Nuestro cerebro busca compañía, amor y sexo, sostiene José Ramón Alonso (Valladolid, 1962). El catedrático de neurobiología de la USAL acaba de publicar 'El cerebro enamorado' (Espasa) en el que analiza los mecanismos neuronales que explican el distinto amor que se siente por una mascota, ... un amante o un amigo, las fibras que transportan la información táctil de una caricia o la medida de una pasión. La conclusión es tan científica como filosófica: «El amor es eterno (mientras dura)».
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–¿Así que Cupido debe apuntar a la cabeza y no al corazón?
–Sin duda el órgano del amor es el cerebro aunque dibujamos corazones desde hace 2.500 años, desde que Aristóteles afirmó que el sentimiento reside en el corazón. Hace siglos que sabemos que el cerebro dirige nuestras conductas y sentimientos.
–¿Enamorarse es privativo de la especie humana?
–Probablemente sí. Como ocurre con el lenguaje, aunque otros animales son capaces de comunicarse, en ninguna especie se da con tanta riqueza, profundidad y variedad como en la nuestra. Quizá no sea exclusivo pero ese desarrollo tan apasionante se da en los seres humanos.
–No solo es cuestión de química ¿pesan el factor medioambiental y el bagaje vital?
–Sí. Hay una parte en la que interviene la genética y la biología que no ha cambiado desde hace milenios y otra parte cultural, el amor se vive diferente según las épocas y las latitudes. Hay sitios donde sigue existiendo el amor de conveniencia y en otros casos la mayoría de parejas se basan en la relación amorosa.
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San Valentín
–El amor comparte zona cerebral con la adicción a la droga, a la música o al éxtasis religioso ¿en exceso es malo?
–Probablemente sí, el amor en un extremo puede llegar a ser contraproducente. Es parte de los momentos más felices de nuestra vida pero sabemos que también es la justificación a veces para cometer atrocidades. Cuando hicimos el genoma humano una de nuestras sorpresas fue que teníamos menos genes. Creían que iban a ser 100.000 y apenas eran 20.000. Las mismas moléculas y señales se usan para distintas cosas, eso explica estos alabamentos que nos fascinan.
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–¿En qué se transforma la locura de amor cuando se pasa?
–En el mejor de los casos, en una relación estable de apoyo mutuo, de confianza, un proyecto de vida común, algo que es probablemente imprescindible en nuestra especie porque al final tenemos una crianza larga y la situación ideal es que esa familia se mantenga durante muchos años y así le sucede a muchas personas.
–A mayor esperanza de vida, ¿más probables los cambios de pareja?
–Somos fundamentalmente monógamos. Muchas personas tienen una pareja de por vida. Otro detalle interesante es que el amor sucede a cualquier edad. Lógicamente hay una etapa cuando somos jóvenes, cuando estás buscando tu proyecto de vida y con quien compartirlo, en la que es un tema fundamental. Pero vemos gente que en las residencias vuelven a encontrar esa pasión y esa ilusión.
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–Inquieta la idea de estudios previos de compatibilidad de biológica para emparejarse.
–Durante mucho tiempo ha sido un enigma por qué unas personas te atraen y otras no. Una de las cosas que se han visto es que de nuevo hay factores biológicos y culturales. Desde la biología se ha visto que cuando somos más diversos en nuestro sistema inmunológico, en nuestro sistema de defensa, nos sentimos más atraídos. Y la gran pregunta es cómo demonios sabemos del sistema ajeno que acabamos de conocer en una verbena. Se ha visto que es a través del olfato. Cada uno emitimos unas moléculas distintivas, tenemos un perfil aromático personal, y al conocer a alguien seleccionamos el perfil diferente que haga que nuestra descendencia tenga mejores posibilidades de sobrevivir. Luego hay factores culturales, al final nos sentimos más cómodos con personas que comparten nuestros intereses, nuestros valores y nuestra forma de vida. Es una mezcla de cosas pero sí, por primera vez estamos entendiendo en qué se basa este proceso.
–¿Qué ventajas tiene la búsqueda de pareja en Internet?
–Un estudio que consideraba a parejas que se habían conocido por portales de citas les daban mejor puntuación que las que se habían conocido por los métodos tradicionales. Para mí tiene dos explicaciones. Una, cuando la gente busca pareja en esos portales o agencias tiene una edad más madura. Por otro lado, en el libro explico que en el momento del enamoramiento hay una fase en la que la corteza prefrontal, que es la que se encarga del juicio crítico, de la planificación, de sopesar las opciones, se apaga. Es eso que decimos de lanzarse a la piscina sin saber si hay agua. Cuando estás haciendo una búsqueda de pareja por Internet no es así, tu capacidad de análisis está plenamente activa. Quizá explique que en el enamoramiento tradicional no ves los defectos del otro porque tu cerebro tiene esa parte inhibida y quizá es algo necesario en el proceso de apostar por la relación, salir de ti, superar miedos y echarte en los brazos de otra persona. En cambio, en estos procesos se hace de otra manera más fría, más racional.
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–Muy racional pero incluye los filtros de amor.
–Es parte de la historia de la humanidad, los perfumes se han asociado a la posibilidad de encontrar o seducir a la pareja. Luego resulta que hay cosas en las que ese ambiente olfativo juega un riesgo. Hay una parte literaria preciosa, pero a la vez seguimos con la esperanza de encontrar atajos. Luego las cosas no son así de fáciles, por ejemplo la oxitocina, la 'hormona del amor', y que en un momento la vendían como la panacea para el amor, resulta que no estaba ni de lejos tan claro. O las feromonas que también aparecen en Internet para lo mismo y ni siquiera sabemos si existen en los seres humanos.
–Los genes lo explican todo, ¿desde la infidelidad hasta el formar una familia?
–No estamos tan determinados genéticamente. Lo que sabemos es que somos 'neurodiversos', es decir, nuestros cerebros son distintos, a veces porque los genes son diferentes. A veces aparece el gen de la infidelidad, pero no es así, no existe. Nuestras conductas dependan de cientos de genes. Si es curioso porque a nuestro cerebro le encantan las novedades, luego somos variables. Entonces hay gente que necesita esa sensación de adrenalina que corresponde a la primera fase de amor y cuando ya el amor se tranquiliza, echa de menos sentir la sangre rugiendo. Hay gente que es feliz en la fase del amor tranquilo. Al final somos diferentes y eso parte de la riqueza de los seres humanos.
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