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Cuando terminaba el relato más extenso de 'Por así decirlo', la nueva obra narrativa de J. Á. González Sainz, me vino a la cabeza el cuento hebreo 'La ciudad de los tontos', cuyo título se refiere a Chełmno, donde, andando el tiempo, en cumplimiento ... de la Solución Final, los nazis instalaron el primer campo de exterminio, como después hicieron en Majdanek, Sobibor, Bełżec o, aún más terrible si cabe, Treblinka. El cuento es una burla de la estulticia de los chelmitas, siempre dispuestos a tomar partido por lo que sea, entregados, como sucede en nuestra sociedad, a la opinionitis sobre cualquier nimiedad, a debatir a lo bobo sin dar nunca su brazo a torcer y a zanjar las diferencias fiándolo todo y, únicamente, a las votaciones, la fiesta democrática y se acabó; a tal punto que ante una especie de referéndum sobre qué es más importante, el sol o la luna, deciden por abrumadora mayoría que la luna, «porque de día, como hay luz, nadie necesita el sol, mientras que por la noche, al estar todo a oscuras, si no fuera por la luna, no se vería nada». A esa misma lógica disparatada, aproximadamente dos siglos más tarde, responde la conducta de varios personajes del libro que comentamos, como reflejo del desquiciamiento presuntamente de orden democrático en el que vivimos.
'Por así decirlo' J. A. González Sainz. Anagrama. 2024. 160 páginas. 16,90 euros
Creo que estos cuentos jasídicos, tradicionales, procedentes del folklore hebreo de la zona de Galitzia, recopilados por Martin Buber, permean la narrativa de autores como Isaac Bashevis Singer, Joseph Roth o Soma Morgenstern, y constituyen uno de los sedimentos de la de Franz Kafka, en particular de la parte de su obra que recurre a la parábola de estirpe alegórica con irrupción desconcertante de lo metafísico, como aquí, con destreza y perspicacia, lo hace González Sainz, para mostrar a las claras la farsa del mundo y el funcionamiento ridículo del poder. El aire kafkiano está ya en el arranque del libro («En algún lugar habría leído»), entre la indeterminación decisiva y el precipicio condicional y se trasluce, sobre todo, en el segundo cuento, de trasunto electoral, con la pesadilla inmersa en lo cotidiano y la imposición avasalladora, matona, de los echados para adelante, de la velocidad, del ruido, ante los que sólo cabe «achicarse o escabullirse».
Como pórtico, las citas iniciales de Heráclito, Cervantes, Gracián y Faulkner, para abrir boca, y luego, al frente del primer relato, de Canetti, y, del último, de Antonio Machado, constituyen las coordenadas de fondo y una declaración de intenciones, de por dónde van a ir los tiros. El libro lo conforman cuatro 'divertimientos', una primera parte con dos relatos largos, de títulos cortos, conato casi de novela breve el que hemos mencionado, y una segunda, con dos relatos cortos, de títulos larguísimos. En el primer cuento, narrado en primera persona periférica, no central, lo que contribuye aún más a desenfocar la inesperada acción, un espontáneo chiflado se hace, literalmente, con la batuta de una banda municipal, ante el beneplácito del director, estupefacto, y el alborozo de un público gregario, mitinero, entregado a la diversión trivial a toda costa. En el primero breve, de desenlace imprevisto, un viaje en tren, al compás de su traqueteo, simboliza la vida y sus azares. En el último, una pareja 'embobada' contempla hipnotizada dos peces de acuario (y cómo no recordar, en otro orden de cosas, 'Axolotl' de Cortázar) hasta que les cansa su frágil belleza y les puede lo insaciable, lo aplastante del dominio.
Con su singular fraseo, González Sainz consigue que el propio lenguaje discurra, en el doble sentido del término, se piense a sí mismo, con mucho tiento, a base de dar vueltas para esquivar sus limitaciones, para extenderse en su significado al máximo. Aparte de que la sintaxis es propiamente el pensamiento, su articulación expresiva, hay que considerar al respecto que, más allá de lo que las palabras dicen en un escrito, está lo que se dicen entre ellas, cómo van haciéndose razonamiento, ensanchándolo, ahincándolo, como en la hipotaxis ferlosiana o como dicen sus discípulos que embastaba sus clases Heidegger, en la línea de aquello de Piglia de que lo sintáctico importa más en un texto que lo léxico o semántico.
El peculiar estilo, musculado por la subordinación, apuntalado por incisos y digresiones, pautado mediante una especie de ritornelos, repeticiones con variantes que amartillan el texto, nos permite paladear cada párrafo, cincelado con meticulosa precisión, degustarlo con calma, percibir a fondo 'el cosquilleo de las palabras'. La minuciosidad descriptiva, al alcance de pocos, es extrema, reiterativa, fruto de una atención sostenida, así como el detallismo, abrumador, vivísimo. Es la mejor manera de desnudar, y denunciar, de paso, la pérdida del sentido, unida a la del lenguaje, devaluado hasta la banalidad completa, inclusiva, y aun del valor y significado de las cosas, que «han dejado de tener que ver con sus nombres y a cualquier cosa se le puede llamar de cualquier modo», y de los hechos, en esta época de «disolución de las conciencias individuales», en la que todo se ha vuelto como fantasmagórico y nos hemos convertido en meros resortes, «una serie de respuestas automáticas, un conjunto de datos de un algoritmo».
En su conjunto los relatos evidencian, a la vez que desenmascaran, el nihilismo absolutista de nuestro tiempo, la primacía del espectáculo, aliado del populismo, y, al tiempo, la indiferencia de la sociedad, manipulada por la desinformación de apesebrados, ante los peligrosos tejemanejes del poder, de su desfachatez y sus mentiras perversas, instauradas, ante las que solemos plegarnos con la consiguiente autodegradación y conformismo falto de respuesta. Con un humor, desde el absurdo o el desatino, corrosivo, se ponen en solfa a partir de incidentes patéticos, tirando a cómicos, diversas formas de frivolización de la existencia dominantes hoy en día, una forma muy atinada de despertar nuestras adormecidas conciencias, como ya ensayara el autor, con distinto enfoque, y el mismo estilo sólido, en 'Un mundo exasperado' y 'Los encuentros'.
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