Una lección de honorabilidad
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César Antonio Molina: «He conocido a muchos y muy grandes escritores nacionales e internacionales, pero pocos con tanta ética, moral, sabiduría y creatividad como Delibes»César Antonio Molina
Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:45
A Miguel Delibes lo conocí –no personalmente, esto se produjo ya en los noventa– a través del correo y el teléfono, a mediados de los ochenta del pasado siglo. Yo estaba en 'Diario 16' y dirigía las páginas de Cultura y Espectáculos, además del ... suplemento literario 'Culturas'. Él siempre fue un atento seguidor y colaborador. Cuando creíamos que había algún tema sobre el que le interesara escribir, nos poníamos en contacto con él y, por lo general, nos enviaba un texto magnífico. Una vez tuvimos un pequeño incidente debido a nuestra audacia juvenil y periodística. Le pedí una opinión sobre un autor o asunto que ahora exactamente no recuerdo, y aquellas palabras suyas tuvimos la osadía de «mejorarlas» según nuestro criterio. Cuando lo leyó me mandó una nota muy amable y educada para que rectificáramos. Es decir, que aquello dijéramos que eran unas declaraciones y no un artículo. Yo dejé pasar el tiempo que, a veces, todo lo arregla, pero no fue así. Me llamó, me insistió, no pude convencerle y, finalmente, publicamos como pudimos esa rectificación. Como yo le había comentado que esto podía indisponernos con el director, Delibes, el mismo día que apareció ese suelto, llamó al director para decirle que 'Culturas' era un suplemento extraordinario y yo y mi equipo unos grandes profesionales. Me quedé sorprendido cuando me llamó el director, que en nada se había apercibido de todo esto, para felicitarme por tener semejante padrino. Me pareció un acto tan justo y de tal honor profesional que siempre lo he tenido presente en mi vida.
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Delibes continuó atendiéndonos y nosotros a él. Cada novedad suya la recibía dedicada, y cuando aparecía la reseña mandaba su agradecimiento escrito sobre una cartulina blanca. Cuando pasé a dirigir el Círculo de Bellas Artes de Madrid, le dedicamos una gran exposición, a la que no pudo venir porque no era muy amigo de multitudes y ya no se encontraba muy bien. La biblioteca del Instituto Cervantes de Moscú, que se inauguró pocos días antes de yo llegara a la dirección de dicha institución, lleva su nombre.
La última vez que lo vi fue aún siendo ministro de Cultura. Estaban publicando sus obras en el Círculo de Lectores y me acompañaron los directivos de la editorial. Delibes había cambiado mucho físicamente. Estaba un poco hinchado, se movía con dificultad, pero aún seguía teniendo su buen porte y no había perdido su buen humor. Ironizamos sobre la actividad política de los intelectuales, me previno y no dejó de anunciarnos que ya tenía contados sus días. En medio de su estudio-biblioteca soleada, aquello resonó como una campana. No sé si fue muy prudente que le contara la anécdota que hacía poco me había pasado con Ayala celebrando su centenario. El también académico y Premio Cervantes, el granadino Francisco Ayala, me dijo en un aparte: «Molina, ¿usted no cree que se han olvidado de mí?». Yo me quedé estupefacto y me negué a contestar. Delibes sonrió divertido. Entonces moviendo varios dedos de su mano derecha respondió: «Como en 'La Odisea', nadie se escapa del cíclope, ni utilizando las pieles de cordero». Fue una gran tarde.
He conocido a muchos y muy grandes escritores nacionales e internacionales, pero pocos con tanta ética, moral, sabiduría y creatividad como él.
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