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Los actores Juan Jesús Valverde y Manuel Galiana escenificando 'Las guerras de nuestros antepasados' en el Teatro Real Cinema de Madrid en 2003. José Huesca-efe
'Las guerras de nuestros antepasados' (1975)

Una visión negra de la vida y el futuro

Las novelas ·

«El paso del tiempo» y «el vendaval que ha asolado el mundo rural y que lo ha hecho desaparecer de nuestra existencia» hacen de esta obra una lectura «difícil» para las nuevas generaciones

Tomás Val

Valladolid

Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:47

Que Delibes era pesimista lo advertimos en su primera novela, 'La sombra del ciprés...' En sus relatos, aprendimos que la muerte espera en cada recodo del camino; que la violencia y el egoísmo forman parte de la condición humana; que los más indefensos son siempre los más perjudicados. 'Las guerras de nuestros antepasados' fue publicada en 1975 y muchos vieron en ella un negro presentimiento acerca del futuro tras la muerte de Franco. Dos meses antes, noviembre del 74, había muerto Ángeles de Castro, esposa del escritor, lo más trágico en la vida de Delibes y que le reafirmó en su visión más bien oscura de la existencia.

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El doctor Burgueño, médico de un centro psiquiátrico penitenciario, graba las conversaciones que durante siete noches tiene con Pacífico Pérez, un condenado a muerte por dos asesinatos. Así nos enteramos de que Pacífico, natural de Humán de Otero, creció con su bisabuelo, su abuelo y su padre, para quienes lo más memorable que sucede en la vida de un hombre es la guerra. Cada cual tiene la suya, tarde o temprano llegará, y el comportamiento que en ella tengamos mostrará nuestra talla. Guerrear es motivo de orgullo, ni un escrúpulo moral mostrarán esos hombres en los relatos que le hacen a Pacífico de sus masacres bélicas. El protagonista, dotado de una sensibilidad extraordinaria y de una mansedumbre que hace honor a su nombre de pila, también comete un bárbaro asesinato sin mostrar el más mínimo escrúpulo ni arrepentimiento. Las cosas son como son, vienen así, no conviene darles muchas vueltas. Tanto, que Pacífico acepta ser condenado a muerte por un crimen que él no cometió. Es contra esa asunción casi animal del destino contra lo que choca una y otra vez el doctor Burgueño, empeñado en salvar a Pacífico de la barbarie heredada. No sería descabellado encontrar ciertas semejanzas estructurales con el Pascual Duarte de Cela y, si aceptamos hipótesis, el intento por parte de Delibes de marcar distancias con el premio Nobel.

«La experimentación con el lenguaje, el falso realismo que se convierte en mágico, las reflexiones sobre la violencia y la culpa la dotan de una atrayente complejidad»

Tomás Val

No fue esta novela de las que mejor suerte tuvo de las publicadas por don Miguel. El paso del tiempo –y el vendaval que ha asolado el mundo rural y que lo ha hecho desaparecer de nuestra existencia– la convierten en difícil lectura para nuevas generaciones de lectores. 'Las guerras...' posee una complejidad, tanto estilística como conceptual, que parece reservada para iniciados. La experimentación con el lenguaje, el falso realismo que se convierte en mágico, las reflexiones sobre la violencia y la culpa la dotan de una atrayente complejidad. Humán de Otero no se parece a los pueblos actuales; la Candi, la chavala de un falso progresismo, no escandalizaría hoy a nadie y Pacífico Pérez sería catalogado como un retrasado mental en cualquier Telediario que abriese con su crimen. La educación, la tradición, las guerras de nuestros antepasados... Todo parecía, en 1970, conducirnos a una realidad violenta que Delibes no deseaba, pero que su pesimismo le sugería. Hubo suerte o, simplemente, la tradición y la educación no son tan poderosas como pensamos.

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