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santiago de garnica
Valladolid
Martes, 20 de febrero 2018
Fue el año en el que los estudiantes, unos realistas que pedían lo imposible, incendiaron las calles de París; el mago Stanley Kubrick nos llevó a 2001: una Odisea del espacio; los tanques rusos marchitaron la primavera de Praga; Paul MCartney para consolar a Julian ... Lennon del divorcio de sus padres escribía ‘Hey Jude’, uno de los himnos del pop; mientras en España nos sentíamos casi europeos o al menos ‘eurovisivos’, gracias a ‘Massiel La-la-la’; en ese 1968 donde en Madrid un niño llamado Felipe nacía para ser rey.
Aquel 1968, en el número 6 de la madrileña calle de Julián Camarillo, los técnicos daban los últimos toques a un ciclomotor de creación cien por cien española en el marco de una filial, MotoVespa, de la casa italiana madre Piaggio.
Y el 19 de febrero aquel ciclomotor, salió a la luz, aportando soluciones innovadoras como el sencillo bastidor de tubo de sección cuadrada, la tapa basculante que cubría el motor y el depósito de gasolina velando por la limpieza de los pantalones campana, o de los tobillos con minifalda, o el motor monobloque con la transmisión automática por variador, que decía adiós a la necesidad de cambiar de marcha simplificando su uso. Además aportaba soluciones de la Vespa como el manillar carenado con el faro que cubría todos los cables eléctricos y de transmisión, la admisión por válvula rotativa, y el sistema de suspensión posterior con un solo amortiguador y rueda desmontable con cuatro tornillos que permitía retirar fácilmente la rueda para arreglar un pinchazo.
Pero el Vespino que, en color blanco, se presentó a la sociedad española, era mucho más que un conjunto de interesantes soluciones técnicas. Lo que eleva su interés y lo hace inolvidable es su valor sociológico. Si el 600 de Seat motorizó a las familias españolas, el Vespino dio movilidad y libertad a los adolescentes y jóvenes españoles de aquel final de los años sesenta en una España que, en pleno segundo Plan de Desarrollo del régimen de Franco, llamaba a la puerta de la sociedad de consumo al tiempo que luchaba por romper con el pasado e ir por caminos diferentes a los que se les planificaba desde el poder. Y aquellos jóvenes se subieron en sus ‘vespinos’ (en bastante casos, premios de buenas notas finales de bachillerato) para ir a la Universidad, para hacer sus primeras escapadas con los amigos o irse en busca del novio o de la novia.
El éxito fue tal que, incluso, terminó por imponer su nombre de tal forma que la transforma la palabra ciclomotor hasta convertirla en el genérico nombre de ‘vespino’ , metaplasmo gramatical que se produce en muy determinadas ocasiones como en el caso de la aspirina que sirve para nombrar cualquier ácido acetil salicídico. Y así hoy, el término ‘vespino’ se sigue utilizando para denominar a todos los ciclomotores, independientemente de su marca y eso que este inolvidable ciclomotor nos dijo adiós en el año 2000, después de treinta y dos años de producción y veinte versiones diferentes, incluidas las destinadas a Correos y a la empresa Telepizza.
Pasado medio siglo de su lanzamiento, Madrid y los grupos de ‘vespineros’ de toda España quieren rendir un homenaje especial al Vespino con una exposición que tiene lugar los días 17 y 18 de febrero en el Centro Cultural José Luis López Vázquez (en la madrileña calle Febrero 4) ubicado también en el distrito de San Blas-Canillejas donde se encontraba la ya desaparecida fábrica de MotoVespa en Julián Camarillo 6.
La exposición reunirá treinta modelos de Vespino y otros ciclomotores derivados con su mismo motor, fabricados desde febrero de 1968 a julio del 2000, además de mostrar fotografías (muchas de ellas inéditas), carteles y otros objetos vinculados a este vehículo.
Además, la exposición contará con dos importantes actividades: una presentación con vídeos y fotografías de la ‘Historia del Vespino’ realizada por Héctor L. Sales ‘Vespinaire’, que ha tenido lugar en el salón de actos del Centro Cultural el sábado 17 de febrero, y una marcha desde el Centro Cultural a la antigua fábrica de la calle Julián Camarillo 6 el domingo 18 de febrero.
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