Muchos últimos besos tienen algo en común. Se dan sin que aún tengan ese significado. Es el tiempo el que los eleva a esa categoría, que pueden alcanzar un día después, a las semanas, o a saber. Es una situación por la que este año ... ha pasado el público de la Seminci. En su caso han tenido que esperar ocho meses para ser conscientes. Hasta junio, cuando se presentó la renovada imagen del festival.
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Los labios que dijeron adiós eran los que diseñó Manuel Sierra en 1984. Justo hace cuatro décadas. «Esos que nos hicieron enamorarnos de este festival», los definía Mara Torres, maestra de ceremonías durante la inauguración de la 69 edición de la Seminci. Lo hizo, no es casualidad, sobre el nuevo símbolo del festival. Que también son unos labios. Porque después del último beso, llega otro que vuelve a ser el primero. Y este viernes, la nueva imagen tomó el testigo.
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Fue una clara declaración de intenciones. El telón se levantó y lo primero que vio el teatro Calderón -que estaba hasta arriba- fue ese nuevo beso. Ahí está, protagonista, en el centro, rojo, con el pintalabios recién aplicado. Así ha arrancado el segundo año de la etapa Cienfuegos, que da un paso más como director del festival. Y con él continúan algunas de las secciones que se iniciaron hace doce meses, como es el caso de Alquimias. Este año se añade también a la programación una nueva bajo el nombre de Constelaciones. En total, Valladolid acogerá esta semana más de 200 proyecciones a lo largo de nueve días, uno más que en los años anteriores. «Bienvenidos al planeta Seminci», auguraba la presentadora.
Fernando Méndez-Leite
Espiga de honor
La gala prosiguió, pero la temática continuó girando de alguna forma en torno al amor y a ese enamoramiento al que ya hizo referencia Mara Torres en las primeras líneas de su discurso. No hubo excepción, ni Fernando Méndez-Leite fue capaz de escapar de esa atmósfera que parecía inundar el teatro. Y eso que avisó desde un primer momento. «Traígo una chuleta, eh». El director de la Academia de Cine ha sido el primer homenajeado de esta edición.
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Ha recibido la Espiga de Honor de manos de su hija, antes de arrancar con un discurso sobre su historia con el festival y la ciudad. «Vengo desde hace 56 años». Pero su relación con Valladolid es más profunda. «Fui profesor en la universidad durante más de una década. De los alumnos de primer año, casi todos eran curas o monjes, menos cuatro. Cuando volvían en segundo ya la mayoría había colgado el hábito», relató. Y tras esto, volvió de nuevo el tema recurrente de la gala. «Me dais la espiga por pucelano, porque me he pasado la vida aquí. Y con tantas historias que tengo aquí, cómo no voy a estar enamorado de la ciudad», ha finalizado.
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Sonia Quintana
Todo tenía su sentido. La película inaugural, 'Polvo serán', también juega esta baza, aunque en su caso la cosa va más allá. «Muerte y amor van siempre muy unidos», ha asegurado su director, Carlos Marques-Marcet. Y estos son los dos pilares sobre los que se crea la narración, que hace uso de diversos elementos, también de la música y la danza. Fue precisamente esto lo que ayudó a aliviar la carga de discursos de la ceremonia de inauguración, la actuación de María Arnal, acompañada sobre el escenario por dos bailarinas de La Veronal y quienes interpretaron una de las canciones de la cinta, encargada de encender por primera vez este año el proyector del Calderón. Pero no solo de amor habla la película, también de la muerte.
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Y esta fue otra idea que estuvo muy presente en la gala. Lo estuvo durante la alfombra verde y también dentro del teatro. Hay que hablar de las reivindicaciones. «Este es un festival que habla del cine como un hecho cultural, que rescata imágenes de pueblos olvidados. Y este aspecto es importantísimo teniendo en cuenta los conflictos que están ocurriendo ahora mismo en el mundo», ha apuntado José Luis Carrasco, miembro del jurado internacional. Y esta idea la llevaron también sobre la ropa y la piel muchos de los invitados, que portaban pegatinas en apoyo a Palestina.
Y así se encaminó hacia el irremediable final la gala de inauguración. Un rápido «¡Feliz Seminci!» fue el último mensaje de Mara Torres. Pero el importante era el que ya había dicho en un primer moemnto, ese que se mantendrá durante esta semana, el de que con otros labios, el festival busca mantener el mismo beso al cine de autor. «Porque en qué otro festival vas y descubres una película asiática o árabe que cuando acaba te ha encantado. Eso solo lo puedes hacer aquí, en la Seminci».
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