Desde 1958, el trigo también se cosecha a finales en octubre en Valladolid. Mes y medio antes, ya ha comenzado a espigar. Su segador es Kiko Contreras, joyero vallisoletano y encargado del diseño de los premios que todos los años recolectan las películas y ... cortos ganadores de la Seminci y que este martes recogerán, entre otros, Victoria Abril y Fernando Colomo. En su joyería de la calle Panaderos están preparadas las espigas y alondras que se llevarán a casa los ganadores de esta edición del festival, con las bases que esperan todavía una placa y un nombre.
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«Es un diseño de autor acorde a un festival de cine de autor», resume Contreras. En su afán por aportar su sensibilidad a la espiga de oro, el joyero aúna en el galardón los rasgos distintivos del paisaje castellano y leonés. «La base, realizada con seis placas de vidrio fundido en el horno, representa los campos de la comunidad. La espiga es ondulada, como una ola, en honor al mar de Castilla», explica. Valladolid también está representada, pero ese es un secreto que solo han visto quienes se han llevado el premio a casa. «El galardón se entrega en su propia vitrina y tapado con un cristal para que no coja polvo. Luego, todo queda dentro de un estuche de vino, qué mejor para esta tierra, pintado de color gris para hacer alusión a la niebla de Valladolid», desarrolla. En total, realiza cuatro acabados diferentes de espiga, las de oro, las de plata, la arcoiris y la verde. También prepara veinte alondras, que se otorgan en categorías como a la mejor dirección. Todos ellos con su contraste de garantía.
«Como ocurre con la cosecha, cada año es diferente», expone el joyero. Y así, al igual que en el campo, en cada edición la espiga adquiere pequeñas variaciones que solo él percibe. «Podría ver todas las que he hecho y saber de qué año es cada una», asegura. Detalles como el grado de inclinación o la cercanía del grano al tallo. Pequeñas diferencias que las hacen únicas y que solo su segador puede discernir. El diseño del premio no obstante se mantiene inamovible desde que Contreras lo diseñara para la 61ª edición. «Es una espiga de dos carreras con doce granos, uno por cada mes del año. El tiempo que pasa entre cada edición de la Seminci. Cada una tiene el mismo mimo. Ese es su valor añadido. Al igual que las películas del festival son diferentes de las que encontramos en salas, la espiga de oro también lo es».
Dentro de su joyería, «en la cocina», como la define, el joyero ya ha preparado las bases de vidrio verde a la espera de que llegue el momento de sembrar los frutos del trabajo. Será entonces cuando la espiga ocupe su lugar en el campo y el premio se convierta en reflejo de Valladolid y de la sensibilidad de su segador.
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