Los abrazos indecisos (en la reapertura de los cines Manhattan)

Esa tarde fue grande, cambié de planes y me metí en la película de Almodóvar con bastantes acompañantes por las butacas. ¿Volverá de verdad el cine, los cines?, suspirábamos muchos. Almodóvar, que estrenó con valentía 'La voz humana' en los días del toque de queda, dudaba, con dolor, en dar una respuesta positiva. Bien es verdad que los Broadway no han dejado de dar la cara en ningún momento, haciendo incluso piruetas de horarios para mantener las sesiones cuando las restricciones apretaban. Luego se han sumado otras salas de geografías comerciales que me pillan un poco lejos. Y desde luego que echo en falta al Casablanca, del que oigo rumores de alquileres abusivos.

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Los cines: patio de butacas anónimas, oscuridad compartida, un antes y un después en conversación amical o en gustosa soledad; una fuente de placer y conocimiento que lleva manando muchos años. Y que ahora está en grave peligro, por la pandemia, por la mala salud anterior, por el nuevo orden del espectáculo y del negocio. La Seminci que arranca es el oasis de siempre: butacas disputadas, cinefilia desatada, sacrificios de horarios. Sabemos que fuera del oasis se extiende el desierto. Pero ese contraste habitual es especialmente dramático este año, el de las amenazas terminales. ¿Saldrá del festival, y de otros festivales, la energía para remontar? ¿Y germinará en los potenciales espectadores? Ese espectador que tiene que vencer la pereza del sofá con series y películas a un clic de distancia. Ese espectador al que busqué en el abrazo indeciso del otro día en el Manhattan.

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