Existe un ritual en todo TAC de calle, especialmente en aquellos números que no presentan un escenario intuitivo, que se repite, invariablemente, al comienzo de cada representación. El público de Valladolid aguarda, siempre con una puntualidad más que británica (a veces hasta con cuartos de hora de antelación) creando un vacío, una especie de círculo lo suficientemente amplio en el que, sienten, podrán desenvolverse los artistas con comodidad. Después, cuando ya la irrupción de bailarines, expertos circenses o acróbatas deja claro cuál es el verdadero espacio escénico, el círculo de los espectadores se va estrechando para poder ver, con comodidad y respetando a fotógrafos, asistentes e intérpretes, el número de calle con el que se obsequia a la ciudad.
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El primer número de calle de la XX edición del Festival Internacional de Teatro y Artes de Calle de este jueves, la 'Saeta para Transeúnte', pilló desprevenido a más de uno. La plaza Wattenberg fue el escenario número uno del conjunto multilocal 'El síndrome de Stendhal', donde Varuma Teatro fue desarrollando, con diferentes giros teatrales, un número dividido en cuatro partes que juega a la desubicación y a la sorpresa, y que entronca a la perfección con esa resurrección del flamenco más clásico con toques posmodernos que se está dando a lo largo de los últimos años, en una sutil pero constante infiltración en las nuevas generaciones, desde rotundos éxitos musicales como Rosalía hasta su inclusión en productos de consumo audiovisual como la serie 'Arde Madrid'.
Dicha saeta sorprendió, como decimos, por aparecer distintos cantantes en los balcones de la plaza. Pero no fue la única guardia baja que aprovechó el conjunto teatral: una fenomenal pelea de comida con macarrones, huevos y tarta culmina una fatal partida de ajedrez en '¿Cómo hemos llegado a esto?', en San Martín; una mujer que se torna estatua a base de pintura mientras canta en 'De lo tradicional a la piedra', en Fuente Dorada, y un fantástico zapateado pasado por agua en 'Decálogo de Vicente Escudero', frente a la estatua del bailarín en Recoletos, coronan este experimento de fusión entre arte teatral y flamenco. Estos espectáculos se podrán ver por la mañana y por la tarde también de este viernes; a las 11.00, 12.00, 13.00 y 14.00; y a las 17.00, 18.00, 19.00 y 20.00.
Otro de los espectáculos más hermosos pasó por la plaza Santa Ana, donde Julia Sanz y Milagros Galiano desarrollaron sus números de danza, dentro del ciclo '2 más femenino' que incluirá también a intérpretes de Italia (Alessio Natale, Giovanni Insaudo), Eslovenia (el también italiano Fabio Liberti), Francia (Clémence Juglet y Camille Granet) y España (Alejandro Lara y Carlos Huerta junto a María Matarranz). Especialmente poderoso fue el número de Galiano, que mediante percusión 'vapuleaba' la danza de la intérprete femenina; un número de fuerza visual no solo en lo estético, también por las lecturas que pueden sustreaerse sobre la violencia ejercida en torno al cuerpo de una mujer.
En un cambio de tercio notablemente más amable, la compañía hispanolituana de Adrian Schvarzstein volvió a 'sembrar el caos', tras su número de buscalíos en la alfombra roja de la XXII edición de los premios Max el pasado domingo en el Teatro Calderón, a lo largo de la calle Mantería. Schvarzstein y su 'partenaire', Jurate Sirvyte-Rukstele; implicaron al público, a restaurantes y a todo lo que se les ponía de por medio en la calle, para deleite de unos espectadores que gustosos se dejaban robar la bebida, masajear, quitar los calcetines, abrazar, cachear y colocar las ropas. Fue este número uno de los mejores exponentes de que el teatro de calle es vivo y dinámico; ni los artistas ni su público supieron ser estáticos, y no hubo mejor imagen que el continuo fluir de espectadores detrás de un arte escénico incapaz de estarse quieto.
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También de humor se vistió el 'Casting', de la compañía local Nuevo Fielato, en un espectacular número circense que tuvo lugar en la Plaza de la Universidad y en la que cuatro intérpretes frente a una desagradable y descacharrante jueza implicaron arriesgadas acrobacias, en grupo y en solitario, con red, cuerda y cintas. Simultáneamente, el Archivo Municipal acogía un número de danza de la compañía Iron Skulls, bautizado 'No sin mis huesos', y que supuso un homenaje a la figura y el legado de Miguel de Cervantes.
Finalmente, además de otros actos performativos como los que desarrollaron Irene Mohedano e Isabel León, la mañana de este jueves acogió, en la plaza Martí y Monsó, el espectáculo 'Sweet thorn', del italobritánico Riccardo Matlakas; que envuelto en un gran alambre de espino y rosas donde las púas del metal se confunden con las espinas de las flores denunció la situación de los refugiados en general y de Palestina en particular.
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