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VIDAL ARRANZ
Viernes, 18 de octubre 2019, 07:14
El salmantino, nacido en Peñaranda de Bracamonte, Antonio Hernández es un veterano todoterreno del cine, un director capaz de afrontar obras muy personales ('En la ciudad sin límites'), así como de resolver de forma solvente todo tipo de trabajos de encargo, o series de televisión. ... Este año la Seminci le concede una Espiga de Honor que se suma a otras que han distinguido anteriormente a otros talentos cinematográficos de Castilla y León, como el vallisoletano Francisco Regueiro, el salmantino José Luis García Sánchez o el burgalés Antonio Giménez Rico. Hernández recibirá su distinción el día 21 en el marco de la Gala del Cine de Castilla y León.
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–¿Cómo describiría su relación con el cine? ¿Qué aporta a su vida?
–El día que vi '2001, una odisea en el espacio' en el cine Gran Vía, siendo el único espectador en aquella magnífica sala, cambió mi manera de ver el cine, y, en realidad, mi manera de ver la vida. Creo no ser el único que vivió una catarsis similar. Aquel día decidí que sería director. Empecé a rodar cortos en súper 8 mientras leía y veía a los clásicos. Estudiaba sin saberlo la evolución del lenguaje, desde los pioneros, cómo Segundo de Chomón o Griffith, hasta las diferentes corrientes: expresionismo alemán, nouvelle vague, neorrealismo… y con ellos los nombres de Welles, Kubrick, Fellini, Godard, Pasolini… Leía libros de fotografía, montaje... estaba enamorado del cine y sigo estándolo en la misma medida.
–¿Cuál fue el motivo de irse a Madrid? ¿Tuvo que ver con la falta de oportunidades para desarrollar aquí su vocación?
–Realmente es así: en el mundo del cine todo se cuece en Madrid. Es cierto que la producción se ha extendido en algunas autonomías, pero el mayor porcentaje de la industria y medios de comunicación están allí. Lo cierto es que eso ha obligado a rodar en la capital porque los gastos se multiplican cuando sales fuera. Aun así, la ficción se enriquecería si los rodajes salieran a ese magnífico decorado que es España.
–¿Está Castilla y León suficientemente aprovechada como escenario cinematográfico?
–Yo he rodado en Castilla y León, por ejemplo, buena parte de mi película 'Lisboa', incluso un documental, pero realmente está infrautilizada dado el enorme potencial que tiene. Los responsables políticos deben saber que depende de ellos la promoción de la autonomía a nivel cultural, y en la ficción, tanto en televisión como en cine. Woody Allen rueda donde consigue financiación para producir sus obras. Y se ve en todo el mundo.
–Usted pasó su infancia y adolescencia en Salamanca, donde cursó estudios en un colegio religioso, el San José de Calasanz. ¿En qué medida hay componentes de esa experiencia personal en su primera película FEN (Formación del Espíritu Nacional)? ¿Suponía aquel proyecto algún tipo de ajuste de cuentas?
–Ajuste de cuentas es lo que llevaban a cabo los dos protagonistas de la película; nosotros lo que hicimos podría considerarse más bien un alegato, una denuncia de la sinrazón del sistema educativo religioso, en un internado donde la disciplina imitaba formas carcelarias impropias para la infancia y la adolescencia.
–'En la ciudad sin límites', la película que le dio a conocer, es su obra más personal. También la que más tiempo y energías le exigió en su proceso de preparación. ¿Tuvo algo de parto?
–Todas son un parto y no solo las mías. Se sorprendería el público si supiera el enorme esfuerzo y exigencia de este llamado séptimo arte. Sabiéndolo ya, y habiéndolo asumido sin remedio, he de reconocer que rodar una película sigue siendo una experiencia fantástica e irrepetible.
–En muchas obras de su filmografía (Borgia, FEN), incluso series de televisión (Tarancón, Gran Reserva…), late una preocupación por el poder en sus diversas formas y manifestaciones: cómo se ejerce, cómo se logra, cómo se pierde… cómo algunas personas logran imponer su voluntad sobre otras…
–Es que lo llevo muy mal. Y creo que es de familia. No soporto el poder ni a los poderosos. Nunca me he llevado bien con ellos porque no consigo entenderlos. El mundo sería mucho mejor si aprovecharan el dinero que han ido negando a los demás y se fueran a otro planeta.
–¿Qué pasó con el proyecto del Capitán Trueno? Un guion desafortunado (muy poco coherente con las líneas maestras que definen al personaje) frustró uno de los pocos intentos de nuestro cine de recuperar a los héroes de nuestra cultura popular. Ahora parece que eso está cambiando (Anacleto, Super López), pero no sé si estamos dando con el punto justo.
–Es probable que sea mi peor película, de las que he hecho de encargo, detalle éste muy importante, pero es mi mejor trabajo. Aquello fue titánico, no había los medios necesarios para hacerla bien y menos con aquel guion que, para más inri, fue mejorado sensiblemente. Me quedo con que le encantó a Víctor Mora, el creador del cómic. Adaptar siempre es difícil, cuentas con que el espectador ya tiene su versión en la cabeza.
–La televisión ¿se ha convertido en un refugio alimenticio de nuestro talento audiovisual o ya es, como en Estados Unidos, punta de lanza de la verdadera creación?
–Ambas cosas. No creo que el cine se esté quedando atrás; el buen cine, no el blockbuster. Es que ahora la pantalla del televisor se ha convertido en el soporte para todo, no la televisión, que en el futuro cercano se va a limitar a su versión más obvia, el directo, el entretenimiento, deportes, e informativos. Viene imparable una revolución que está ya aquí y veremos cómo se sigue invadiendo el mundo con pantallas. Ahí estaremos.
–Su relación con la Seminci viene de antiguo, desde 'FEN', que se estrenó aquí, en la sección oficial. ¿Qué relación ha mantenido luego con el festival vallisoletano?
–Incomprensiblemente, ninguna. He estado en muchísimos festivales, participando, o como invitado o jurado, pero aquí no; la Seminci se quedó en mi primera obra. Cierto es que he seguido viendo las películas del festival porque su calidad está garantizada.
–¿Qué supone esta Espiga de Honor para usted?
–Un honor, como indica el propio premio. Probablemente inmerecido, pero bienvenido y agradecido, en cualquier caso.
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