Qué gusto leer a un poeta que tiene en los recuerdos de su infancia y en el paisaje parte de su desempeño. También en el amor. Estamos por ello ante un creador con una vena mística, en el sentido esencial del término, es decir, con ... la sombra de Fray Luis y, sobre todo, con la sombra de Claudio Rodríguez orientando sus pasos; se trata de un poeta con los pies en la tierra de la que extrae vivencias al tiempo que rememora acontecimientos de su infancia en el pueblo soriano, la patria del poeta, ya que es allí donde acaban confluyendo las emociones que han marcado su vida.

Publicidad

«Los demasiados libros, la misantropía,/ el amor a uno mismo: la indecencia,/ Cómo salir de ahí». Vemos cómo a ratos el poeta se flagela y se critica. Y, sin embargo, no habrá que tomarle demasiado en serio porque el lector sospecha que en esos reproches trata tan solo de escapar de la complacencia. Por lo demás, como siempre, su mirada sobre el paisaje, es una mirada terapéutica y reparadora. «Pero tengo el invierno dentro, el peso/ de una vida, el tremor y el asombro,/ lo que hablé con la voz de los muertos,/ lo que dije en lo que callé».

Los demasiados libros, por suerte, no le han hecho olvidar esas palabras con las que sus mayores nombraban las cosas. El poeta salpica con ellas los versos, aquí y allá, dejando a veces un regusto arcaizante en el lector que le traslada casi al romancero.

Mirlos, calandrias, gilgueros, cárabos, tordos, golondrinas y vencejos bullangueros saldrán al encuentro del lector, así como árboles y arbustos y el frío consustancial de su tierra soriana, un frío que, pese a todo, porque pasa por el corazón, trasmite calidez y emoción.

Publicidad

«Con todo, siento/ en la brisa de otoño, el aire claro/ y la nube que pasa y el amor/ de los míos». Walser o María Zambrano asoman también por estos poemas que no hacen más que ahondar en el despojamiento de un poeta ya clásico entre nosotros, un poeta que, desde su retiro contemplativo, ha visto cómo su obra ha sido, una y otra vez reconocida con los premios más prestigiosos. Aunque así no fuera. Lo que importa es que Fermín Herrero una vez más vuelve a las andadas y nos hace temblar. Y eso, el temblor, es lo que importa.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad