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Paul Mescal y Daisy Edgar-Jones, en 'Normal people'.
PERSONAJES EN SERIE

Luces y sombras del primer amor

Marianne y Connell /'Norman people' (BBC ThREE, 2020) ·

Lejos de la caricaturesca adolescencia que proponen otras series, el respeto por la profundidad humana de sus protagonistas resulta crucial en 'Norman People'

Sábado, 10 de febrero 2024, 00:27

Ay, la adolescencia, etapa de la vida a flor de piel, cuando todo se magnifica como si el mundo fuera a reventar mañana mismo. Ese viaje hacia la adultez, causa de placeres y traumas, ha sido a menudo simplificado por la ficción audiovisual, tan amiga ... de estereotipos en sus peores casos. Pues 'Normal people' brilla por lo contrario: por mirar a sus jóvenes protagonistas con la sutileza de quien asume la complejidad del material que maneja.

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El mérito hay que dárselo a Sally Rooney, autora de la novela que ella misma adapta -junto a Alice Birch y Mark O'Rowe- para la BBC Three. Su historia sigue los pasos de Marianne Sheridan (Daisy Edgar-Jones) y Connell Waldron (Paul Mescal), protagonistas de una de esas miniseries a las que no se llega por invasión algorítmica ni por ruidos promocionales. Y abarca los años que median desde la última etapa del instituto hasta -ya jóvenes- el final de los estudios universitarios, un periodo de complejos vaivenes emocionales y forja de la personalidad.

Marianne y Connell terminan sus estudios secundarios en Sligo, una gris y pequeña población del noroeste irlandés. Ella es fuerte, sarcástica y solitaria. Él es reservado, atlético y popular. Niña rica y niño humilde. La madre de Connell limpia el casoplón de la de Marianne, así que los chavales se encuentran por allí e inician una relación de alto voltaje erótico que mantienen en la clandestinidad. Hasta que él, sometido a la tiranía social del grupo de amigos, le rompe el corazón.

Al primer tramo de las experiencias en el instituto le sigue la réplica universitaria en el Trinity College de Dublín. Allí los roles se invierten. Connel, con su complejo de culpa a cuestas, se siente fuera de lugar. Marianne, sin embargo, encuentra un ambiente cosmopolita y abierto en el que florecer. Aunque tarda en llegar, el reencuentro es inevitable y vuelven la atracción y las complicidades, un ni contigo ni sin ti que se prolongará hasta el final del relato.

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El material dramático es casi tan viejo como la especie humana. Cualquier espectador puede reconocer su yo juvenil en esas personas normales a las que alude el título, pero a su yo más auténtico, con sus instintos, dudas y traumas. Lejos de la caricaturesca representación de chavales esclavizados por las hormonas que proponen otras series coetáneas -Sex Education, por ejemplo- el respeto por la profundidad humana de sus protagonistas resulta crucial en 'Normal People'.

Y es que Marianne y Connell son de verdad. Lo son su belleza y su fragilidad. La falta de autoestima de una y la caída en la depresión del otro. Son de verdad sus encuentros sexuales, las miradas de complicidad, las fallidas relaciones con sus otras parejas y la fortaleza de una amistad -no todo va a ser sudar- que los convierte en bálsamo mutuo por lejos que se encuentren.

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La autenticidad se debe en buena parte a la estructura del relato. Conscientes de que la etapa vital de sus personajes se caracteriza por la extrema vivencia de los momentos, los narradores optan por dividir la narración en una docena de capítulos -un número más alto de lo habitual en los estándares actuales- que apenas llegan a la media hora de metraje. La interrelación de los episodios es, sin embargo, constante, hasta el punto de que algunos llenan las lagunas que de manera premeditada dejan los precedentes, en una apuesta temporal justificada por la inestable personalidad de quienes pueblan la obra.

El espacio también funciona como algo cambiante y complementario. A una Irlanda de contrastes -de Sligo a Dublín media un abismo- se le suman otras oposiciones geográficas que abundan en el simbolismo, desde la villa italiana de unas vacaciones veraniegas hasta el invierno sueco de una estancia Erasmus. Da igual dónde estén: el lazo que une a Marianne y Connell nunca se rompe del todo, compartan un helado bajo el sol o vele la una por el otro en una videoconferencia eterna. Los dos estarán siempre ahí, más allá incluso del punto y final de este genuino viaje romántico hacia la condición adulta que es 'Normal People'.

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