El fútbol, dicen, es una carrera de fondo, y quien lo dice tiene razón. En ocasiones es empinada, como la rampa por la que 'El Profe' Ortega hace subir a los jugadores del Atlético de Madrid en cada preparación. Pese a sus 17 años, Diego ... Pérez bien lo sabe. Lo de la rampa todavía no; lo de la carrera de fondo. Lo otro, quién sabe si algún día… El vallisoletano ya sabe lo que es entrenarse con el primer equipo colchonero, como hizo durante la pasada temporada en alguna ocasión. Más veces lo hizo con Fernando Torres, en el juvenil A, con quien disputó varios partidos, sobre todo, en el tramo final de campaña.
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«Me hizo debutar en noviembre contra el Leganés, pero pasar a formar parte de la dinámica del equipo fue una sorpresa. En Semana Santa teníamos libre y me fui con mis padres a Asturias de viaje. Nada más llegar, me llamaron para decirme que tenía que volver, que se había lesionado un compañero. Fue una desgracia que fuera por eso, pero se me dio bastante bien y conseguí quedarme ahí», dice con una tímida sonrisa. Antes jugaba en el Liga Nacional y se ejercitaba de cuando en vez a las órdenes de la leyenda atlética.
'El Niño' Torres es un referente dentro del Atlético de Madrid también para aquellos chicos que llegan de fuera y que, como Diego, no llegaron a verlo, en su mejor momento. En las distancias próximas, impresiona por ser quien es, aunque él intenta que no sea así. «Es un entrenador muy cercano. La primera vez que subí, estuvo cinco minutos interesándose por mí y dándome consejos. Me dijo que, si lo sentía así, que fuera un líder, y que para él era uno más. Cuando debuté, fue por la lesión de un central, y me mostró su confianza. Para mí estar a sus órdenes es un orgullo», afirma el zaguero.
Como sucede a veces en los clubes en jornadas de recuperación, Diego Pérez también ha estado entrenándose algún día con el primer equipo. «El primer día me vi en la explicación de un ejercicio con Simeone a un lado y Griezmann al otro. Me impresionó. Cuando estás ahí, notas que el nivel de competitividad es muy alto y la velocidad del balón es impresionante. Pero, para estarlo de verdad, a mí todavía me queda. Tengo los pies en el suelo y sé que el camino es largo», reflexiona a las puertas de su tercer año como rojiblanco.
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Esta temporada, Diego cumplirá su quinto año fuera de casa, dado que, después de destacar en el CD Laguna en fútbol 7, fichó por el Málaga. «Para mí jugar en alguna cantera era un sueño. Me dio la oportunidad 'El Gato' Romero, una persona muy cercana con la que mantengo una relación espectacular. Era muy pequeño, pero no me lo pensé dos veces», explica, y su padre asiente con un aire de resignación, pues no es sencillo que un hijo –además, el único– vuele del nido siendo tan pequeño. Los inicios, confiesa, fueron duros: «Lloré mucho. Mis padres venían una vez al mes a verme y yo venía a casa cada tres o cuatro meses. En Málaga me acogieron muy bien, pero no es fácil. En Madrid lo llevo mejor».
A veces, cuando se habla del privilegio del futbolista, no se tiene en cuenta el sacrificio que hay detrás para acabar saliendo, aquellos que pueden, en televisión y jugando al más alto nivel. Ese esfuerzo, Diego y su familia lo conocen desde pequeños. Hoy se mantiene, incluso en verano, ya que cuando está en Valladolid se entrena en un centro de alto rendimiento, LST Force. «Yo nunca he tenido la calidad de otros; todavía no he hecho nada, pero lo que he podido lograr ha sido por tesón. Ese punto de madurez que cogí en Málaga, esa experiencia, hacen que en mi vida me esfuerce, tanto en los estudios como en el fútbol», comenta serio.
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Su breve paso por el Real Valladolid en la época de la pandemia le dejó un grato sabor de boca, «pero a un equipo tan grande como el Atlético no le puedes decir que no». «Estoy muy agradecido, pero en el Atleti estoy muy a gusto», indica. Este año jugará en el Atlético Madrileño, segundo equipo juvenil que compite en el grupo valenciano. Seguirá luchando por el objetivo de ser profesional y, «ojalá», pisar algún día el Metropolitano, «pero sin olvidarme de dónde vengo», matiza. «Hay que ser constantes», insiste, como si la filosofía 'cholista' se le hubiera impregnado bajo la piel.
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