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Delibes en su casa durante una entrevista publicada en El Norte por su 80 cumpleaños, en la que afirmó que «no lamentaría haber dejado de escribir» 'La sombra del ciprés es alargada' y 'Aún es de día'. Agustín cacho-efe
Rabia, humillación y aurora
'Aún es de día' (1949)

Rabia, humillación y aurora

Las novelas ·

Delibes renegó de su segundo libro y lo dejó «señalado para mal», pese a que «presenta muchos elementos cuando menos sugerentes»

Luis Marigómez

Valladolid

Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:47

El autor se desdice en público de su segundo libro y lo deja señalado para mal. Después del premiado 'La sombra del ciprés es alargada' (1948), ese tratado de ascetismo castellano, y antes de lo que se considera su primera obra maestra, 'El camino' (1950), que comienza una de las vetas más fructíferas de su obra, el elogio de lo rural, las aventuras de un dependiente en una tienda de telas, contadas en clave expresionista, con elementos de humor negro y tremendismo hispano le avergüenzan un poco, pero no tanto como para negarse a publicarlo, en el momento de terminarlo y en recopilaciones posteriores.

El texto, más allá de opiniones interesadas o de parte –las del autor siempre lo son– presenta muchos elementos cuando menos sugerentes; algunos tendrán cierta continuidad en su obra y otros serán borrados por completo en los libros posteriores.

Delibes habla de un tiempo inmediato, poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial; en ningún momento menciona Valladolid, pero la ciudad que describe, virtual, se le parece mucho. Hay estraperlo, cartillas de racionamiento, cortes de luz, y el pan blanco es un lujo clandestino. Incluso Franco aparece citado un par de veces. Su héroe, Sebastián, es pobre y contrahecho, pero mantiene siempre una dignidad envidiable. Le asaetean por todas partes, como al santo, pero él se mantiene siempre erguido.

El humor tiene momentos cáusticos, cuando el padre podólogo le corta el meñique a un cliente, o la merienda en casa de la novia; son cumbres de una crítica de costumbres ácida que recorre toda la novela, sin señalar responsables. Las figuras que van apareciendo engañan, roban, beben, pegan a sus mujeres, se pelean con navajas, gritan, viven entre la mugre sin inmutarse… El escenario es pavoroso. Quizá le pareció demasiado terrible al autor, después de pintarlo.

«Una poda de editor (muy distinta de la que practicó la censura de la época) le habría venido bien. Pero eso se ve ahora, setenta y tantos años después de publicada»

Luis Marigómez

Pero no es una novela desesperada. Con la base del humanismo cristiano que siempre defendió Delibes, su héroe encuentra una salida a sus muchas cuitas. Es una antítesis explícita que puede que no beneficie al libro. En 'El camino' será mucho más cuidadoso; su humor es casi siempre blanco, teñido de un cariño paternal a sus personajes, y la vida del pueblo, a pesar de su pobreza, resulta más que llevadera, a menudo gozosa.

Al final a Sebastián le espera la Aurora, –con ese artículo que la vulgariza aún más– esa novia culigorda y gafotas, embarazada de otro, hija de un comerciante de ultramarinos que sisa en el peso de la mercancía que vende; la muchacha podría ser la encarnación del mañana que le espera al héroe tras haber tenido que renunciar a la belleza, que existe, pero no es para él, como comprueba tras una experiencia demoledora.

La novela puede estar desequilibrada, y una poda de editor (muy distinta de la que practicó la censura de la época) le habría venido bien. Pero eso se ve ahora, setenta y tantos años después de publicada. Quizá habría que señalar más el arrojo de atreverse a sacar al público, en esos tiempos terribles, un espejo no tan deformante, de lo que el autor veía día a día, con un claro propósito de enmienda.

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