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«Con ver aparcar el coche ya sé qué tipo de cliente viene». Así de convencido lo afirma un afable Roberto Fernández. No pierde la sonrisa y asegura que la experiencia y el continuo trato con la gente «le hacen desarrollar a uno, un sexto ... sentido». Hace veintiocho años que sus padres abrieron el restaurante Gato en el municipio zamorano de Villanueva del Campo. Regresaron a su pueblo después de haber vivido varios años en Madrid para emprender una nueva etapa laboral en el sector de la hostelería.
«Mi madre era muy buena cocinera» y de su buen hacer en los fogones aprendió su hija Esther que junto a Maria Rosa Cañibano, mujer de Roberto se ocupan de la cocina a diario. Siempre han apostado por el producto de cercanía y la gastronomía castellana «porque es lo que conocemos y lo que la gente viene a comer», apunta Roberto.
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Andrea Díez
Andrea Díaz
Cuando abrieron sus puertas, este antiguo taller transformado en restaurante, se especializó en la cocina casera para atender a sus clientes, camioneros, transportistas y gente de paso que hasta la inauguración de la autovía Burgos-León, cruzaban desde El País Vasco y Francia con destino Portugal y Galicia por la nacional 610.
Después llegaría la crisis económica aunque afortunadamente la superaron y «aquí estamos», asegura. Renovaron el comedor, instalaron una terraza y hace un par de años incorporaron una parrilla con leña de encina para atender la creciente demanda de platos a la brasa. Además, desde hace años el jueves es el día del cocido castellano «tiene muy buena acogida entre los habituales». En cuanto al menú diario, preparan sopa castellana, guisos, legumbres y platos a la plancha, cocina casera, «la de toda la vida» resume Roberto. La especialidad de la brasa también ha funcionado «con buena carne de ternera», pinchos morunos, churrasco, panceta, chorizo criollo, chuletillas de ternero o solomillo.
El declive generalizado de los pueblos también ha hecho mella en este municipio de apenas ochocientos vecinos reconoce Roberto. «Si no hay industria o trabajo la gente aquí no se queda». Sin embargo, no son pocos los que se acercan de pueblos aledaños «la verdad es que yo estoy muy contento porque la gente se acerca hasta aquí. Algo estaremos haciendo bien» dice satisfecho mientras el ajetreo de la cocina aumenta según se acerca la hora de la comida. En una enorme cazuela el conejo comienza a dorarse. Hoy lo pondrán acompañado con pisto. En otra, ya está preparado el calamar y el marisco para la paella. El tiempo avanza rápido y Roberto se asegura que la parrilla esté preparada para atender los primeros servicios, sonríe, «trabajar hay que trabajar en todos los sitios pero aquí en el pueblo hay que reconocer que se está muy bien», concluye.
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