J. Á. González Sainz, escritor
«Este presente tan estúpido que vivimos es más abordable desde el humor serio»Secciones
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J. Á. González Sainz, escritor
«Este presente tan estúpido que vivimos es más abordable desde el humor serio»El ánimo del momento le ha llevado al humor. 'El licenciado vidriera' le resulta más reparador que toda la filosofía que le rodea por eso J. A. González Sainz ha hecho una parada en su trilogía 'La vida pequeña' para publicar 'Por así decirlo' (Anagrama). ... En esta entrega de cuatro cuentos sigue la senda de sus queridos Kafka y Pirandello, siendo el disparate el ladrillo de esta construcción alegórica que aborda la naturaleza del poder, la perversión de la realidad a través del lenguaje y la inocencia.
«El cuerpo me pedía seguir la línea onírica y disparatada, abierta a interpretaciones de cada lector según su bagaje. Hay rastros de ese gusto kafkiano en 'Un mundo exasperado'. Me da la impresión de que vivimos en un mundo tan fantasmagórico a tantos niveles, tan estúpido, que este presente es más abordable desde una fantasía subida de tono». En este libro ha desarrollado cuatro historias. «Son dos largas y dos cortas, en las que la última escena da sentido al conjunto de estas estampas caprichosas, estos divertimentos que, presuntuosamente, podrían acercase al género de Goya».
'Por así decirlo' responde a su idea de que «el humor serio puede ser una forma de conocimiento y una forma de escape, una manera de contar, con muchas posibilidades abiertas entre las que el lector recogerá para sí las que quiera y las elaborará como pueda».
'El acontecimiento' y 'Echar los dados' constituyen la primera parte. «Abordan los usos y costumbres de esta sociedad, la pérdida de significa y valor de las cosas. Ylos peligros que encierran los poderes una vez que perdemos el sentido del engranaje democrático y la capacidad de nombrar atribuyendo la bondad al que lo enuncie y la maldad al que hemos decidido que es el adversario.La pérdida de significación de las palabras, del valor de los sistemas democráticos, que han mostrado con todas sus fallas que son los mejores, nos aboca a la barbarie», explica el Premio Castilla y León y Premio Anagrama.
En su cocina literaria todo comienza con una imagen, una situación vivida, un pequeño detalle que le «desafía» y «dispara la historia». En ese 'acontecimiento' pesa el rastro de Hannah Arendt y la reflexión sobre cómo una decisión aparentemente azarosa cambia el devenir de una persona o el gobierno de un país. En el caso de su cuento, el concierto sinfónico en la plaza de una pequeña ciudad se convierte en una revolución surrealista en la que un lego toma la batuta por sorpresa. La reacción de músicos y público constituye la acción que perturba irremediablemente al protagonista. La hilarante situación abre un «horizonte nuevo» para todos los asistentes. «Hay gente que ya no es más que un resorte, una serie de respuestas automáticas, un conjunto de datos en un algoritmo», nos advierte.
«No soy un escritor realista», aclara González Sainz. «Los cuentos tienen un nivel simbólico. La plaza, lo popular, lo público, el desconcierto. Hay un chisporreteo, un ruido que acompaña constante hasta el final».
'Echar los dados' arranca al ritmo de la molienda del café matinal en la casa de Carlos Fernández Zafra. «Es la pieza mas extensa del libro. El cuento da pie a concentrar mayor significado y la molienda invita a pensar el movimiento que en este caso lleva a la escena del ascensor, al descenso a los sótanos, hay subidas laberínticas, salidas a la superficie. Son elementos de la historia que dan pie a distintas interpretaciones». Ese 'echar los dados' bien puede leerse como votar en una elecciones protagonizado por un personaje de «pensamiento perplejo», en un intento de hacer sitio a los «discordantes».
'Como obedeciendo a un recóndito compás (el color del cristal con el que se mira)' y 'Aunque haya siempre quien se imagine otra cosa' forman la segunda parte del libro. «Estos cuentos tienen un vuelo un poco más metafísico». Miopes e hipermétropes contraponen su visión y su limitación. «Es el juego de las perspectivas que determinan cómo se ven las cosas».
El libro está transido de frases hechas y expresiones coloquiales que responden a la afición del escritor por jugar con el lenguaje. «Escuchar la conversación de los que me rodean me ha fascinado desde pequeño, en eso soy machadiano. Una de las bazas que convirtió a Antonio Machado en el autor de versos tan populares, aparentemente fáciles pero a la vez de tanta enjundia, fue su escucha de los romances y las gentes. Ahora cada vez es más difícil escuchar a la gente. Antes con entrar en un bar valía, ahora se oye la tele», lamenta. «En los cuentos llevo al extremo la meditación del narrador, introduzco etimologías, posibilidades con las palabras o vocabulario que lo enriquece». Esto forma parte del «magín o caletre» de sus personajes que cavilan, por ejemplo, sobre la genialidad de la expresión 'dar su brazo a torcer' «como si admitir otra posibilidad o idea fuera igual a dislocarse el brazo».
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