Delibes no fue el único que advirtió esa situación, pero sí el que con más cercanía y conocimiento la describió tanto en su
s primeras obras como en las últimas, entre las que transcurrió más de medio siglo, lo que da una idea de su fidelidad a sus convicciones. Sin necesidad de salir de su Castilla natal, Delibes, como muchos escritores de su cuerda (pienso en Álvaro Cunqueiro, en Josep Pla, en el francés provenzal Jean Giono, en esos italianos que permanecieron fieles a sus territorios natales, como Pavese o Bufalino o Sciascia), construyó una obra cuyos cimientos son el paisaje y la lengua y, tras ellos, una posición ética que es la que la hace universal. Por eso, su sombra sigue proyectándose sobre nosotros, nos reconozcamos o no en su literatura, diez años después de su muerte, como la de aquel ciprés que dio título a su primera novela y que para mí simboliza el espíritu del escritor.