sin embargo, ese hándicap, que comenzó a paliar con su afiliación a la ONCE con 16 años, lo minimizó tras convertirse en deportista de élite y convertirse en un modelo para cientos de jóvenes.
Marta comenzó su andadura paralímpica en Atenas 2004, donde fue plata y, tras los éxitos de las citas posteriores, se retiró de la competición con motivo de su maternidad. A sus 47 años, la vallisoletana está viviendo su segunda juventud y no piensa en retirarse. «Voy a dejar la puerta abierta, porque siempre que he dicho que la cerraba no lo he cumplido. Ahora toca disfrutarlo y luego, ya veremos», afirmó antes de cerrar el tatami con una dedicatoria para su marido, «que nunca le dedico nada», concluyó.
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