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Jordi Ribera, con la mirada perdida mientra piensa en soluciones. Attila Kisbenedek-AFP
Jordi Ribera, el hombre paciente que lleva dieciséis años viviendo en el podio

Jordi Ribera, el hombre paciente que lleva dieciséis años viviendo en el podio

Metódico y meticuloso hasta la obsesión, se ha colgado doce medallas con las selecciones de España y Brasil y solo ha perdido dos finales

Domingo, 30 de enero 2022, 21:57

Si hay una virtud que adorna al balonmano español desde que su competición doméstica cayó en desgracia es su capacidad para reinventarse año tras año. Cuando menos resulta paradójico que la caída libre que viene sufriendo la Liga Asobal sea inversamente proporcional al crecimiento que ha experimentado la selección española en el panorama internacional. El espejo más reciente de su evidente resiliencia es este Campeonato de Europa, pero no hay que olvidar que a su espalda ha dejado dos títulos continentales (2018 y 2020), y dos medallas más de bronce en los Juegos de Tokio (2021) y en el Mundial de Egipto (2021).

Cinco medallas en cuatro años de exilio de los mejores jugadores del país que han tenido como común denominador a la figura de Jordi Ribera (Sarría de Ter, Gerona, 1963). El pegamento necesario para hacer de un buen número de talentos un bloque granítico, casi indestructible. El seleccionador, el hombre tranquilo del balonmano español, ha tenido que adaptarse esta vez a la ausencia de algunos de los jugadores más emblemáticos y relevantes del equipo nacional. Un contratiempo que no le es ajeno porque si alguien ha debido reinventarse a lo largo de su carrera, ése es Jordi Ribera.

Han pasado ya unos cuantos años, pero los aficionados más veteranos recordarán el proyecto que consiguió levantar de la nada en la isla de Gran Canaria, y en un Gáldar al que llevó a Europa desde la humildad del trabajo bien hecho. Fue allí donde nació el estilo Ribera al albur de una metodología meticulosa al detalle que, como no podía ser de otra forma, se apoyó en el crecimiento paralelo de jóvenes valores, caso de Dani Sarmiento, hoy un Hispano más.

La traumática desaparición de aquel Gáldar, cómo no por problemas económicos –algo congénito a la historia del balonmano español–, le obligó a reinventarse y abrir una puerta nunca antes explorada por los técnicos españoles. El balonmano latinoamericano, por entonces gateando, apostó por su sabiduría para poner el futuro en sus manos. Argentina primero (2004-2005) y Brasil después en dos etapas distintas (2005-2008 y 2012-2016) no tardaron en experimentar los beneficios de su libreto metódico y extremadamente analítico (con Brasil se colgó seis oros y una plata entre Panamericanos y Suramericanos). «Lo lleva todo medido al detalle», resume Javi Callejo, ayudante suyo durante tres años en el Ademar de León. «Había días que abría el club a las ocho de la mañana y menos las horas de entrenamiento, se encerraba en su despacho analizando rivales viendo jugadores», ahonda sobre un despacho extremadamente ordenado en el que no falta detalle. «Le gusta mucho la metodología del balonmano, cómo hay que jugar», apunta Sarmiento, uno de los jugadores que mejor le conoce.

De Brasil se fue en 2016, dejando un balonmano que hoy día mira cara a cara a las selecciones más poderosas del viejo continente, y desde entonces no ha perdido la costumbre de vivir en el podio.

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