Sergio Perela
Nava de la Asunción
Jueves, 6 de mayo 2021, 13:24
Si algo ha quedado patente en los tramos más amargos de la temporada para Balonmano Nava es que cualquier desconexión en un partido, por pequeña que sea, puede suponer no volver nunca a enganchar con el mismo y perder las opciones de competir. Sobre ... la mesa, si cabía algún tropiezo en este último mes de la temporada, podía ser este partido frente a Fraikin, un equipo incrustado en la parte alta, luchando por cotas grandes. El mensaje que los jugadores naveros venían asumiendo es el de no dar por sentado nada, y menos en su propia cancha, pero cuando se acumularon los errores y tocó tomar la decisión de si dejarse llevar o remar con brío hacia donde fuera, se tomó la segunda determinación. En eso, ya se ha ganado.
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Viveros Herol BM Nava
Patotski, Vujovic (2), Darío Ajo (6), D´Antino, Rodrigo Pérez Arce (4), Filipe Mota (3) y Jorge Da Silva (1); Bernabeu (3), Seabra, Carlos Villagrán (2), Óscar Marugán, Yerai Lamariano, Rosales, Simenas ((2) y Pablo Herranz (1)
24
-
32
Fraikin BM Granollers
Pol Sastre, Marc García, Márquez (2), Adriá Martínez (3), Oriol Rey (1), Franco (2) y Antonio García (6); Marc Guàrdia, Edgar Pérez (4), Lancina (1), José María Márquez (3), Pol Valera (3), Salinas (4) y Gassama (3)
Parciales: 2-3, 6-7, 9-10, 11-11, 12-13, 13-16, 14-20, 17-24, 20-26, 22-28, 23-30 y 24-32 final).
Esa decisión no la toma Nava de motu propio, sino que el devenir de los últimos minutos de la primera parte y los primeros de la segunda, obligan. Es más, la primera parte fue un reflejo de los partidos que se venían viendo en el pabellón segoviano desde la llegada de Zupo al banquillo. El equipo peleaba unido, sólido en defensa, ayudado por un Patotski más o menos en la línea. Y a la hora de atacar, pocas pérdidas y acierto relativo teniendo en cuenta que enfrente tenían a un portero más parecido a un pulpo que a otra cosa. Pol Sastre sacaba balones de todos los colores y eso hizo que, cuando Rodrigo Pérez y Darío Ajo ponen por delante a los naveros, esa brecha que podría haberse abierto se estanque. Un tiempo muerto a los 22 minutos de Antonio Rama consigue poner otra vez las cosas en su sitio. Cuatro goles consecutivos, Sastre deteniendo los intentos de equilibrar y Patotski incluso dejando la diferencia en tres tantos esperando que escampara en los segundos 30 minutos.
No fue exactamente eso lo que ocurrió. Cuando subió al marcador un nuevo gol de Rodrigo ya habían pasado casi cuatro minutos de partido. Suficientes para que entre Gassama, Márquez, Valera; alguna parada más, un par de pérdidas y una exclusión de dos minutos a Rosales, todo se hubiera ido por la borda. Pendientes del momento del naufragio, se contagiaron todos los naveros. Se acumularon las pérdidas, la diferencia se agrandó hasta los ocho tantos y se encadenaron suspensiones de dos minutos. Y es precisamente en ese momento, en esos instantes de tormenta sin timonel, cuando resurgió el espíritu competitivo tal vez incluso consciente de que no se iba a conseguir nada, pero que había que ponerlo sobre la mesa.
Curioso fue cómo un veterano como Carlos Villagrán consiguió conectar de nuevo al equipo con un par de tantos en sendas jugadas que no tenían demasiada brillantez, ni elaboración, ni casi chispa. Pero sí arrestos, seguramente forzados por un tiempo muerto de Zupo de esos suyos en los que le sale el genio que pone las cosas claras en la cara de los jugadores. O se sacaba energía o los de Granollers iban a saquear Nava de la Asunción. Y se sacó.
Cierto es que duró poco la mecha, pero durante esos minutos en los que parecía que se iba a competir hasta el final por la victoria, el público se volvió a echar sobre los hombros al equipo. El momento culmen, una contra finalizada por Bernabeu que ponía a todo el pabellón en pie y obligaba a detener de nuevo el partido. Nava se había puesto a cuatro goles y quedaba casi la mitad de la segunda parte.
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La energía no dio para más. Equisoain, que había detectado que Patotski había bajado prestaciones quedándose varado en otro momento del partido, dio entrada a Lamariano, que llegaba con ganas de demostrar y sacó un par de paradas de mérito. Pero era prácticamente imposible mantener inactiva la calidad del rival durante mucho más tiempo. Eso y el jugarse el todo por el todo, obviando al portero en ataque y jugando de siete para ver si se culminaba la remontada, terminó volviéndose en contra. Había que hacerlo, era hora de buscar el órdago sin nada que perder. Y se perdió. Ahora llegan dos partidos con rivales directos y ahí sí que no caben las dudas. Es el momento de la verdad.
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