Macacos y langures
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Una arriesgada farsa hindú sobre monos, disfraces y aprendizaje de vidaLa audacia de esta película hindú empieza por su mismo título, 'Eeb Allay Ooo!', que no es sino la onomatopeya que atrapa el grito con el que se espanta a una clase de monos muy común en Delhi, los macacos Rhesus. Cualquier turista que venga ... de la India cuenta de su encuentro con ellos, de las muchas fotos que les han hecho cuando se acercan por comida. Y de lo pesados, e incluso peligrosos, que se ponen a veces (casi tan pesados como los amigos que te cuentan esos viajes exóticos). En muchos edificios oficiales estos monos han proliferado sin control. Los hindúes los consideran un animal sagrado, así que solo cabe la convivencia.
Hoy en la Seminci
Claudia Carrascal
Victoria M. Niño
Victoria M. Niño
La película, primera de su director Prateek Vats, se plantea inicialmente como una mirada sobre las clases populares que sobreviven malamente en los suburbios de Delhi, con protagonismo en el joven que encuentra ese trabajo de ahuyentador de monos. La primera parte de la cinta se coloca en el borde indeciso de la comedia y el drama. La sonrisa la traen las escenas de aprendizaje, que se convierten con frecuencia en cantos de variaciones sobre los sonidos que espantan a los macacos, una fiesta del lenguaje que recuerda a las que monta Jim Jarmusch en torno a las palabras. Además, los monos se suman con su enorme gestualidad a la fiesta. Por otro lado, la timidez e inexperiencia del joven le origina continuos roces con sus jefes, que acaban por despedirlo, y llegan las lágrimas. Es una mezcla agridulce, que en algunos momentos desconcierta al espectador, pero que por fortuna encuentra un camino propio. El joven, incapaz de poner en fuga a los monos, recurre a sus depredadores naturales, los langures: otra especie de simios, de piel negra y pelaje blanco. Construye entonces un disfraz de langur realmente divertido, con el que al menos consigue la simpatía de los turistas, empeñados en hacerse una foto con él. Ese disfraz será la gota que colma el vaso para sus jefes, pero abrirá una veta insólita hacia la asunción de la extravagancia, del disparate, del divertimento por encima de la vida mediocre. La larga escena final encauza e ilumina retrospectivamente la película: una procesión de religión subvertida, un carnaval, en definitiva, en el que el protagonista goza y explaya su carácter singular, su alma de langur.
Película irregular, pero sembrada de audacias que van de menos a más, con el estallido final de una banda sonora nutrida de onomatopeyas y sonidos urbanos. En la ternura excéntrica de su protagonista recuerda a aquella joya alemana de 2016, 'Toni Erdmann', con el disfraz imposible de kukeri búlgaro. Y, ya que estamos en el año del Free Cinema, hay que hacerle un sitio a David Warner vestido de gorila en 'Morgan, un caso clínico', de Karel Reisz.
Abrió la sesión el cortometraje canadiense '4 North A', de Jordan Canning y Howie Shia. Con poco más de unos escuetos trazos, la alternancia de colores fríos y cálidos, y una banda sonora de rumores, consigue extraer del corazón y la memoria de cada espectador las jornadas de cuidados en un hospital.
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