Clara Obligado, escritora
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Clara Obligado, escritora
«Las jóvenes de los setenta luchamos ahora por ser viejas de otra manera»Dice una de las protagonistas de 'Tres maneras de decir adiós' (Páginas de Espuma) que tiene «el vicio de imaginar vías ajenas». Es el mismo de su autora, Clara Obligado (Buenos Aires, 1950), quien trenza tres historias, tres maneras de amar y un paisaje común. « ... Un libro es un como un milhojas, ese pastel que tiene distintas capas. En este caso una es la Odisea, la vieja idea de familia compuesta por madre, padre e hijo. Por un lado la recorre a la vez que la modifica y el cuento final corresponde a Telémaco, que es una chica», dice Obligado que este jueves hablará sobre su último libro en el club de lectura de El rincón de Morla (19:30 h.).
«Las tres historias están protagonizadas por mujeres de misma familia. La primera, viuda, se despide de su pareja con quien ha vivido en un pueblo de Guadalajara. Ahí se hace memoria de la guerra y de las cosas silenciadas. En el segundo cuento está la misma mujer, que es una escritora de 75 años, contando su relación con un hombre mayor y despidiéndose de la vida con mucha alegría. En la tercera historia la nieta, una joven de 20 años, que vive un amor juvenil con un chico malo. Se habla del amor en tres momentos de la vida y cómo nos despedimos de esta», relata.
Son distintas parejas en diferentes momentos de la historia. «La primera transcurre en 1992. Es una forma de relación típica en esa época las mujeres podían ser intelectuales y creativas pero seguían al hombre. Aunque la mujer avanzara con un proyecto personal más allá de la maternidad estaba en segundo lugar», rememora la autora de 'La muerte juega a los dados'.
«En el segundo cuento hay una mujer independiente, no vive con su pareja, que hizo lo que quiso. Apuesta por una vejez libre en contra de la sociedad que te recuerda que es una viejita. La tercera sigue el patrón de entregarse a quien no debe, destino que hace que nos equivoquemos y tal vez no avancemos», analiza Obligado. Asegura que no hace cuentos sino «libros de cuentos que están precedidos de una estructura completa». Estas 'Tres maneras de decir adiós' son un experimento de la escritora, «quería probar cuanto se puede acercar el cuento a la novela sin ser novela. Tiene elementos distintos, además de varios estilos, sin embargo, es la historia de una misma familia. Participa de la estética de la brevedad pero pulsando el cuento como narración novelística».
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Para Clara la curiosidad es el motor. «No me gusta la gente que no pregunta ni cuenta su vida. Lo interesante es compartir lo que nos pasa en la vida, lo que ocultamos no es tan interesante. Para escribir hay que indagar, en este caso las tres escriben pero no sabemos quién lo cuenta como escritora». Para la bonaerense la «mezcla de vida y escritura es inevitable. Siempre digo a mis amigos que si no quieren que escriba de su vida, que no me cuenten nada porque si me interesa, no podré no escribirlo. La pulsión de contar y modificar lo que escucho es lo que me convierte en escritora. Si me cuentas una historia acabaré narrándola sin darme cuenta».
Un trasunto de la Penélope de Ulises protagoniza el segundo cuento ('Tan lleno el corazón de alegría'), con reminiscencias autobiográficas. «Cuando era chica me tocó pelear con roles distintos. Primero la burguesa, dedicada a criar cinco hijos, ese era mi destino. Sin embargo me tocó ser madre separada, hacer vida de emigrante, tener un exilio complicado en España. Fui una mujer independiente que rompí las previsiones. Me indignaba cuando me decían 'cabeza de familia'. Hoy me toca seguir peleando contra los prejuicios que te convierten en una ancianita bondadosa cuando lidio con mis problemas, planeo mis viajes, mi trabajo y, por supuesto, también estoy con mis nietos. Esos prejuicios pertenecen a ideas que atrasan a las mujeres. Alas jóvenes de los setenta nos toca ser viejas de otra manera. Me gusta la palabra viejo, ser viejo no quiere decir estar terminado. Vivo la mejor época de mi vida y hay que cambiar esa idea, nos conviene a todos».
Clara Obligado da clase diaria en un taller de escritura y tiene 70 páginas del siguiente libro. «No tardará mucho, pero los libros no son yogures, duran más tiempo.Sigo leyendo libros de hace 2.000 años, no sé si en los siguientes 2.000 habrá mundo o lectores pero sí sé que el arte perdura más allá de una promoción. No leo novedades, voy a lo seguro, no tengo que probarlo con el mercado. El mercado deteriora la lectura, está bien la promoción y que los libros lleguen pero lo importante es que se lean y se discutan», aconseja.
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