Elena Poniatowska: «Además de querido, Miguel Delibes es un escritor que habla de una España que todos queremos conocer. O por lo menos, del mundo que a mí siempre me ha atraído, el de los desposeídos»
Elena Poniatowska
Sábado, 12 de diciembre 2020, 08:45
Altas pirámides de libros blancos tapan las puertas de la librería Gandhi en la ciudad de México y hay que pasar a su lado con cuidado. ¿Serán 'Santos inocentes'? Solo Miguel Delibes provoca entre nosotros en México estas aglomeraciones de jóvenes lectores ávidos y risueños. Jóvenes y casi niños salen con un libro en la mano y se van volando como los pájaros apenas sale el sol.
Además de querido, Miguel Delibes es un escritor que habla de una España que todos queremos conocer. O por lo menos, del mundo que a mí siempre me ha atraído, el de los desposeídos, el de los que saben arar la tierra, el mundo del que ahora nadie habla sino de pasadita, porque la ciudad todo se lo ha tragado. En México, Juan Rulfo, José Revueltas hablaron de los más abandonados como también lo hizo Rosario Castellanos al meternos en la tierra en la que nació, San Cristóbal de las Casas, un pueblo muy pichicato y cerrado de Chiapas, en el que el amor y la entrega eran condenados como un pecado sin redención.
La redención voló a través del Atlántico porque tiene mucho que ver con Delibes, que nos absuelve con su escritura. En México, nuestro grado de abandono es más cruento que en España, porque la desigualdad social, el trato a los migrantes, la condena del vagabundo es peor que en Europa. La pobreza en nuestra literatura es la que describió Oscar Lewis en sus estudios de antropología social: 'Pedro Martínez' y 'Los Hijos de Sánchez' y en el descarnado relato de uno de nuestros mayores escritores, José Revueltas.
Delibes tuvo muchas afinidades con el mundo de las golondrinas que no hacen nido, como llamamos a quienes vienen a la ciudad en tiempo de secas y desaparecen cuando despuntan las mazorcas en la milpa. Con Delibes y Revueltas se comunican nuestros dos continentes a través de un hilo de dolorosa poesía en el que se detienen las golondrinas. Es fácil verlas –montoncitos de plumas– allá en lo alto uniendo al cielo con la tierra.
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