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«Quien no espera lo inesperado no lo reconocerá cuando llegue», escribe Álvaro Pombo (Santander, 1939) en la página 124 de 'El excalustrado', su última novela, llegada a las librerías tan solo unos días antes de que se desvelara su nombre como nuevo Premio Cervantes.
Publicada por Anagrama, 'El exclaustrado' fija su mirada en Juan Cabrera, un hombre que cuando era joven decidió ingresar como fraile en un monasterio. Estaba cansado de un mundo en el que todo parecía «un compendio de culpabilidad y estupidez, de publicidad y violencia». Sin embargo, años después, ya con 72, decidió colgar los hábitos, dejar la vida monacal y encerrarse en un piso del barrio de Argüelles (en Madrid) donde se dedica a leer y escribir. No ve a nadie salvo a Fierabrás, la asistenta que ha contratado para que le cocine y limpie la casa mientras él se dedica a la lectura. Hasta que un día, aparece en su vida Jaime, un sobrino curioso que quiere conocer a ese tío que fue religioso y ahora vive encerrado.
Este es el punto de partida de 'El exclautrado', la novela más reciente de Álvaro Pombo, escritor cántabro (con vinculación pucelana) que este martes ha ingreado en la lista de escritores con el Premio Cervantes, el más importante de las letras españolas.
La novela no solo sigue a Juan y su sobrino, sino que también se asoma a las vidas de otros dos personajes claves en el libro. Jaime fue alumno de Antón Rubial, un profesor de Derecho que estuvo como novicio en el mismo monasterio de Juan y a quien expulsaron después de una denuncia de aquel. Juan, Jaime, Antón... y Petri, la mujer del profesor, con quien mantiene una relación turbulenta que hará que ella se acerque primero a Jaime y luego a Juan. Estos son los cuatro grandes personajes y la peripecia central de 'El exclaustrado', un libro trufado de citas (de Sartre a Platón) en el que se habla sobre qué papel juegan los otros en nuestra vida. Juan piensa que le basta solo con su pensamiento, con la conciencia de sí mismo. Pero descubrirá, gracias a las visitas de su sobrino, que aunque hace años que abandonó el monasterio, todavía sigue enclaustrado en una torre de libros y lecturas. Pensó que así, alejado de los otros, se libraría del juicio ajeno, de la mirada del otro. Pero es también gracias a los demás como nos convertimos en lo que somos. Es a través de nuestras relaciones con otros como nuestro mundo se ensancha, como nuestra vida se abre a nuevos caminos, a nuevas posibilidades, que, de no ser por los demás, nunca llegarían a ser realidad. «El grave enigma de nuestra existencia no nos lo revela la introspección, sino, con frecuencia, lo contrario, la extroversión, el contacto con el mundo» (escribe Pombo en la página 163). Lo que somos es también lo que los demás creen que somos y cómo nos relacionamos con los otros.
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De esto habla este libro, el último del más reciente Premio Cervantes, que también ofrece apuntes sobre cómo el presente es casi lo único que tenemos («un instante es suficiente», 143), aunque sea un material tan frágil que se rompe justo en el momento en que sucede, porque en seguida pasa a ser pasado. «La vida es pura intensidad, pura emoción de superficie» (146). Y de fondo, una historia de venganzas y de celos, con otra mirada sobre el encierro y los enclaustrados: el de esas personas atrapadas en una relación tóxica.
Y la novela regala innumerables frases y párrafos para subrayar. Ahí van algunos ejemplos:
-«Pensar en Dios no es rezar realmente. Es consumir un objeto más de la conciencia, un objeto especial, y dar vueltas sobre él» (26)
-«La nueva normalidad será la normalidad de los desenlaces, los desapegos, las súbitas desapariciones de gentes que tenías por amigos. Apegados al desapego todos» (45)
-«Todos escribimos hoy en día y leemos y estudiamos de refilón, de reojo, de oídas, transversalmente que se dice. ¡Un par de buenos pantallazos nos ahorran seiscientas páginas! Y el caso es que una ocurrencia de cualquiera, una opinión, vale ahora tan poco como ha valido siempre: es una instantánea iluminación, un repente (...). Una opinión es una iluminación repentina, un fogonazo. / Lo malo del os fogonazos es qeu provocan con frecuencia incendios imbéciles» (50)
-«Los libros empequeñecen y aíslan las habitaciones, pero también ensanchan las avenidas del alma» (57)
-Nos angustiamos porque en el fondo nos sabemos frágiles, al borde del despido, de la anulación, de la disolución« (106).
-«La vida es pura intensidad, pura emoción de superficie: la profundidad se queda para los peces abisales y los viejos» (146)
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