Julia Navarro, escritora
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Julia Navarro, escritora
«Todos los niños pierden las guerras de sus padres»La reina del best-seller no conoce a las musas. Julia Navarro cambió el trabajo de periodista por el de escritora y cada día se sienta siete horas ante el teclado. Ayer presentó 'El niño que perdió la guerra' (Plaza&Janés) en la librería Oletvm ... de Valladolid, la novela que lleva escribiendo «toda una vida».
Hace muchos años coincidió en una ong con un hombre mayor, «un niño de la guerra, al que siempre pedía que me contara historias de Rusia». Con ese hilo, el de escritoras de biografías tan traumáticas como las de Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva, el de la curiosidad por la historia del siglo XX y por las consecuencias del desarraigo en la identidad de quien lo sufre tejió este novelón de 640 páginas.
«Todos los niños pierden las guerras de sus padres. En este caso se suceden la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial. Pablo nace en la España franquista y el padre le envía a la Rusia estalinista, como muchas familias mandaron a sus niños a Francia o Bélgica. La diferencia de los que fueron a la URSS es que no pudieron regresar. Siempre me hizo reflexionar qué pensaron aquellos niños enviados por unos meses con la promesa de volver pero nunca lo pudieron hacer», explica Navarro.
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El armazón de sus novelas se asienta en los personajes, «luego los coloco en un marco histórico, un escenario que cuido mucho para que tenga sentido». El niño protagonista tiene dos madres; una biológica española y otra adoptiva rusa, «de vidas marcadas por dos dictaduras que cercenan la libertad independientemente del color con las que se pinten».
Clotilde está casada con un comunista, «ella está menos ideologizada»; Anya, la rusa, «recibió con anhelo la revolución pero en seguida se descantó por no ser lo esperado». La primera trabaja de caricaturista en prensa, la segunda lee la poesía de las citas rapsodas rusas y toca música burguesa, «pero el régimen prohibe todo eso, solo admite la creación artística encaminada a crear el hombre nuevo, como si eso fuese posible. La misma censura que había en la España franquista».
Los poemas, la pintura, la música «no son solo un apoyo sino el sustento de sus existencias», en el gulag, en las checas. Subraya la subordinación de estas dos mujeres a sus maridos, motores de sus existencias. Aunque Clotilde termine por ejercer un oficio masculino, «me llamó la atención que en la República tampoco hubiera caricaturistas femeninas», y Anya defienda las lectura prohibidas ante el miedo de su cónyuge.
«Hace años leí 'Réquiem', de Anna Ajmátova y me impresionó tanto que indagué en su biografía. Me impresionó su dignidad frente al acoso de Stalin que, como no lograba doblegarla, empezó a castigar a su familia y amigos. Ella llega a decir que trae mala suerte a los que quiere.Stalin cercó a su entorno, los torturó, encarceló, asesinó». La caída de la URSS y la muerte de Franco permitieron la publicación de testimonios personales de los que ha bebido Navarro. Aunque le gustan los novelistas rusos de finales del XIX, su escritura carece de la densidad narrativa de aquellos, le gusta el «diálogo, no soy nada fundamentalista».
Julia Navarro
Esas «autocracias» tienen más de medio siglo pero recuerda que «la historia se repite, con otros protagonistas, otras características, otras circunstancias, pero si cogemos un mapa mundi, nos podemos asustar de la abrumadora mayoría de países sin democracia. Pensamos que los regímenes autocráticos son de pasado, pero la tentación del totalitarismo está presente». Testigo de la Transición, considera que la democracia hay que cuidarla todos los días.
«Al menos uno puede decir en alto lo que piensa. Aún así hay gente que milita en un club de fútbol, un partido o una religión y se atiene a lo que marca el jefe o la autoridad. Ocurre en todos los ámbitos, no solo en la política, personas que dicen 'soy de este haga lo que haga y no aplaudiré al contrario pase lo que pase'. Una democracia tiene que poder freno a esos tics».
Mantiene del oficio periodístico la escucha, «me interesa conocer las razones del otro, quizá no me convenza pero lo importante es conocerlas. Me aterra una sociedad polarizada. El éxito en la Transición fue hablar del nosotros, del todos».
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