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Son las 11:30 de la mañana. Es domingo de Seminci, acaba de terminar la primera proyección del día y el tiempo hasta la siguiente es escaso. En 30 minutos hay que volver a llenar la butaca. Apenas se pueden estirar las piernas y dar ... un rodeo por el Calderón antes de volver a entrar. Pero más importante aún, hay que aprovechar para tomar el café, quizá el segundo del día. Hay que ser rápido, con leche templada para no esperar, y así llegar a tiempo. Durante este intervalo entre sesiones, los establecimientos hosteleros más cercanos a las sedes de la Seminci se convierten en hervideros de cinéfilos, miembros del elenco que presenta una película y también personal del festival. Son las 11:45 y ya no hay tortilla.
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Sonia Quintana
Con ese vaivén de personas trabajan durante esta semana los hosteleros que tienen sus locales más cercanos al teatro Calderón. Ejemplo de ello es José Luis Calleja, dueño de la Taberna Calderón. «Se nota la afluencia de gente entre sesiones, pero el cliente principal son miembros de la organización del festival, que vienen aquí por la cercanía con el teatro. Antes era habitual ver a los actores, que venían a la Seminci a presentar una película, pero es algo que con los años se ve menos», explica. Las acreditaciones que cuelgan del cuello de un grupo de personas en la barra dan fe de sus palabras.
Justo enfrente del teatro Calderón se encuentra un bar de nombre homónimo. Allí atiende a los clientes Jimena Abrigo, que también comenta la afluencia de personas que aprovechan los intervalos entre películas para tomar algo. «Este sábado tuvimos al cocinero que no daba a basto haciendo tostas de salmón para unos invitados que se acercaron antes de la gala de inauguración. Son unos días donde la zona coge un ambiente especial», relata.
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El clima nocturno lo recoge Esteban Oliveira, dueño de Antiguo Merino. Su local está ubicado en una zona estratégica, detrás del teatro Calderón y a escasos metros del Hotel Olid, donde muchos invitados hacen noche en Valladolid. A su establecimiento se acercaron muchas personas que atendieron la gala de inauguración. «Es un día que está hasta arriba. Mucha gente del cine, extranjeros que presentan su película y, entre diario, espectadores que entre sesiones se acercan para tomar algo hasta la siguiente proyección», explica. Lo que más llama la atención a los invitados que conocen Valladolid por primera vez son los torreznos, los callos y la oreja, explica el hostelero. Además de, como cabría esperar, el vino de Valladolid. De esta manera, mientras que los invitados del festival consumen las tapas, los espectadores agotan las tortillas.
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