Los libros de la semana
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Los mejores 'best-sellers' del otoño: de los torpedos de Pérez-Reverte al caso final de Carmen MolaMarinos que combaten en el Mediterráneo, mujeres que tienen que separarse de sus hijos por culpa de la guerra, venganzas sangrientas y el final de la inspectora Elena Blanco. Las librerías ofrecen este otoño varios de los 'best-sellers' más esperados de la temporada, con las últimas novelas de Pérez-Reverte, Carmen Mola o Julia Navarro. A continuación, echamos un vistazo a estos libros, que se han colado durante estas últimas semanas en el listado de los más vendidos.
«-¿Qué hay después de la guerra?
-La revancha« (13)
El Clan. Carmen Mola
Planeta. 456 páginas. 21,90 euros.
Ya está. Se acabó. 'El clan' es el punto final a la saga de la inspectora Elena Blanco. Los Carmen Mola cierran con esta quinta novela la serie que comenzó con 'La novia gitana' y que descubrió una voz (un trío de voces) que ponían vísceras y adrenalina a la novela negra en España. Esta entrega final ofrece más de eso a lo que nos tienen acostumbrados. Y lo hacen con un artefacto que funciona muy bien como cierre a lo leído hasta ahora. 'El clan' enlaza con otros libros anteriores para cerrar tramas, lanza guiños a esos detalles que sirven para crear universos cerrados (la grappa, el karaoke, Mina) y no se olvida ni de esos giros que buscan la sorpresa ni del trasfondo social en la crítica. Aquí, la mirada se dirige hacia las mafias que explotan las rutas migratorias desde África, hacia esas redes que trafican con personas y que, ahora, incluso lo hacen con sus órganos.
'El clan' arranca donde lo dejó 'Las madres'. Con Elena Blanco lejos de la BAC. Con Zárate a saber dónde. Y con una nueva jefa que viene a hacerse cargo de la Brigada de Análisis de Casos. Los autores ya han anunciado (en varias entrevistas) que 'El clan' supone la desarticulación de la BAC. Y ese inicio del fin se muestra ya desde la primeras páginas de esta quinta novela de la saga, con unos tintes crepusculares que se cuelan incluso en las conversaciones de sus protagonistas. Los personajes principales se asoman a abismos existenciales, con sus fuerzas cada vez más diezmadas. A las muertes (de su equipo) sufridas en novelas anteriores, aquí se suman nuevas asesinatos. Y eso les sume en un delicado estado. Elena dice que ya solo le queda rabia (45). El resto de sus compañeros se lamen las heridas con la certeza de haber dedicado demasiado tiempo a sus trabajos. «Se nos olvidó el detalle de que también hay que vivir». ¿Y todo para qué? «La BAC se está deshaciendo, es tan evidente como ver pudrirse un trozo de carne. Si alguna vez fueron una familia, ese tiempo quedó atrás» (74).
Así, con estos ánimos, tienen que ver cómo desarticulan El Clan, una banda criminal que comenzó con el tráfico de armas para dedicarse después al de seres humanos. Un grupo de criminales que, con el paso de las páginas, veremos que es más peligroso de lo que se pensaba porque, en realidad, El Clan está plenamente asentado en la sociedad. «Este puto sistema (...) Los políticos. Los jueces. Los medios de comunicación. Los cuatro ricos que tienen todo el dinero en España. Esos a los que nadie conoce ni vota en unas elecciones. Todo eso es El Clan» (395). Y contra eso tendrán que luchar Elena Blanco y su equipo.
Aunque, en realidad, Elena ya no formará parte de él. En su lugar ha llegado Miriam, nueva responsable de la unidad, una mujer religiosa, felizmente casa, madre de cinco hijos, que antepone las normas y la legalidad a cualquier atajo. Por eso, no comulga con muchas de las acciones llevadas a cabo hasta ahora por la BAC. Por eso, será capaz de sacrificar el éxito de la investigación si no se siguen los caminos legalmente establecidos.
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'El clan' insiste (aunque no con la intensidad de otras novelas) en ese gusto de los Carmen Mola por las imágenes impactantes. La novela comienza con un joven que da vueltas en el aire a un niño para estamparlo luego contra una pared. Y a partir de ahí, más sangre. Hay también giros inesperados en la trama y todo eso conduce a un final que redondea la saga de una forma convincente, con esa sensación de que el camino ha merecido la pena hasta llegar a conocer el destino de Elena Blanco y los suyos. 'El clan' es una buena novela de acción que cierra una de las sagas más exitosas de los últimos años (y que, con altibajos, se ha situado en una calidad muy por encima de los 'thriller' que llegan a librerías y bibliotecas).
«Me gusta pensar que alguna vez fuimos jóvenes y peligrosos» (406)
La isla de la mujer dormida. Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara. 416 páginas. 22,90 euros.
El padre de Eleonas, piloto griego que es uno de los grandes secundarios de la última novela de Arturo Pérez-Reverte, tenía un dicho que solía repetir a menudo: «Una vez al año, el diablo celebra su cumpleaños... Y ese día es mejor no salir a la mar» (261). Pero, claro, «todo consiste en saber qué día cumple años el diablo». Porque, a veces, por mucho que lo intentemos, es imposible luchar contra el destino, el azar, las voluntades ajenas, las conspiraciones. Y de esas hay unas cuantas en 'La isla de la mujer dormida', libro en el que Pérez-Reverte transita de nuevo por los grandes motivos de su obra literaria. «Lealtad, compromiso, obligación, honor -escurridiza palabra- eran ya términos difusos, de límites imprecisos: una trampa peligrosa para para quienes, como él, se veían obligados por antiguas e ineludibles maneras. Por viejos códigos de conducta», se dice, casi como resumen, en la página 76. Y todo ello, en una trama que es a la vez novela de guerra, de espías, de amor y de aventuras.
Miguel Jordán es un antiguo marino mercante de 34 años («alto, fuerte, dorado de cabello y barba») movilizado pese a su voluntad para combatir en el bando nacional. En plena Guerra Civil, recibe un encargo que no puede rechazar: luchar en el Mediterráneo oriental, a bordo de una pequeña lancha torpedera. Su misión será hundir los barcos que, desde Rusia, atraviesan el Mediterráneo con material para abastecer a las tropas republicanas en España. Pantelis Katelios, un barón griego (bien relacionado con la dictadura griega y simpatizante de la causa nacional), ha cedido su isla privada como base de operaciones para Jordán y su equipo de mercenarios. Esa isla, Gynaíka Koimisméni, está en las Cícladas occidentales, a poniente de Andros y Tinos y es un enclave crucial en las rutas marítimas. «En la Antigüedad había sido utilizada como lugar de destierro; y durante varios siglos su ensenada de levante fue refugio de piratas y corsarios bizantinos, venecianos y turcos. Bajo la dominación otomana se construyó una prisión que los griegos siguieron usando al apoderarse de la isla». Hoy, de aquello queda la historia y las ruinas, ya que en ese puñado de tierra apenas queda la mansión de Katelios y su mujer. Él es un hombre enamorado de los libros, cada vez más convencido de que ya es imposible salvar un mundo que se desmorona poco a poco. Un tipo atrincherado frente a lo que le depara «la sociedad moderna, la política y el futuro» (265). Su mujer, Nela, es una antigua modelo (hoy 49 años, «facciones delgadas con pómulos altos, nariz larga y boca grande») a quien el barón conoció en París. Llegó ella allí al huir de la Revolución Soviética, después de que mataran a su primer marido en el Palacio de Invierno. Hoy, se mueve «como un soldado en territorio enemigo» (219), en un mundo que observa casi ya de retirada, mientras sigue con su esposo, el barón, aunque ya no queden brasas de una relación que tal vez un día fue hoguera. «Estoy demasiado cansada para correr» (224), reconoce, aunque una ilusión prende en ella cuando conoce a Jordán, ese marinero español que ha ido a parar a su isla.
Ese triángulo entre Jordán-Nela-Katelios es uno de los pilares de una novela que se hace fuerte con las escenas de acción en el mar (destacan la primera incursión fallida y la última y definitiva del torpedero), con la precisa documentación de la época y con unos diálogos que conectan a Pérez-Reverte con el mejor cine negro. Y además, los secundarios. El capitán Jordán se presenta como el protagonista del libro, pero hay un reverso fantástico en el personaje de Salvador Loncar, un espía republicano en Turquía que recaba información en aquel lado del Mediterráneo. Allí comparte partidas de ajedrez (ambos son peones prescindibles) con Pepe Ordovás, enviado del bando contrario. Juntos mantienen una suerte de amistad interesada en la que se intercambian secretos que pueden ayudar o despistar a sus contrincantes de la Guerra Civil. Estas escenas en la retaguardia de la acción, donde se mueven hilos que luego afectarán en el campo (el mar) de batalla son fantásticas, con unos personajes en principio comprometidos con una causa que moldean a sus intereses personales. Pérez-Reverte entrega una novela entretenidísima donde vuelve a presentar unos personajes descreídos ante las grandes causas y que se mueven por sus personales códigos de amor, amistad y lealtad.
«Pensar es un acto peligroso» (142)
El niño que perdió la guerra. Julia Navarro
Plaza&Janés 640 páginas. 24,90 euros.
En la primavera de 1950, en el campo de Vorkutlag, un centro de reclusión para las víctimas del Gulag, un grupo de mujeres sobrevive a los trabajos forzosos en una mina de carbón, a las gélidas temperaturas bajo cero (están muy cerquita del Círculo Polar Ártico), a la separación de sus familias, a las vejaciones (también, en ocasiones, sexuales). Están allí, en ese campo de concentración, condenadas a varios años de ostracismo, acusadas de conspirar contra el régimen de Stalin. ¿Su pecado? Pensar. Soñar. Imaginar. Levantar la voz contra la injusticia. Proclamar sus deseos de libertad. Por eso, en ese infierno en vida, en ese lugar remoto al que parecen enviarlas a morir, un grupo de mujeres encuentra un pequeño resquicio para respirar. De forma clandestina, han creado un grupo que, a escondidas, se reúne para recordar clásicos como Anna Karenina. Para recitar poemas que se aprendieron de memoria. De Anna Ajmátova, por ejemplo. De Marina Tsvetáyeva. De Boris Pasternak. Artistas que habían sido prohibidos y perseguidos por Stalin. La poesía (como la música, como el arte, la cultura) eran vistos como una vía subversiva que corroía los cimientos del régimen comunista. Un artista preocupado por los sentimientos o la injusticia social era un enemigo de la revolución. Y quien admiraba a esos artistas, era considerado un traidor a la patria.
En esos márgenes se mueven muchos sistemas autoritarios, alérgicos a la crítica, el pensamiento, la reflexión. «Pensar es un acto peligroso» (142). Pero hay personas empeñadas en pensar. A ellas dedica Julia Navarro su última novela. 'El niño que perdió la guerra' es un libro que habla sobre la cultura y el pensamiento como ingredientes ineludibles en la democracia. No hay libertad sin libertad de pensar, de crear, de imaginar. Y, a lo largo de la historia, ha habido países y momentos en los que eso ha brillado por su ausencia. Como en la Rusia de Stalin. Como en la España de Franco.
Navarro elige ambos escenarios (en los extremos de los extremismos) para alertar del recorte de derechos y reivindicar el derecho a ser libre. Porque esos riesgos son amenazas cotidianas a la democracia. A lo largo de 640 páginas, cuenta la historia de Pablo, un niño nacido en torno a la Guerra Civil Española que es enviado a Rusia por su familia. Su padre es comunista. Su madre, Clotilde, una caricaturista con espíritu crítico y ansias de libertad. Temen que Franco tome represalias y piensan que enviar a Pablo lejos es la mejor forma de protegerlo. Pero en Rusia se encontrará en una jaula similar, en otra dictardura intolerable. Allí es criado por Anya, una mujer que admira la poesía y la música. Y solo eso la convierte en alguien peligroso para el régimen de Stalin.
Navarro cuenta por un lado la vida de Clotilde (y sus desdichas) en el franquismo y la de Anya (y sus miserias) en el estalinismo. Y en medio, Pablo, el niño que perdió la guerra. Julia Navarro regresa a un modelo literario en el que brilla de forma especial. Después de 'De ninguna parte' (un artefacto decepcionante por hurtar de forma descarada datos al lector), vuelve a un estilo que remite a 'Dime quién soy'. Dramas familiares, sentimientos arrebatados, injusticias sociales y políticas, hogares golpeados por la pobreza y las arbitrariedades del poder... Todo eso está en esta novela que abusa de los puntos suspensivos, la sobreexplicación en los diálogos (los personajes no hablan entre ellos, hablan a veces para el lector) y, especialmente, la reiteración (a veces extenuante) en ciertas premisas. Hay un exceso de subrayado, de repetición en escenas y argumentos, para que nos quede claro lo que nos tiene que quedar claro. A pesar de esto, Navarro tiene una gran destreza para plantear historias de hondo calado sentimental con las que conectar de forma directa.
El hijo del Reich. Rafael Tarradas Bultó.
Espasa 632 páginas. 22,90 euros.
La dehesa de San Tobías está en Ramacastañas, muy cerquita de Arenas de San Pedro (Ávila). Allí, en aquel escenario de «campos pulcros y verdes», de «encinas y alcornoques que se perdían en el horizonte bajo la sombra protectora de la sierra de Gredos» (278). Allí, en aquella casa encalada, de tres patios y techada con teja vieja vivía Margarita, la valiente y viajera protagonista de 'El hijo del Reich'. Desde muy joven, Margarita fue educada en la cultura anglosajona (le llaman por eso Daisy), con la mirada puesta en un futuro prometedor que le llegó como mujer al servicio de una joven y destacada dama inglesa. Estamos a mediados de los años 30. Con Europa convertida en un avispero y una Alemania que se desliza hacia el horror. Y esa dama en cuyo servicio entra Daisy a trabajar se relacionada cada vez más con líderes nazis. Uno de ellos, una noche, viola a Daisy, quien, embarazada, escapa para dejar todo aquello atrás. Lo tendrá difícil, porque el padre de la criatura es un importante mando nazi y el partido quiere controlar el futuro de la criatura.
Empieza así la aventura de Daisy por escapar de las garras alemanas y proteger a su hijo. Lo hará durante más de 600 páginas de una novela en la que Rafael Tarradas Bultó insiste en un formato que le ha deparado miles de lectores. La novela sigue la estela de María Dueñas, por ejemplo. Historias de mujeres fuertes, de espías y conspiraciones, de relaciones imposibles en medio de un escenario bélico en el que los protagonistas están atrapados. Aquí, como compañero, está Félix, un espía doble que trabaja en un proyecto secreto para facilitar la huida de los líderes nazis a América si la cosa en Europa se complica. Las vidas de Daisy y Félix se cruzarán en varios momentos que tienen como escenario las casonas aristocráticas inglesas o el Madrid de la inmediata posguerra. Rafael Tarradas Bultó confirma con 'El hijo del Reich' su habilidad para tejer historias de amores, engaños y traiciones en la línea más elegante del clásico folletín.
«Todos venimos de algún secreto» (24)
El tiempo de las fieras Víctor del Árbol
Destino 464 páginas. 21,90 euros.
Hay un capítulo revelador (el 24, casi a mitad del libro) en el que Víctor del Árbol plantea la gran tesis de su novela. En ese episodio, Armando Ortiz, un empresario multimillonario, acostumbrado a doblegar voluntades y conseguir lo que se propone, sale a cazar con su nieta Sara, una joven idealista que disfraza de rebeldía el desapego por los negocios familiares. Durante esa batida, el abuelo mata un corzo ante el horror de la nieta, que no comprende por qué el daño, por qué matar al animal. «¿Para qué, abuelo? ¿Para que tus amigos tengan algo que celebrar en el almuerzo?», le pregunta en la página 226. Y el abuelo, acostumbrado al disparo y el botín, le contesta: «Hubo un tiempo en el que éramos las presas. Pero un día fuimos capaces de invertir el ciclo de la vida y la muerte; eso ocurrió cando aceptamos lo que somos. Cazamos porque nosotros, y no ellos, somos las fieras. Somos los depredadores. Más vale que lo entiendas de una vez».
'El tiempo de las fieras' es un retrato de ese ser humano convertido en cazador, depredador, en alguien capaz hasta de matar no solo para sobrevivir, sino en ocasiones incluso por placer. La violencia como vía para el disfrute. La mera fuerza como inyección de adrenalina. Víctor del Árbol recupera a los personajes de 'Nadie en esta tierra' (su novela de 2023) para descubrir qué ocurrió con ellos tres años después de los hechos allí narrados. Este nuevo trabajo puede leerse de forma independiente, sin tener datos ni referencias sobre el libro anterior, pero su lectura gana sin duda capas si antes se ha paseado la mirada por la primera parte de esta suerte de díptico. Sobre todo, esto se nota al principio, ya que 'El tiempo de las fieras' comienza con muchos hilos separados que poco a poco se empezarán a anudar.
Por un lado está el 'gordo' Soria, un policía al borde de la jubilación que ha sido trasladado a Lanzarote como una suerte de castigo después de un caso fallido que llevó a un excompañero a la cárcel y a otra, a dejar la Policía. Allí, en las Canarias, Soria deberá investigar el misterioso atropello de una pirata informática (una suerte de Lisbeth Salander llegada de la Europa del Este). Todo parece un intento de asesinato. La joven ha resultado herida y desaparece en cuanto descubre que han tratado de matarla y que han asesinado a quienes conducían el coche que la atropelló. Además, ocho personas han muerto en el incendio de una fábrica, provocado por un extrabajador que incendió las instalaciones después de que la empresa anunciara el cierre de la planta. Esa empresa es el emporio que maneja Armando Ortiz, el cazador y al mismo tiempo padre de Virginia, la expolicía, compañera de Soria, que dejó las fueras de seguridad para trabajar en la empresa de su padre. A partir de aquí, comienza un intrincado laberinto de sospechas, muertes y venganzas en el que intervienen hasta sicarios. Víctor del Árbol ha entrelazado un 'thriller' que explora esos abismos salvajes del ser humano en los que se despierta la fiera, el depredador capaz de lo peor con tal de mantener su estatus frente a los demaś.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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