Lo que nos hemos perdido
«Me descubro pensando en la película que Cuerda no llegó a rodar sobre 'El Hereje' como si la hubiera visto»
Gustavo Martín Garzo
Sábado, 21 de octubre 2023, 00:18
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Gustavo Martín Garzo
Sábado, 21 de octubre 2023, 00:18
Paul Klee dijo que la misión del arte no es representar lo visible, sino hacer visible lo que no vemos. Y siempre he pensado que la obra de Delibes surge de ese mismo deseo de visión. Veamos uno de sus fragmentos: «Ahora veo a la ... madre donde antes no la veía: en el montón de ropa sucia, en el bando de gorriones que revolotea en la terraza, o en el Talgo que pasa cada tarde o en el Sagrado Corazón iluminado. Pero cuando la madre se afanaba en silencio, no la veía, ni sabía que en sus movimientos había un sentido práctico». Es Lorenzo, el protagonista de 'Diario de un cazador', el que se expresa así. Su madre ha muerto y siente su presencia en la casa con más realidad incluso que cuando vivía y, demasiado ocupado en sus cosas, apenas reparaba en ella. Ayudarnos a ver, tal es la tarea esencial de la literatura para Delibes.
Puede que en ello se encuentre la verdadera razón de esa relación tan especial que siempre ha existido entre su obra y el cine, hasta el punto de que pueden contarse tres series y nueve películas basadas en sus obras. Y es verdad que no todas esas películas están a la altura de sus novelas, pero al menos se cuenta entre ellas 'Los santos inocentes', que es sin duda una de las grandes películas de la historia del cine español. Aun pudo haber otra así, pues es sabido que José Luis Cuerda luchó varios años por llevar al cine 'El hereje', la última novela de Delibes.
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Todos los aficionados al cine sabemos que al lado de las películas que hemos disfrutado en las salas de cine, hay otras que no podremos ver, pues nunca se realizaron. La historia del cine está llena de casos así. 'El corazón de las tinieblas' de Orson Welles, que a causa de la complejidad del proyecto RKO renunció a financiar en el último momento; 'Napoleón', de Stanley Kubrick, que relataba la vida de Napoleón Bonaparte desde su nacimiento hasta su muerte; 'Caleidoscopio', cuyo argumento era tan transgresor y turbio que ni siquiera Alfred Hitchcock, el director de 'Psicosis', se atrevió a realizar; 'Ronnie Rocket', de David Lynch, donde un detective con una sola pierna entra en otra dimensión donde es acosado por un enano de un metro de altura que puede controlar la electricidad, o 'El monje', de Luis Buñuel, donde se narra la lucha de un monje por mantener su voto de castidad cuando un emisario del Diablo lo tienta sin cesar.
A esa lista podríamos añadir la película que José Luis Cuerda nunca pudo hacer sobre la novela de Delibes. Se ha hablado tanto de esa película que a menudo me descubro pensando en ella como si la hubiera visto de verdad. Especialmente su última escena. El terrible Auto de Fe que tuvo lugar en la plaza Mayor de nuestra ciudad, y el momento en que Minervina aparece con su burro para acompañar a Cipriano, su antiguo niño, hasta la hoguera transformando a su paso el rastro de muerte que dejaban los condenados en ese polvo enamorado del que habló Quevedo. Lo que nos hemos perdido, me digo a mí mismo, cuando pienso en lo que ese momento habría podido ser.
Y me acuerdo de 'El fantasma y la señora Muir', la película de Mankiewicz. De la escena gloriosa en que el fantasma se despide para siempre de la señora Muir. Ella está dormida, y el capitán le dice que se va, que no quiere seguir complicando su vida y que cuando despierte sólo lo recordará como el personaje de uno de sus sueños. Y, antes de irse, no puede evitar volverse hacia ella y exclamar, mirando su dulce rostro: «¡Cómo te habrían gustado los fiordos al sol de medianoche; navegar por las verdes aguas de los arrecifes de Barbados; por las Malvinas, donde el viento vuelve blanco el mar. ¡Lo que nos hemos perdido, Lucía; lo que nos hemos perdido los dos!»Y basta la sola magia de ese instante para que todo lo que ellos no llegaron a vivir lo haga misteriosamente en nosotros, y los veamos acodados en la cubierta del barco, absortos en la inmensidad encantada del mar. Recuperar todo lo que hemos perdido al vivir tal es la tarea del cine y la buena literatura.
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