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Ricardo posa con una camiseta de la Segoviana firmada por la plantilla que logró el ascenso en Logroño. Antonio de Torre
Las sonrisas y lágrimas de Ricar: una vida entre 'play-off'

Las sonrisas y lágrimas de Ricar: una vida entre 'play-off'

«Que la Sego esté intentando competir en Primera RFEF es el trabajo de muchos años. Esos fracasos y victorias nos han hecho llegar hasta aquí»

Domingo, 28 de mayo 2023, 09:49

Ricardo de Andrés llega al vestuario de La Albuera tras haber perdido con la Segoviana la ida de la final por el ascenso a Segunda B frente al Logroñés (0-1) en 2011 y encuentra a un equipo con la confianza intacta. «Nos sentimos muy superiores, nos metieron un gol a la contra. Estábamos convencidísimos de que allí lo levantábamos. Fuimos a Logroño pensando que éramos mejores que ellos». El 0-3 que cosecharon lo demostró. El ahora segundo entrenador ve matices similares a la actitud de sus pupilos tras el 0-0 de la ida ante el Recreativo. «La gente acabó muy convencida, vamos con el convencimiento de que podemos ganar. Es un equipazo, pero nosotros también somos muy buenos». Un club que abraza la cita con la historia que le espera a partir de las 20:00 horas en el Nuevo Colombino.

La Segoviana necesita ganar para pasar –un empate tras 90 minutos llevaría a la prórroga y si se mantuviera tras el tiempo extra daría el pase al Recre por mejor clasificación durante la temporada regular–, un reto que Ricardo asume en defensa de una plantilla curtida. «Que la Segoviana esté intentando competir en Primera RFEF es el trabajo de muchos años. Con sus fracasos, con sus victorias. Todas las experiencias vividas anteriormente nos han hecho llegar a este momento». Pocos han vivido tantas eliminatorias –muchas lágrimas y algunas alegrías– como él.

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«No es una cuestión de maldiciones. Los que hemos vivido muchos 'play-off' y no hemos conseguido buenos resultados, hemos analizado la historia muchas veces», reconoce Ricardo. Primero, señala las dificultades de ascender mediante eliminatorias. «Es muy complicado. Tienes que hacer muchísimas cosas bien, muy poquitas mal y tener factores de suerte». Habla de otra época con poco en común con la actual situación de la Sego. «Ni el club estaba preparado ni seguramente los propios jugadores».

Hace autocrítica por sobrevalorar a los rivales; por ejemplo, la primera fase ante equipos como Majadahonda u Oviedo B. «Nos metimos de carambola en la última jornada, éramos un equipo muy joven y tanto el entorno como nosotros mismos dimos por bueno entrar en 'play- off', tomárnoslo como un premio y pensar que eran mejores». Y por infravalorar, por ejemplo, al Lugo. «Teníamos un equipazo, habíamos hecho una liga regular magnífica, pasamos contra el Getafe B y nos pensábamos invencibles. Nos dio una bofetada de realidad, no éramos tan buenos».

Ricardo jugó siete 'play-off' seguidos con la Segoviana desde los 20 años y recuerda cómo los partidos en casa se complicaban –el club ha perdido seis de las diez eliminatorias resueltas en su feudo– por la presión. El ascenso en Logroño lo cambió todo. «Para mí fue algo importantísimo. Yo ya tenía 30 años, después de marcharme fuera a jugar porque yo quería jugar con la Sego en Segunda B y no lo lograba. Fue la recompensa al trabajo de muchísimos años, no solo el mío, sino el de muchísimos compañeros y entrenadores que se quedaron en el camino intentándolo».

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Después del ascenso en Logroño, habla de un equipo más maduro. «Competíamos de una forma muchísimo mejor y yo creo que es el momento en el que ahora está la Segoviana. Muchos jugadores tienen ese bagaje, son muy conscientes de lo que nos vamos a encontrar en Huelva». También lo tenían en Algeciras, la final del 'play-off' de 2015, al que la Sego entró como cuarta gracias a un golazo de Ricar en Salamanca, su último. Aquel grupo tenía veteranos como él y fijos como Rubén, Manu o Dani Arribas y mucho joven segoviano como Lázaro, Alfonso o Ivi. «Competimos como locos. Me recuerda a jóvenes que dieron la cara. Ahí habíamos llevado suficientes golpes para saber vivirlo de otra forma».

Un adiós discreto

El Algeciras era «el coco al que nadie quería enfrentarse» y su valoración es que empataron a los puntos y que el acierto gaditano –hubo ocasiones azulgranas como un tiro de Manu desde fuera del área y un remate de su tocayo Ricardo– dictó sentencia. «Podíamos haber ascendido perfectamente con un equipo a priori bastante justo. Lo recuerdo con muchísimo cariño y me hubiera encantado». Había una situación difícil, una transición de directivas –Agustín Cuenca ganó las elecciones un mes antes–, una de las temporadas que recuerda con más orgullo. Y fue su última, aunque nadie lo sabía.

«Era algo que yo llevaba dentro, esa sensación de que era la última vez que me iba a poner esa camiseta, que iba a ser mi último partido. Lo viví con emoción. Me hubiera encantado dejar al equipo en Segunda B. Cuando el árbitro pitó el final y dije, hasta aquí hemos llegado, fue difícil». Una despedida en silencio que tuvo que reforzar consigo mismo en un viaje eterno, con el autobús en silencio sepulcral.

«Hay gente que te intenta convencer porque estaba bien físicamente, pero era buen momento. Una de las cosas que me obsesionaban era que el club se quedara bien y había una transición marcada. Me iba tranquilo». Cuando llegó a casa, se lo dijo a su mujer: «Este ha sido mi último partido». Ella fue una de las que intentó que siguiera. Meditó unos días antes de comunicárselo a Agustín. Así se fue uno de los grandes de la Sego, con discreción. Su generación, la que no se rindió, puso los cimientos para que los cachorros asalten hoy Huelva.

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