Eduardo Moga, escritor
«Cada nuevo libro me ha dado la sensación de volver a aprender a escribir»Eduardo Moga, escritor
«Cada nuevo libro me ha dado la sensación de volver a aprender a escribir»Lejos de sentir que esto es un carpetazo, un compendio absoluto de su obra poética o el punto y final de todo cuanto le resta por decir, Eduardo Moga remarca que tiene intención de seguir escribiendo.«Al menos, mientras me quieran los editores», ironiza. Y ... es que el autor y colaborador de El Norte de Castilla ha publicado 'Ser de incertidumbre'; tres volúmenes en la editorial Dilema, que reúnen su producción lírica de los últimos treinta años, incluyendo poemas dispersos, obras inéditas, referencias críticas bibliográficas y entrevistas.
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«La idea de reunir toda esta poesía, como tantas cosas en la vida, es fruto de una decisión no necesariamente verbalizada ni consciente», apunta. «Uno se acerca a una edad, no provecta, pero sí con unas décadas a las espaldas, y bastaba con que existiera una posibilidad editorial para que en un momento dado se me ocurriera o pensara que era momento de que esta poesía reunida apareciera».
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Bajo los títulos 'La respiración del mundo', 'La voz de la herida' y 'La soledad', los tres volúmenes de cerca de seiscientas páginas cada uno reúnen la totalidad de su obra publicada desde 1994, con la excepción de un primer volumen que, a juicio de su autor, no reunía las condiciones necesarias para ser incluido en esta colección: «No lo considero parte de mi obra, fue una intentona juvenil de poca legibilidad y calidad». Pese a esta visión severa hacia su propio trabajo, Moga también se muestra contrario a reescrituras e inclinado a preservar a quien era aquel poeta cuando terminó esos versos: «Una vez los he dado por cerrados, o abandonados como decía Valery, no vuelvo a tocarlos: creo que el texto tiene su derecho en seguir como está y el autor en ser respetado, sin desmentidos ni desautorizaciones, por ser quien era cuando escribió aquello».
Son treinta años de trayectoria literaria en los que el barcelonés ha perseguido, a pesar de su dispersión en temas y estilos, un único objetivo:«Cuando escribo poesía, he intentado ser veraz conmigo mismo», asevera. «Entiendo la poesia como algo muy vinculado con el yo intimo, con el yo personal: no soy un escritor que mire desde el exterior, que adopte voces distintas o que explique historias, sino que trato de expresar lo que siento y lo que vivo tratando de decir la verdad poética de la mejor manera posible».
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Ese discurso implica vehicularse en un lenguaje, que a lo largo de treinta años ha cambiado, tal y como ha cambiado el autor con sus debilidades poéticas en sus distintos momentos vitales: «Se trata de buscar generar en el lector el mismo impacto estético que yo siento de los poetas que me gustan». Pero, lejos de querer emular a los místicos, a los poetas del Siglo de Oro, a los simbolistas franceses o a la Generación del 27, entre otras de sus debilidades, Moga opta por seguir sus propias técnicas, aunque el objetivo sea reproducir la misma emoción que él siente: «Se trata de usar mi veracidad de la misma manera que ellos usaron la suya; y mis técnicas vienen de mis lecturas pero también de mis reflexiones, si se aplica rigor al oficio, a la inteligencia y a la sensibilidad la voz será más propia, y no solo un eco de a quienes se ha leído».
Sorteando lo que bautizaba Harold Bloom como «la angustia de las influencias», Moga revolotea sobre sus propias obsesiones (la muerte, el amor y el erotismo expresados con potencia, la angustia existencial o la creencia en el vigor de la palabra) abarcando amplias variedades formales: «Nunca escribo poemas aislados y los reúno como si fueran las cartas de una baraja, sino que proyecto siempre la idea de un libro, y con cada libro siento que vuelvo a aprender a escribir». Cada experiencia muda el pelaje y trata de alcanzar esa veracidad mediante nuevos recorridos: «Se trata de renovar el acto de escritura, pero también el de lectura», afirma.
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Buscando guantes que encajen en sus manos, siempre «con ojos abiertos y piel dispuesta para percibir la forma», Moga dispone aquí sus diferentes rutas líricas, desde breves versos hasta lo que llama 'poema río', «largo y discursivo, que avanza respondiendo a sus propias preguntas», pero también 'poemas casa'; «construidos con solidez arquitectónica». Un equilibrio, en suma, entre «la tendencia al poema de largo aliento y formas más ceñidas», siempre en pos de que el marco sea el más adecuado para el lienzo.
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