Representación de 'Don Juan Tenorio'. EL NORTE

San Valentín en la cultura: ¿Qué somos capaces de hacer por amor?

La locura de amor es un argumento eterno en el cine y la literatura, y también un desvarío (o un crimen) que puede terminar en el cementerio

luisa idoate

Lunes, 14 de febrero 2022, 13:32

¿Qué somos capaces de hacer por amor? Todo. Fingir, ocultar, mentir. Sonsacar, confesar, suplicar. Halagar, insultar. Atacar, defender. Estafar. Traicionar. ¿Hasta dónde podemos llegar? A morir y a matar. En la ficción y en la realidad. La locura de amor es un fascinante argumento de novelas y películas; y también un desvarío que termina en el cementerio. Un veneno sin antídoto, una enfermedad sin cura, (una excusa para el asesino o el criminal). Un desespero que ofusca, obceca y perturba. Quien lo sufre solo ve el objeto amado, que idealiza hasta volver irreal. Por él lo sacrifica todo, hasta lo que no tiene. Lo supervalora y se minusvalora, imposibilitando cualquier satisfacción y reciprocidad. Al echar cuentas, lo dado y lo recibido nunca cuadran. Pero nada cambia. Cada desaire, chasco y derrota le incitan a luchar más. Y, como Sísifo, empuja una y otra vez la piedra cuesta arriba. Porque el amor es ciego. Y no hay mayor ciego que quien no quiere ver.

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Adrenalina, dopamina, serotonina, oxitocina… La bioquímica del cerebro es una gran aliada de la pasión amorosa; y de su locura. Libera hormonas y neurotransmisores que nos producen placer, plenitud y felicidad al estar con quien amamos. Y no solo se generan en la pasión de pareja. Según Andreas Bartels y Semir Zeki, del University College de Londres, también lo hacen en el parto. Producen una sensación de enamoramiento y bienestar en la madre que deja de lado todo el sufrimiento padecido y el esfuerzo realizado.

En ambos casos, se impone una cierta euforia. Se refuerza el mecanismo de recompensa y se elimina la capacidad de crítica hacia lo amado. Se siente la misma locura por la pareja que por un hijo. Sin ningún atisbo de objetividad. Es un mecanismo evolutivo que garantiza la continuidad de la especie. Para Mara Dierssen, del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, el amor «es una adicción química entre dos personas» y «en cierta manera, es ciego».

Vea o no, a los escritores les fascina que pierda el juicio. «Si el amor no es locura, no es amor», dice Calderón de la Barca. «Si no recuerdas la más ligera locura en la que te hizo caer, no has amado», añade Shakespeare. Antonio Machado aconseja arriesgar: «Huye del triste amor, amor pacato, sin peligro, sin venda ni aventura, que espera del amor prenda segura, porque en amor locura es lo sensato». Eso le parece redundante a Heinrich Heine. «¿Locura de amor? Es un pleonasmo. El amor es ya una locura».

Son compañeros de viaje, piensa Mario Benedetti. Lo cuenta en 'El amor es ciego y la locura le acompaña', donde los sentimientos humanos juegan al escondite. Cobardía, generosidad, egoísmo, olvido, pereza… Le toca empezar a la locura. Al querer pillar al amor, le clava en los ojos las espinas del rosal donde se oculta. Le ciega. No sabe «qué hacer para disculparse». Llora, ruega, pide perdón, implora… Y se convierte en su lazarillo para siempre.

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El desbarre amoroso es un irresistible ingrediente literario. A doña Inés, le desquicia el Tenorio. «Tu presencia me enajena, tus palabras me alucinan, y tus ojos me fascinan y tu aliento me envenena. ¡Don Juan! ¡Don Juan! Yo lo imploro de tu hidalga compasión. O arráncame el corazón, o ámame, porque te adoro». Es una de tantas historias. En 'La metamorfósis' de Ovidio, Píramo y Tisbe se suicidan al creer que el otro ha muerto. Lo mismo hacen Romeo y Julieta en la tragedia de Shakespeare.

Les imitan Tristán e Isolda, en la ópera con que Richard Wagner representa su imposible amor con Mathilde Wesendonck. La locura de don Quijote es Dulcinea, a la que quiere liberar de los «encantadores». Cyrano de Bergerac muere por leer a su amada Roxane la carta de su difunto esposo; al raso, con el craneo abierto y ocultando sus sentimientos. Anna Karenina se lanza a las vías del tren al saber que el conde Vronsky, por quien ha perdido la reputación, la familia y los papeles, le engaña con otra. «Un loco enamorado sería capaz de hacer fuegos artificiales con el sol, la luna y las estrellas para recuperar a su amada», sostiene Wolfgang Goethe. Pero hace que el protagonista de 'Las penas del joven Werther' se pegue un tiro al ser rechazado por Lotte; y desencadena tal ola de suicidios que algunos países prohíben la novela.

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En la pantalla, el amor empecinado que acaba mal brilla a lo grande. A Heathcliff, su idolatrada Catherine se le muere en los brazos en 'Cumbres borrascosas'. A Scarlett O'Hara, que acosa a Ashley Wilkes en 'Lo que el viento se llevó', la deja plantada su tercer marido en la escalinata de Tara. A Rick Blaine, le reconcome en 'Casablanca' el recuerdo de Ilsa Lund, que lo abandona en París sin dar explicación. En 'Rebeca', el ama de llaves Danvers se inmola en la mansión de Manderley por la memoria de su venerada señora Winter. Juana de Trastámara delira por Felipe 'el hermoso' en 'Locura de amor'. Dan Gallagher ve cómo el affaire que vive con Alex en 'Atracción fatal' se vuelve obsesión y amenaza. Y en 'La guerra de los Rose', la pasión se convierte en una batalla campal que acaba con todo.

Hay locuras de amor reales que parecen de película. Simonetta Vespucci es la obsesión de Sandro Botticcelli, la cara de 'El nacimiento de Venus'; muere de tuberculosis con 23 años y se convierte en su musa. Algunas mujeres de Picasso viven tormentosas relaciones con el malagueño, pero nunca se separan de él. «Soy la única mujer que dejó a Picasso, la única que no se sacrificó al monstruo sagrado», puntualiza Françoise Gilot en 2011. «Soy la única que aún está viva para contarlo.

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Después de todo, mire lo que les ocurrió a las otras. Tanto Marie-Thérèse como Jacqueline se suicidaron, y Olga se volvió histérica». Frida Kahlo vive una montaña rusa de emociones con Diego Rivera. Con idas y vueltas. Se engañan, admiran, casan, divorcian y vuelven a casar, y protagonizan sonadas peleas. «Sufrí dos accidentes graves en mi vida, uno en el que un autobús me tumbó al suelo… el otro es Diego». Estruendoso y escandaloso es el amor de Liz Taylor y Richard Burton. La película '¿Quién teme a Virginia Woolf?' lo refleja. También se casan dos veces; él, otras tres y ella otras seis. ¿Qué hay tras los matrimonios repetidos? A veces una fijación; otras, una dependencia emocional, unilateral y mutua. Y, en algunos casos, el ansia de los enamorados por sentir siempre su borrachera inicial.

Podemos sentir locura por alguien y también por algo. Platón y Aristóteles aman por encima de todo la sabiduría. A Miguel Ángel le apasiona la escultura: «Solo estoy bien conmigo cuando tengo un cincel en la mano». Marie Curie y Albert Einstein viven para la ciencia. «El color es mi obsesión», dice Claude Monet. Para Francisco de Goya, «pintar es un corazón contándole a otro donde halló su salvación». Beethoven «puede escribir música, pero no puede hacer nada más en la Tierra». Vincent van Gogh llega al extremo y lo da todo al pintar: «Puse mi corazón y mi alma en mi trabajo, y he perdido la cabeza en el proceso». Aunque, según Salvador Dalí, «el genio tiene que pasar por encima de la locura y la locura por encima del genio».

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